Hoy en Desde el Caballo
de las Tendillas contamos con una nueva colaboración de Antonio de la Torre que
nos habla de la huella de España en Estados Unidos, una cuestión histórica que
pasa desapercibida en nuestro País y que, sin embargo, es celebrada cada años
en Estados Unidos.
La semana pasada tuve el privilegio de asistir al acto
organizado por The Hispanic Council, que se celebró en el salón de actos
de la Deusto Business School en Madrid y, lo visto y escuchado allí, me hizo pensar
en nuestra España, en medio de una mezcla de sentimientos contrapuestos: pena,
desencanto, rabia y, finalmente, envidia
sana.
El acto en cuestión no
fue otro que el Foro de la Herencia Hispana: “La
huella de España en EEUU”, con motivo de la inauguración
del Mes de la Herencia Hispana en EEUU. Sí, lo que han leído,
por muy sorprendente que pueda resultarles. Porque no me negarán que les ha
sorprendido, ¿verdad? Resulta que, en los Estados Unidos de América, dedican
todo un mes a conmemorar la Herencia Hispana mientras en la todavía llamada por
muchos países americanos –cada vez menos, por cierto- la ‘Madre Patria’,
nuestra querida España, aquí se quiere renegar de la verdadera Historia en general
y de esa gesta comenzada el doce de Octubre de 1492, en particular, que algunos
tachan de “genocidio” indígena. Comprenderán ustedes, queridos lectores la
mezcla de sentimientos que citaba antes.
Y, de ahí, me vino al
recuerdo aquella bonita canción que nos dejó Cecilia, entre su corta
discografía, después de que un trágico accidente segara su vida, cuyo título
tomo prestado para encabezar mi artículo de hoy. Una canción incluida en su
álbum ‘Un ramito de violetas’ de 1975 que, al parecer, fue “víctima” de la “terrible”
censura franquista de “entonces” que, al parecer, cambió tres de los
estribillos “Esta España viva, esta España muerta”, “…nueva, …vieja” y “…en
dudas, …cierta” por el conocido estribillo común “Esta España mía, esta España nuestra”,
que también figuraba en la versión original y se adoptó como único. Me pregunto
qué epítetos hubiera puesto Cecilia de haber vivido la España de hoy, cuarenta
años “de democracia” después. Invito a los lectores a buscar ambas letras,
original y “censurada” en “San Google” –lo que hice yo- para comprobar la “dureza”
de la censura, que no tendría que haber existido, de acuerdo, pero que no debe
ser exagerada tampoco, sobre todo la que prácticamente no existía en los
setenta, que yo los viví con más de veinte años, por lo que sé de lo que hablo
y he vivido el abuso que se ha hecho del término ‘censura’ por todo ese
submundo de la ‘cultura’ que tanto o más daño ha hecho a nuestra, repito -y no
me cansaré de hacerlo-, querida España.
Pero, hecho este inciso,
que consideraba oportuno, si no necesario, vuelvo al tema central de mi
artículo, la celebración del Foro de la Herencia Hispana: “La huella de
España en EEUU”, que consistió en una “mesa redonda en la que se analizó la
contribución de España en la historia de EEUU, el rol de la comunidad hispana en la actualidad
norteamericana y el escenario de cara a las elecciones presidenciales del próximo 8 de
noviembre” en USA, que estuvo moderada por Daniel Ureña, Presidente de The
Hispanic Council en la que intervinieron el escritor e investigador de
cuestiones hispanas Borja Cardelús que “aseguró que hoy en día se está
‘trabajando para vender mejor y poner en valor la herencia hispana’, y repasó la influencia histórica de España en
Estados Unidos recordando que ‘las misiones españolas –allí- tenían como objetivo
inculcar la cultura occidental a los nativos americanos y muchas de
las grandes misiones españolas después se convirtieron en ciudades como San
Francisco o San Diego’, entre otras” y que, “a pesar de la huella demostrada
por parte de destacadas figuras, militares y religiosos españoles en la
formación de EEUU, advirtió que ‘España ha hecho muy poca difusión de su
labor en América y aún le queda mucho trabajo por hacer para recuperar la herencia
hispana’.
