Los domingos en Desde el
Caballo de las Tendillas son para recordar. Y hoy os traemos un artículo de
Antonio de la Torre, en el que nos hablaba sobre el derecho a decidir, la
organización territorial del Estado y otras cosas… ¡Feliz domingo!
Se ha hablado mucho en
los últimos meses, pero sobre todo en estos últimos días, del supuesto “Derecho
a decidir”. Claro que, ‘decidir’, como verbo transitivo que es, implica hacerlo
sobre algo y ahí nuestro “derecho” puede encontrarse limitado por la cosa sobre
lo que se decide y su licitud.
Hace años que vengo
escribiendo y diciendo que la permisividad y falta de actuaciones claras
por parte de los diversos gobiernos (de los últimos treinta y cinco años,
si no más), se ha traducido en la triste realidad del VALE TODO y NUNCA
PASA NADA. Sin ir más lejos, esta manifestación de “hechos consumados” que
hemos vivido el pasado domingo no es sino una consecuencia más de la misma.
Como ya dijo en su día José Mª Aznar, aunque creo que lo decía justamente en el
sentido contrario, se ha producido el efecto de la “lluvia fina” que, al final,
acaba calando tanto o más que un chaparrón.
Dicho esto, basta repasar
a grandes rasgos las principales causas, a mi juicio, de esta situación que nos
aboca a un final, cuando menos, incierto, si no definitivamente catastrófico:
1.- Un marco
constitucional, abierto en su Título VIII, que reconoce la organización del
Estado en Comunidades Autónomas, que muy pronto “evolucionaron” a “Nacionalidades”,
“Realidades Nacionales” y demás eufemismos para no llamar a las cosas por su
nombre que, como se ha visto, no tenían otro objetivo que atentar contra lo que
consagraba el Art. 2 de la Constitución: “la indisoluble unidad de la Nación
española”. Claro que si recordamos aquello de “La palabra nación es un concepto
discutido y discutible”, que dijo el anterior Presidente del Gobierno, adiós al
citado artículo.
No viene mal recordar el
pronóstico que, tan acertadamente, adelantó Fernando Vizcaíno Casas en su
“profético” libro titulado ‘Las Autonosuyas’, publicado en 1981, nada menos.
2.- Entre los
despropósitos conocidos y repetidos continuamente, el que para mí constituye la
clave de todo el desastre no es otro que la transferencia de las
competencias en Educación. Ni más ni menos que darle las armas al enemigo y,
además, pagarle las municiones que las alimentan. Algo así como introducir en
el ADN de las generaciones que nacieron a partir del 75 y siguientes una
‘célula cancerígena’ con los “caminos para la metástasis” ya garantizados
porque, no otra cosa significaba, darle, a los ‘reyezuelos’ separatistas la
capacidad de influir desde la edad preescolar en el sentimiento nacionalista
que, con toda seguridad, acabaría por prender desde el adoctrinamiento y la
inmersión lingüística, forzada a partir de entonces, ante la pasividad del
Estado. Es decir, se le dio la capacidad de “pastorear” conciencias.
3.- La utilización
insensata, y por desgracia creciente, por la mayoría de políticos y medios
de comunicación nacionales (públicos y privados) de numerosos términos en
las lenguas regionales. Se empezó, si no recuerdo mal, por aquel inocente
cambio de La Coruña por A Coruña (hasta ese momento reservado a indicadores –A
La Coruña…- en los que seguían los kilómetros que faltaban para llegar) en la
entonces N-6. Siguieron Lérida, Gerona, Orense, ciudades vascas, etc. En los
telediarios nacionales se habla siempre de Girona o de Lleida pero dicen
Londres y no London, por ejemplo, y estamos cansados de oír “la Generalitat” en
lugar de la Generalidad, como correspondería decir hablando en español.
Y esta es, precisamente,
otra de las aberraciones permitidas que se han ido ‘normalizando’: España
es la única Nación de habla hispana del mundo en la que no se habla español
sino ‘castellano’, algo que puedo afirmar por mis vivencias en diferentes
países de Hispano América en los que siempre se oye ‘hablamos en español’ y
nadie dice ‘en castellano’. En este sentido, recuerdo una anécdota de hace un
par de años, cuando pregunté al ponente de un seminario que repetía una y otra
vez lo de “castellano”, en referencia a nuestro idioma, por qué no decía
“español” si estábamos en Madrid, y su respuesta fue que “era mejor así para no
‘herir sensibilidades’ y evitar un ‘choque de trenes’ con posibles asistentes
de otras comunidades (sic)”. La pregunta surge sola: ¿Qué hemos hecho tan mal,
para que decir que en España se habla español, pueda producir un ‘cheque
de trenes’? Ahí la dejo.
A renglón seguido, cómo
no, se cambió la identificación de las placas de matrícula de los
vehículos de las provincias de estas regiones, autodenominadas como de
‘identidad propia”. Como si el resto de las regiones no la tuviéramos.
Y, lo más sorprendente, a
esta cesión continua no ha estado ajeno ninguno de los dos grandes partidos que
se consideran de ‘ámbito nacional’. Incluso, algún prócer con responsabilidades
nacionales en etapas anteriores de nuestra Historia más reciente, “padre” de la
Constitución y sin antecedentes nacionalistas conocidos, también ha sido más
que protagonista en el resurgir de ese ‘sentimiento’, casi ausente hace treinta
y cinco años, concretamente en nuestra querida Galicia.
4.- Los numerosos
incumplimientos de la sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional
en relación con la libertad de elección de enseñanza, ¿no cabría aquí también
el “derecho a decidir”?, y, recientemente, con la celebración de esa “consulta”
en Cataluña, también ‘prohibida’ por el TC. Tampoco ha pasado nada por no
cumplirla. Al menos hasta ahora.
5.- En esa misma línea de
“reconocimiento” permisivo de esas supuestas ‘nacionalidades’, hemos visto la
aparición de organismos supuestamente “nacionales”: Agencias de Meteorología,
Consejos Consultivos, Consejos Económico-Sociales, etc., acuñando, para los que
hasta entonces venían siendo Nacionales, de verdad, el término “Estatal”.
6.- No hay que dejar de
lado alguna intervención de nuestros políticos, alimentando, cuando no
impulsando, el sentimiento separatista. La más destacable, sin duda, la
del anterior presidente Rodríguez Z. cuando, en un mitin, anterior a las
elecciones de 2004, creo que fue en Zaragoza, le dijo a Maragall: “Pascual,
aprobaremos en Madrid lo que apruebe el Parlamento de Cataluña” que acabó con
la llamada a Arturo Mas, en el verano de 2010, para ‘acelerar’ lo que los
propios secesionistas dudaban.
En definitiva, durante
los treinta y seis años de vida que tiene nuestra Constitución, se ha ido
preparando, un ‘cocktail’ explosivo, con algunos ingredientes ya precocinados
que no estuvieron presentes cuando se concibió ¿o sí por parte de algunos?, y
con un ‘barman’, para rematarlo, aparentemente débil, como nos demuestra este
gobierno del PP y su “diálogo sin fecha de caducidad” y conversaciones ocultas, que
no puede presagiar un ‘final feliz’, si no se toman de inmediato las medidas
necesarias y, desde mi punto de vista, ya urgentes.
Seguiremos atentos a los
próximos días y las anunciadas actuaciones de la Fiscalía que, me temo, quedarán
en un “tirón de orejas”, si acaso.
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