viernes, 23 de septiembre de 2016

MI QUERIDA ESPAÑA, ESTA ESPAÑA MÍA…, por @AntoniodlTL

Hoy en Desde el Caballo de las Tendillas contamos con una nueva colaboración de Antonio de la Torre que nos habla de la huella de España en Estados Unidos, una cuestión histórica que pasa desapercibida en nuestro País y que, sin embargo, es celebrada cada años en Estados Unidos.


La semana pasada  tuve el privilegio de asistir al acto organizado por The Hispanic Council, que se celebró en el salón de actos de la Deusto Business School en Madrid y, lo visto y escuchado allí, me hizo pensar en nuestra España, en medio de una mezcla de sentimientos contrapuestos: pena, desencanto, rabia  y, finalmente, envidia sana.

El acto en cuestión no fue otro que el Foro de la Herencia Hispana: “La huella de España en EEUU”, con motivo de la inauguración del Mes de la Herencia Hispana en EEUU. Sí, lo que han leído, por muy sorprendente que pueda resultarles. Porque no me negarán que les ha sorprendido, ¿verdad? Resulta que, en los Estados Unidos de América, dedican todo un mes a conmemorar la Herencia Hispana mientras en la todavía llamada por muchos países americanos –cada vez menos, por cierto- la ‘Madre Patria’, nuestra querida España, aquí se quiere renegar de la verdadera Historia en general y de esa gesta comenzada el doce de Octubre de 1492, en particular, que algunos tachan de “genocidio” indígena. Comprenderán ustedes, queridos lectores la mezcla de sentimientos que citaba antes.

Y, de ahí, me vino al recuerdo aquella bonita canción que nos dejó Cecilia, entre su corta discografía, después de que un trágico accidente segara su vida, cuyo título tomo prestado para encabezar mi artículo de hoy. Una canción incluida en su álbum ‘Un ramito de violetas’ de 1975 que, al parecer, fue “víctima” de la “terrible” censura franquista de “entonces” que, al parecer, cambió tres de los estribillos “Esta España viva, esta España muerta”, “…nueva, …vieja” y “…en dudas, …cierta” por el conocido estribillo común “Esta España mía, esta España nuestra”, que también figuraba en la versión original y se adoptó como único. Me pregunto qué epítetos hubiera puesto Cecilia de haber vivido la España de hoy, cuarenta años “de democracia” después. Invito a los lectores a buscar ambas letras, original y “censurada” en “San Google” –lo que hice yo- para comprobar la “dureza” de la censura, que no tendría que haber existido, de acuerdo, pero que no debe ser exagerada tampoco, sobre todo la que prácticamente no existía en los setenta, que yo los viví con más de veinte años, por lo que sé de lo que hablo y he vivido el abuso que se ha hecho del término ‘censura’ por todo ese submundo de la ‘cultura’ que tanto o más daño ha hecho a nuestra, repito -y no me cansaré de hacerlo-, querida España.

Pero, hecho este inciso, que consideraba oportuno, si no necesario, vuelvo al tema central de mi artículo, la celebración del Foro de la Herencia Hispana: “La huella de España en EEUU”, que consistió en una “mesa redonda en la que se analizó la contribución de España en la historia de EEUU, el rol de la comunidad hispana en la actualidad norteamericana y el escenario de cara a las elecciones presidenciales del próximo 8 de noviembre” en USA, que estuvo moderada por Daniel Ureña, Presidente de The Hispanic Council en la que intervinieron el escritor e investigador de cuestiones hispanas Borja Cardelús que “aseguró que hoy en día se está ‘trabajando para vender mejor y poner en valor la herencia hispana’, y  repasó la influencia histórica de España en Estados Unidos recordando que ‘las misiones españolas –allí- tenían como objetivo inculcar la cultura occidental a los nativos americanos y muchas de las grandes misiones españolas después se convirtieron en ciudades como San Francisco o San Diego’, entre otras” y que, “a pesar de la huella demostrada por parte de destacadas figuras, militares y religiosos españoles en la formación de EEUU, advirtió que ‘España ha hecho muy poca difusión de su labor en América y aún le queda mucho trabajo por hacer para recuperar la herencia hispana’.
El segundo ponente fue el malagueño Manuel Olmedo, una de las personas que más han trabajado para que la presencia de la Herencia Hispana en USA se haga patente, y que, en su calidad de Vicepresidente de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez, destacó el logro de haber conseguido que el que a finales del Siglo XXVIII fuera Gobernador de Luisiana y Virrey de Nueva España, que da nombre a la Asociación, Don Bernardo de Gálvez –malagueño de origen también- fuera “nombrado en 2014 Ciudadano Honorario de Estados Unidos y cuyo retrato se exhibe en la exposición permanente del Congreso más de 230 años después de que se decidiera en la cámara baja del país”, añadiendo que, “en el Congreso de los Diputados, hay pendientes dos proposiciones no de ley para reconocer la figura de De Gálvez”.

