Hoy contamos con una
nueva colaboración de Antonio de la Torre, sobre el 20 de noviembre y lo
ocurrido en este día. Un interesante artículo que a muchos desvelará hechos
desconocidos…
Se produce este día, 20
de Noviembre, la concurrencia del aniversario de de tres hechos que pudieron
marcar, o marcaron, algunas etapas de la Historia de España, de la de verdad,
con mayúscula, y no de esa historieta que algunos se quieren inventar para
satisfacer su sectarismo o tratar de justificar una incomprensible postura de
intransigencia reviviendo odios que se intentaron cerrar, con generosidad de
unos y flexibilidad de otros -aunque no sé si juego limpio de todos-, en los
años de la Transición postfranquista -1976-80-. Por cierto, en los medios que
he repasado hoy, no veo la más mínima referencia a estos hechos, aunque no me
sorprende de nuestra prensa actual, no ajena a esta “deformación histórica”.
El primero de esos
hechos, en este caso, de los que pudieron marcar nuestra Historia de haberse
producido de otra forma, fue la muerte
de José Antonio Primo de Rivera. ¿Cómo hubiera sido la Historia sin su
asesinato? Nadie lo sabe.
Para el que no lo conozca
–que, entre nuestra “juventud mejor preparada de la historia” (víctimas de la
LOGSE y sucedáneos posteriores), serán bastantes o, si acaso, habrán oído
hablar de él como un “fascista” redomado (como tal aparece en no poca
bibliografía “objetiva” al respecto)- José Antonio era hijo del General del
mismo apellido -a la sazón Capitán General de Cataluña- que gobernó entre 1923
y 1930, tras el golpe de Estado ocurrido durante el reinado de Alfonso XIII,
que se negó a destituirlo pese a la petición del gobierno “legítimo”, que se
vio obligado a dimitir tras el
nombramiento por el Rey del citado General como Presidente del Gobierno, en
cuyo Manifiesto se dirigía al País y al Ejército con estas palabras: “Ha
llegado para nosotros el momento, más temido que esperado,…” y justificando que
se llegaba a esa situación para “la salvación de España de los profesionales de
la política” ¿Nos suena ese término a algo? Pues fue hace casi un siglo. Para
reflexionar al respecto y ver que nada es nuevo bajo el Sol.
José Antonio fue un
Abogado que, a los treinta años, fundó Falange Española, partido político de
inspiración socialdemócrata - Justicia Social y ambición histórica eran dos sus
afanes- desde los fundamentos cristianos que inspiraron su vida, detenido en
Madrid en Marzo de 1936 por el Gobierno del Frente Popular por ‘tenencia
ilícita de armas’ y trasladado en Junio a la prisión de Alicante, fue juzgado
por un ‘tribunal popular’ integrado por PSOE, UGT, PCE, CNT, FAI, IR, Unión
Republicana y Partido Sindicalista y acusado de “conspiración para un
levantamiento militar”, pese a llevar cuatro meses antes del 18 de Julio
encarcelado, y vilmente asesinado en la madrugada del mencionado día 20 de
Noviembre de 1936. Hace hoy, justo, ochenta años.
Hay quien dice que José
Antonio murió víctima de la antipatía de Franco hacia él -que era cierta y
recíproca, probablemente- que no quiso cambiar su vida por la del hijo de Largo
Caballero -entonces presidente de la República y socialista radical-, a lo que
Franco sí accedió pero que denegó el Consejo de Ministros del Frente Popular,
presidido por el anteriormente mencionado Largo Caballero, que no lo aprobó
tras pronunciar estas palabras: “No me obliguen ustedes a asumir el papel de
Guzmán el Bueno”. Y no hubo canje. Antes había habido otro intento a cambio de
treinta presos y seis millones de pesetas –de entonces- rehusado por Indalecio
Prieto. Por último y por iniciativa de Franco, el 4 de noviembre de 1936, se
intentó una última propuesta de canje por el líder socialista Graciano Antuña,
cautivo de los nacionales, más cuatro millones de pesetas (unos 8,6 millones de
euros al cambio actual), que tampoco resultó posible por negativa de nuevo del
gobierno del Frente Popular.
La otra versión, para mí
mucho más verosímil, es que José Antonio era un serio problema para Largo
Caballero –el Lenin español- e, indirectamente, para el propio líder soviético
Stalin, que ejerció gran influencia en
la zona republicana durante la Guerra Civil y del que Largo Caballero, era
“rehén”, al estar “hipotecado” por la URSS tras enviar las reservas de oro del
Banco de España a cambio de material bélico y que tenía un interés evidente en acabar
con el dirigente falangista. Sería muy ingenuo, por tanto, pensar que cuatro
anarquistas fanáticos pudieran acabar con José Antonio.
Quiero añadir, respecto
de José Antonio, las palabras que le dedicó Don Miguel de Unamuno –nada
sospechoso por cierto de ser falangista o franquista- después de escucharle un
discurso: “A José Antonio le he seguido con atención y puedo asegurar que se
trata de un cerebro privilegiado. Tal vez el más prometedor de la Europa
contemporánea”. Y termino esta pequeña reflexión joseantoniana con una de sus
últimas frases antes de su fusilamiento: “Ojala sea mi sangre la última que se
vierta en contiendas civiles”. Bibliografía hay, abundante, para el que quiera
saber más de este ilustre español que murió por defender Una, Grande y Libre
España. Merece la pena, creo.