El segundo ponente fue el
malagueño Manuel Olmedo, una de las personas que más han trabajado para
que la presencia de la Herencia Hispana en USA se haga patente, y que, en su
calidad de Vicepresidente de la Asociación Cultural Bernardo de
Gálvez, destacó el logro de
haber conseguido que el que a finales del Siglo XXVIII fuera Gobernador de
Luisiana y Virrey de Nueva España, que da nombre a la Asociación, Don Bernardo
de Gálvez –malagueño de origen también- fuera “nombrado en 2014 Ciudadano Honorario de
Estados Unidos y cuyo retrato se exhibe en la exposición permanente del Congreso
más de 230 años después de que se decidiera en la cámara baja del país”,
añadiendo que, “en el Congreso de los Diputados, hay pendientes dos
proposiciones no de ley para reconocer la figura de De Gálvez”.
También hizo hincapié
Olmedo en “uno de los puntos clave de la presencia hispana en EEUU: el uso del
español y su crecimiento, alabando la tarea del Instituto Cervantes como medio
para difundir nuestra cultura e idioma”.
Por último, intervino Julio
Cañero, Director del Instituto Franklin de
la Universidad de Alcalá, quién aseguró que “restablecer las relaciones y lazos de
amistad entre España y EEUU ha costado mucho esfuerzo y tiempo”, sobre todo,
destacó, “después de que un político permaneciera sentado al paso de su
bandera”, en clara alusión al desplante del irresponsable Rodríguez en aquel
desfile de las FFAA. Habló de la actual campaña estadounidense y de la importancia
del electorado hispano, “un grupo vital para ganar las elecciones y al que los
políticos prestan cada vez más atención”.
Hecha la mención-crónica
de lo principal que se dijo en la sesión sobre la Herencia Hispana en USA, dejo
ahora unos breves comentarios sobre esos sentimientos enfrentados a los que me
refería al principio: pena, desencanto, rabia
y, finalmente, envidia sana. El primero, pena, de ver cómo nuestra
ansiada democracia ha traído, desde 2004, el despertar de “las dos Españas” de
Machado, tirando por la borda el enorme sacrificio de muchos y no menos
esfuerzo, de casi todos, llevado a cabo en la segunda mitad de los setenta,
para acabar precisamente con eso, el enfrentamiento que dio lugar a una guerra
civil en 1936-39, cuando esas posturas violentas e intransigentes dieron lugar a tal anarquía
que desembocó en el enfrentamiento de hermanos contra hermanos; en segundo
lugar, desencanto, viendo que esos esfuerzos que algunos hacen por el bien de
España y de su Historia no tengan el debido eco en la mayoría medios de comunicación y tertulias –casi
todos, diría mejor-, que no dudan en consumir tertulias, páginas y noticias en
magnificar lo que rompe en lugar de los que une; no menos que los anteriores, rabia,
porque el ‘pueblo soberano’ –ese término tan manido- sigue aguantando el
ninguneo a que sus supuestos representantes políticos lo tienen sometido, sin
que se produzca el más mínimo atisbo de manifestación pública o movimiento
ciudadano y permitiendo insultos y vejaciones a los símbolos y leyes sin que
nadie parezca dispuesto a acabar con semejante despropósito y, por último, sana
envidia, cuando veo al pueblo norteamericano que no sólo no renuncia a sus
orígenes, sino que les dedica nada menos que un mes al año para recordarlos y
que, por mucho que se pueda enfrentar en las campañas electorales, cuando elige
o sufren cualquier tipo de agresión, son todos contra el mundo, en lugar de
seguir anteponiendo los intereses partidistas y particulares a los generales
del Estado y respetan y defienden sus símbolos por encima de todo sin que unos
descerebrados –que van en aumento- quemen la bandera o los retratos de su Jefe
del Estado e insulten a su Gobierno –periodistas incluidos, cuando no
protagonistas destacados- sin que pase nada en esa espiral de permisividad y de
mal entendida “corrección política” en que se ha convertido nuestro pervertido
sistema político.
Y, me temo, no tiene
pinta la cosa de que haya un cambio significativo –y pacífico-, al menos en el
corto plazo. Mientras tanto… Mi querida España, esta España nuestra… sigue
desmoronándose.
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