También hizo hincapié Olmedo en “uno de los puntos clave de la presencia hispana en EEUU: el uso del español y su crecimiento, alabando la tarea del Instituto Cervantes como medio para difundir nuestra cultura e idioma”.

Por último, intervino Julio Cañero, Director del Instituto Franklin de la Universidad de Alcalá, quién aseguró que “restablecer las relaciones y lazos de amistad entre España y EEUU ha costado mucho esfuerzo y tiempo”,  sobre todo, destacó, “después de que un político permaneciera sentado al paso de su bandera”, en clara alusión al desplante del irresponsable Rodríguez en aquel desfile de las FFAA. Habló de la actual campaña estadounidense y de la importancia del electorado hispano, “un grupo vital para ganar las elecciones y al que los políticos prestan cada vez más atención”.

Hecha la mención-crónica de lo principal que se dijo en la sesión sobre la Herencia Hispana en USA, dejo ahora unos breves comentarios sobre esos sentimientos enfrentados a los que me refería al principio: pena, desencanto, rabia  y, finalmente, envidia sana. El primero, pena, de ver cómo nuestra ansiada democracia ha traído, desde 2004, el despertar de “las dos Españas” de Machado, tirando por la borda el enorme sacrificio de muchos y no menos esfuerzo, de casi todos, llevado a cabo en la segunda mitad de los setenta, para acabar precisamente con eso, el enfrentamiento que dio lugar a una guerra civil en 1936-39, cuando esas posturas violentas e  intransigentes dieron lugar a tal anarquía que desembocó en el enfrentamiento de hermanos contra hermanos; en segundo lugar, desencanto, viendo que esos esfuerzos que algunos hacen por el bien de España y de su Historia no tengan el debido eco en la mayoría  medios de comunicación y tertulias –casi todos, diría mejor-, que no dudan en consumir tertulias, páginas y noticias en magnificar lo que rompe en lugar de los que une; no menos que los anteriores, rabia, porque el ‘pueblo soberano’ –ese término tan manido- sigue aguantando el ninguneo a que sus supuestos representantes políticos lo tienen sometido, sin que se produzca el más mínimo atisbo de manifestación pública o movimiento ciudadano y permitiendo insultos y vejaciones a los símbolos y leyes sin que nadie parezca dispuesto a acabar con semejante despropósito y, por último, sana envidia, cuando veo al pueblo norteamericano que no sólo no renuncia a sus orígenes, sino que les dedica nada menos que un mes al año para recordarlos y que, por mucho que se pueda enfrentar en las campañas electorales, cuando elige o sufren cualquier tipo de agresión, son todos contra el mundo, en lugar de seguir anteponiendo los intereses partidistas y particulares a los generales del Estado y respetan y defienden sus símbolos por encima de todo sin que unos descerebrados –que van en aumento- quemen la bandera o los retratos de su Jefe del Estado e insulten a su Gobierno –periodistas incluidos, cuando no protagonistas destacados- sin que pase nada en esa espiral de permisividad y de mal entendida “corrección política” en que se ha convertido nuestro pervertido sistema político.

Y, me temo, no tiene pinta la cosa de que haya un cambio significativo –y pacífico-, al menos en el corto plazo. Mientras tanto… Mi querida España, esta España nuestra… sigue desmoronándose.

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