El segundo de los hechos
que se rememora en este día es la muerte de Francisco Franco -también de
madrugada, y en la cama, para disgusto de sus enemigos, la mayoría recientes y
menor de cincuenta años, que ni lo conocieron-. Algunos han llegado a decir que
“para quitar protagonismo a la muerte de José Antonio” -hay estupideces para
todo-.
No me voy a extender
mucho en este segundo hecho en el que sí, su protagonista, marcó -a mi juicio
para bien- la Historia de España del Siglo XX. Por una serie de circunstancias
que están en los numerosos tratados, libros y escritos sobre la Guerra Civil,
Franco acabó liderando la contienda -que intentó evitar, según consta en la
carta que dirigió a Casares Quiroga, Ministro de la Guerra con Azaña, semanas
antes del 18 de Julio de 1936- después de una brillante hoja de servicios que
demostraba su entrega para la defensa de los intereses de España y que le
llevaron, por méritos de guerra, a ser el más joven General de su época. Lo más
destacado quizás fue su intervención en Marruecos o en haber cortado el intento
de golpe de Estado en Asturias, en 1934. La Historia deja constancia -y dejará
con mayor claridad aún- del papel de Franco en España a la que transformó –con
los matices que se quieran- de la miseria y anarquía que imperaban en la
Segunda República en una Nación unida y próspera que marcó hitos de desarrollo
económico y social en su última década de gobierno, pasando de una dictadura
tal vez totalitaria en los cuarenta -seguramente lógica después de una Guerra
Civil- a una autoritaria en los cincuenta y a la que se llamó orgánica en su
última etapa de los años sesenta y setenta. Sólo voy a añadir que visto lo
visto en estos últimos cuarenta años, con trece más ocho de gobierno
socialista, el intermedio de ocho del Partido Popular, que sigue ahora con un
nuevo periodo de cinco, los más de veinte de CiU en Cataluña y los treinta y
seis del PSOE en Andalucía, por citar sólo algunos de los casos más relevantes
en los que la corrupción ha sido la característica principal de sus mandatos
¿podemos imaginar qué hubieran sido cuarenta años con alguno de estos políticos
“demócratas” liderando una dictadura sin contestación? Aquí lo dejo, pero al
General Franco poco puede achacársele en ese campo.
Por último, la tercera de
las circunstancias “luctuosas” que se podría rememorar este día y que sí marcó
la Historia reciente, sería la “muerte” política de Rodríguez Zapatero que,
precisamente ese 20-N, de 2011, perdió las elecciones generales con Mariano
Rajoy, y dejó España casi de luto total en cuanto a valores, educación, crisis
social, renacimiento de las “dos España” de Machado y al borde del precipicio
económico, si no ladera abajo, después de dilapidar las reservas y la solvencia
política que se encontró a su trágica llegada en Marzo de2004 y su sorprendente
segundo periodo en el que los engaños sobre la economía y la crisis mundial,
que en España eran “brotes verdes”, permitieron casi completar un segundo
periodo que no pudo llegar a los cuatro años, gracias a Dios, añado.
Pero podríamos haber
celebrado hoy, también, y de manera rotunda,
los cinco años de la llegada del Partido Popular al Gobierno, que
también habría marcado la Historia reciente de España, con una mayoría
absoluta, me atrevería a decir que irrepetible y que, unida a la conseguida
unos meses antes a nivel local, provincial y autonómico, le hubiera permitido
dar la “vuelta al calcetín” que España necesitaba tras los nefastos siete años
y medio de la “banda” de ZP y sus mediocres, y eso, salvo un poco en el plano
internacional y, en cierta medida, en lo económico -por desgracia, a costa del pobre
contribuyente y no del gasto, como debería haber sido-, se quedó en el tintero
y con una muy débil -si no nula- esperanza de que en las actuales circunstancias
de Gobierno en minoría -todos contra el PP- pueda suponer una remota
posibilidad de recuperación de los niveles perdidos en estos, ya largos, doce
años. Vuelvo a recordar aquí ¿para
cuándo el programa, Sr. Rajoy?
En fin, y para poner una
nota de buen humor ante tanto deceso, remato esta serie rememorativa con otra a
título más personal. Celebro hoy también, esta vez sí se puede decir así, el
primer aniversario de la eliminación de mi segunda catarata ocular, la
izquierda por más inri, como no podía ser de otra forma en esta fecha tan señalada,
lo que me permite ver con toda nitidez (no sé si mereció la pena para lo que
hay que ver) el panorama político-social en el que se encuentra envuelta
nuestra querida España ¡Qué poco les hubiera gustado verla así a los dos
ilustres Españoles de bien que fallecieron este día! España está, en algunas
cosas, en la misma línea que originó el triste desenlace del año 36, aunque el
entorno europeo y mundial, global, y ciertas circunstancias socioeconómicas del
pueblo español -quiero pensar-, no prevean que el final pueda ser el mismo, al
menos en el corto plazo, pero no juguemos con la suerte que puede traer
nefastas consecuencias de las que, algunos, sabemos a lo que podrían llegar y
vuelta a empezar. Algo de lo que muchos no se quieren enterar.
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