Hoy contamos con una
nueva colaboración de Antonio de la Torre, que nos da su particular visión
sobre los resultados electorales del pasado 26 de junio. Unas opiniones con las
que muchos coincidimos…
Los amables lectores que
en estos dos últimos años han tenido la paciencia de leer algunos de mis
artículos, saben que, desde 2012 –cuando sólo publicaba en mi muro de
Facebook-, a los pocos meses de la llegada a la Moncloa de don Mariano Rajoy,
escribía en ellos no pocas críticas hacia su gestión –o falta de gestión, en
bastantes casos- desde la legitimidad de haber sido uno de sus casi once
millones de votantes que le dimos nuestra confianza el 20 de Noviembre de 2011
y mi descontento por el incumplimiento de las expectativas sembradas.
Muchos de esos casi once
millones de españoles, esperábamos algunas actuaciones de nuestro Presidente
que no llegaron entonces –dizque por la pavorosa situación económica heredada
del indolente Rodríguez- ni durante los cuatro años largos de legislatura:
derogación de la Ley de Memoria Histórica; una verdadera Ley de Educación;
auténtica despolitización de la Justicia; ajuste del gasto autonómico;
recuperación de competencias por el Estado; aplicación del Artículo 155 de la
Constitución –llegado el caso- y un largo etcétera que sería muy largo enumerar
y que se pueden encontrar en los mencionados artículos. Baste uno de ellos como
referencia este
artículo en el que preguntaba por el 155.
A lo largo de la citada
Legislatura (2011-2015) se han producido numerosas citas electorales, desde la
de Andalucía de Marzo de 2012 hasta la de Cataluña de Septiembre de 2015,
pasando por europeas, autonómicas –genéricas o ‘históricas’- y municipales, en
las que los resultados se tradujeron en reiterados avisos al “gobernante” que
no fueron escuchados o, en todo caso, mínimamente explicada la desatención al
votante descontento que le daba
la espalda en las urnas una y otra vez al Partido Popular.
El resultado fue que el
20 de Diciembre pasado se produjo el batacazo de los dos grandes partidos y la
irrupción, anticipada por las encuestas –esas que nunca aciertan, salvo cuando
se limitan a decir lo que es ‘vox pópuli’-, de esos dos partidos -que algunos
llaman emergentes, pero que yo prefiero llamar oportunistas, por eso de “a río
revuelto…”-, vendedores de ilusiones, decididas y trasnochadas o adaptables,
según vinieran del lado morado o del naranja, los dos, ‘oscuros’ en mi
percepción.
Vino entonces un periodo
en el que se fueron retratando algunos de esos ‘líderes salvadores de la
Patria’ –de lo que fuimos dejando constancia-,
durante el que pudimos ver –‘primera dama’ incluida- el intento desesperado de sobrevivir, de uno;
los cambios de criterio –por utilizar un eufemismo suave y no llamarlo
mentiras-, de otro y el cegamiento endiosado e iluso del tercero en discordia,
superior en estrategia y cabeza a los dos del “pacto de perdedores”, –ese falso ‘profeta’ bolivariano que venía a
“atar los perros con longanizas”, quitando a los ricos para repartirlo entre
los pobres, esos que su régimen produce por millones-, pero fuera de la
realidad, salvo de la suya. En definitiva, asistimos, durante tres meses, a un
juego de aficionados que no quisieron sentarse a la mesa con el único ‘jugador
profesional’, pese a las críticas más o menos justificadas –en el país de los
ciegos, el tuerto es rey: “al Gobierno se viene aprendido” les dijo en el
debate a cuatro “y no en prácticas”-, que sabía lo que
se traía entre manos y que terminó con lo que era evidente, un
doble fracaso de la pareja Sánchez y Rivera, matrimonio de conveniencia’, en el
fallido intento de hacer “reina por un día” al primero, para tratar de pasar a
“EX” en pocos meses –cuando mucho- y poderse aprovechar así de la ley que ‘se’
preparó ad hoc su antecesor en la Secretaría General del PSOE -ese que llegó al
poder desde la Estación de Atocha en Marzo de 2004 y que venía con el único
objetivo de “deconstruir” (que dirían algunos de nuestros famosos chefs) España
y que a punto estuvo de conseguirlo-, la ley que hace miembro del Consejo de
Estado al presidente saliente –y, de paso, a la Vice -.
El resultado de todos conocido fue la
convocatoria de nuevas elecciones generales, celebradas el pasado 26 de Junio,
que arrojaron unos resultados sorprendentes que no podía esperar ni el más fervoroso
seguidor del Partido Popular –salvo el director de la Razón, que se acercó
bastante (135 escaños había pronosticado) al resultado del ganador, que no al
tortazo del ‘sorpasso’-. De las empresas de encuestas no diré nada, pero no sé
si habrán devuelto sus, supongo, no baratos honorarios. Penoso el papelón de
todos esos ‘profetas’ del pasado tratando de explicar lo ocurrido después de no
dar ni una. Dejémoslo ahí.
Durante esos tres meses
citados y los otros tres de consumación del fracaso –inadmisible que los
diputados y senadores de este fiasco de legislatura hayan estado seis meses
cobrando un sueldo y demás prebendas, que no se han ganado en ningún caso-
algunos hemos venido recomendando serenidad y razón, frente a la visceralidad
de otros muchos, para evitar lo que hubiera sido un desastre –de muy difícil
compostura, si no imposible- para España que, afortunadamente, el pueblo
español, una vez más, ha evitado –al menos en parte- tras renacer del efecto
descontento-adormidera de Diciembre.
