Los domingos en Desde el
Caballo de las Tendillas son para recordar, y hoy os traemos el primer artículo
publicado en estas páginas de José Quijada, @PepeWilliamMunn, amigo del blog.
Espero que os guste. ¡Feliz día!
Aunque pisamos el mismo
suelo y habitamos la misma superficie que ocupó España durante tantos siglos;
el mismo terreno que vio nacer a tantos gloriosos hombres que con sus gestas,
sabiduría, esfuerzo y valentía llevaron a la nación española a ser la primera
potencia del mundo -donde el sol no se ponía-, España ya no existe; sólo es
pasado, recuerdo, historia. Pero lo más grave y paradójico es que la demolición
de España ha sido perpetrada por sus propios ciudadanos, resquebrajando y
carcomiendo, poco a poco pero sin pausa, los cimientos que sostenían la nación,
la base que daba la fuerza y la razón de ser de España. Todo comenzó con la Constitución de 1978 y su monumental disparate de las “nacionalidades”, que
ha sido la causa que ha derribado el “Katéjon” que impedía romper a España, el
“obstáculo” que menciona San Pablo en su Segunda Carta a los Tesalonicenses
(escrita hacia el año 57 d. C.) que, “al ser removido da lugar a la aparición
del hombre sin ley, el impío que engañará a muchos y sembrará una gran
confusión”. El filósofo Julián Marías ya lo denunció y definió a la perfección
el 15 de enero de 1978: “Con la palabra “nacionalidad” se quiere designar algo
así como una “subnación”; pero esto no lo ha significado nunca esa palabra en
nuestra lengua. El artículo del anteproyecto no sólo viola la realidad, sino el
uso lingüístico”. Como ha escrito hace poco Gabriel Albiac, “…habían consumado
el error fatal”. Una vez abierto el melón de la unidad nacional, todo lo demás
fue cuestión de tiempo para pudrir todo lo de dentro hasta su total
descomposición y desaparición. Para no extenderme mucho, sólo unos pocos
ejemplos, pero muy significativos, corroborarán tozudamente lo anteriormente
expuesto:
-El secesionismo catalán
es un hecho, con la Ley de Consultas a la vuelta de la esquina y la “Cruzada”
contra el español, donde padres llevan años peleando para que sus hijos reciban
el 25% de las horas lectivas en castellano, como marca la ley, o donde llevar
una bandera de España es todo un acto de heroicidad ante el peligro físico que
conlleva. Por no hablar del aislamiento, persecución y vigilancia a todo el que
no comulgue con las ideas nacionalistas, y la ridícula invención de una
“historia” catalana a su medida, donde la mentira burda y el fanatismo se
abrazan.
-El separatismo asesino
vasco, con los terroristas ocupando alcaldías, diputaciones y concejalías,
instalados en el poder después de casi 1.000 asesinados y más de 200.000
paisanos exiliados por el terror y el hostigamiento más bárbaro. Por no hablar
de que la Selección de España de fútbol nunca ha jugado en “democracia”
en el llamado País Vasco -síntoma baladí pero evidente de que ya no es España-,
o el rechazo a dar el mensaje navideño del Rey por la televisión pública vasca
(ETB).
-La transferencia de la
educación a las llamadas Comunidades Autónomas, donde se obstaculiza y se
niega el uso del castellano, y se explica y falsea una historia distinta en
cada una de ellas, arrinconando la interpretación general de los hechos
históricos de España como unidad. Por mencionar de pasada que la aplicación de
la Lomce pasará desapercibida en cinco comunidades (Andalucía, País Vasco,
Canarias, Asturias y Cataluña), hecho demostrativo del incumplimiento de la
Ley, una vez más, sin ninguna consecuencia al respecto.
-La transferencia de la
sanidad a las “Autonosuyas” –que diría el gran Vizcaíno Casas-, que ha dado
lugar a casos tan trágicos como la muerte de una niña de tres años al serle
denegada una ambulancia por parte de la sanidad vasca, porque pertenecía a
Treviño (Burgos), síntoma de la degeneración sin límite de un sistema
corrompido y abyecto.
-El posicionamiento de
toda la izquierda a favor del islamismo y de todas sus reclamaciones, con el
Parlamento de Andalucía (PSOE-IU) a la cabeza, dando luz verde a tomar todas
las medidas políticas y legales contra el registro de bienes eclesiásticos, con
la expropiación de la Mezquita-Catedral de Córdoba como símbolo de su odio a
todo lo que fue España, sin una sola razón ni histórica ni artística para que
no sea de la Iglesia.
No es extraño que solo un
16% de los ciudadanos esté dispuesto a defender lo que fue España, y aún me
parece mucho después de arrancarnos el sentimiento de pertenencia y arraigo
como nación. ¿Acaso cualquiera de los hechos citados sería permitido por
cualquier nación democrática con un Estado de Derecho en pleno funcionamiento?
¿Socavarían y renegarían de su historia pasada naciones como Estados Unidos,
Inglaterra o Francia? ¿Pondrían obstáculos a que su lengua oficial sea enseñada
y aprendida? ¿Abrirían las puertas a los terroristas asesinos de su propia
ciudadanía obsequiándoles con puestos oficiales? ¿Tan difícil es de entender o
acaso no queremos aceptar la cruda realidad? Chesterton, uno de los grandes
literatos del siglo XX, decía en su magistral “El hombre eterno” que la mejor
perspectiva es alejarse y mirar a cierta distancia para descubrir la realidad:
“Un lugar en el que había vivido siempre y que había pasado desapercibido a su
mirada debido a su cercanía y a la enormidad de sus dimensiones”. Pues una
mirada fría y alejada de toda esta embaucadora mentira que es esta
democracia, nos desvelaría la autenticidad de que España ya no existe: se
suicidó.
José Quijada Rubira.
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