Ayer leía una
noticia que me llamaba la atención. Resulta que la política, habitual
tertuliana y miembro del Consejo Asesor para la Transición Nacional de
Cataluña, Pilar Rahola, ha mentido en el currículum vitae incluido en su página
web.
Mientras que en la versión catalana de su web
indicaba que es licenciada en Filología Hispánica y en Filología Catalana por
la Universidad de Barcelona, en las versiones en los demás idiomas se decía (ya
se encuentra corregido), que era doctora en filología catalana y filología
hispánica.
Es decir, la Sra. Rahola decía que poseía dos
doctorados cuando no es así. Algo muy habitual entre nuestra clase política y
que se repite de forma recurrente, como cuando José Blanco, ministro de Fomento
con Zapatero, puso como experiencia académica una licenciatura en Derecho
cuando en realidad solo tenía “estudios de derecho”. Una frase muy socorrida
para salir del paso. Esa misma idea fue la que tuvo Tomás Burgos, del PP,
médico sin título, o Elena Valenciano, a la que le quedan dos asignaturas de
estadística para acabar Ciencias Políticas.
¡¡Y lo más triste de todo es que no pasa nada!!
Aquí se miente, se abulta el curriculum vitae de una persona y si se hace
pública la mentira se dice que es consecuencia de un error, y aquí paz y
después gloria. También hay casos de experiencia laboral inexistente que se
refleja en el historial, empresas en las que nunca se ha trabajado y trabajos o
experiencia que se obvia.
Y luego cuando te enteras que políticos de otros
países han dimitido y se han apartado de la vida política por mentir en
relación a una multa de tráfico o por haber copiado una tesis doctoral, te das
cuenta de lo que nos queda por recorrer en nuestra democracia, de todo lo que nos
falta por hacer. Porque en España con estas cosas no pasa nada, la Sra. Rahola,
por ejemplo, seguirá participando en tertulias, dando su opinión y juzgando las
actuaciones de otros, cuando en otros países habría sido apartada, por
mentirosa.
Y que no ocurra nada, que las mentiras no tengan
consecuencias en la vida pública lleva a que muchos piensen (pensemos) que
España es un país de mentirosos.