Los resultados de las
pasadas elecciones son de todos conocidos y no voy a reproducirlos aquí, pero
sí quiero resaltar lo evidente: 1.- El Partido Popular las ganó, con un
incremento significativo de más de seiscientos setenta mil votos y que todos
los demás –en mayor o menor medida- se “partieron los piños” –perdóneme el
indulgente lector la expresión- pese a los insistentes intentos de un destacado
sector de los medios de comunicación –antes de referencia liberal y ahora
dominados por el resentimiento, que alguno llegó a negarme- que no cejaron ni
por un momento en su cruento ataque contra el partido que también había ganado
las anteriores y, especialmente, contra su presidente y algunos miembros del
Gobierno en funciones. 2.- El PSOE de Pdr Snchz perforó el suelo ya
subterráneo, de Diciembre, pero se conformó con mantener la “Hegemonía de la
izquierda” (sic) -¿de qué se reiría al decirlo?- en lugar de presentar su
dimisión irrevocable –como ya debió haber hecho seis meses antes e hicieron
algunos de sus antecesores en trances menos duros-. 3.- Unidos Podemos perdió
casi un millón cien mil votos, o sea que, unidos con IU tampoco pudieron, pero
eso sí, han acabado por bastante tiempo con el inocente Garzón y su partido
–gracias Julio Anguita-, y 4.- La emergente naranja pasó de “mecánica a pocha”,
dejándose Ciudadanos más de trescientos noventa mil votos y ocho diputados,
casi ‘ná’ Alberto –también se reía con su ‘equipazo’, pulgar hacia arriba casi
todos ¿?-. Sigue aparcado por los tres el verbo dimitir.
Y ahora, alguna
propuesta, como adelantaba en el título, aparte de las que se puedan deducir de
lo escrito hasta ahora. En mi opinión, si el Partido Socialista, poco Obrero y
nada Español, recuperase sus siglas y, con ellas, el Sentido de Estado –con
otros personajes claro, porque Pdr Snchz, César Luena (el doctor), Antonio
Hernando (el portavoz encantado de haberse conocido), Óscar López (al que Luena
ha hecho ‘casi’ bueno) y el presidente en funciones del Congreso, el otro
López, don Patxi ‘Nadie’ (a partir de ahora, también, ‘El Breve’), entre otros
de menor ‘tronío’, creo que han demostrado que no sirven para esto y espero que
la reconstrucción del partido, muy necesario para España, se ponga en otras manos-, lo más conveniente
para los intereses de España –y para el propio PSOE, insisto, a medio plazo-
sería, en mi opinión, la coalición con el Partido Popular en un gran Pacto de
Estado –éste sí, con mayúsculas- poniendo sobre la mesa las grandes reformas
que resumía al principio, una legislatura corta, nuevas elecciones -en un par
de años como mucho- y que los españoles volvamos a decidir, que ya hemos
demostrado varias veces que somos capaces de enmendarles la plana a los
políticos. Este acuerdo pondría en su sitio, y en su papel meramente
testimonial, a Ciudadanos ¿otro
UPyD?, que no dio la talla de partido nacional –tampoco había dado
mucha como regional, opero se defendía con su discurso antinacionalista- y, sin
duda, relegaría a su verdadera dimensión a ‘Coleta Morada’ –la máxima que tuvo
IU en tiempos del Califa Rojo- si la Justicia y el fisco no lo ponen antes a
buen recaudo tras su más que aparente apología del terrorismo y presuntas
irregularidades en su financiación.
En el caso de que no se
produjera este gran Pacto de Estado con el PSOE, pero al menos el nuevo Comité
Federal apoyara la abstención en la investidura, Rajoy debería pedir esa misma
abstención a Ciudadanos -¿la obtendría?- y presentarse con un Pacto de
Investidura negociado con ambos, si fueran los dos necesarios para la
gobernabilidad –cada uno en su dimensión, claro-, y dispuesto a gobernar en
solitario durante ese tiempo corto y a emprender esas mismas reformas urgentes
en solitario y con los apoyos necesarios.
Tal vez puedan parecer
pretenciosas o incluso algo utópicas mis propuestas, pero creo que, si de
verdad existe algo de sentido de Estado en nuestros políticos y en nuestro Jefe
de Estado, se pueden realizar siempre que se antepongan los intereses de España
y de la gran mayoría de los españoles a los de unos pocos egoístas y ambiciosos
que no piensan en el bienestar general sino en su propio y único deseo de
sobrevivir y mantener el bienestar propio a costa de los Presupuestos
Generales, mientras duren, claro, antes de llevarnos a todos a la ruina.
Recordemos una frase de Margaret Thatcher que resume bien lo anterior: “No existe
el dinero público, existe el dinero del contribuyente”.
Y si la cerrazón de los
demás partidos y ese “todos contra el PP, todos contra Rajoy”, no permitiera la
Investidura y fuéramos –algo demencial- a unas terceras elecciones, allá por
Noviembre, me uno a la predicción de Albert Boadella, el Partido Popular
obtendría mayoría absoluta.
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