Desde
que Albert Rivera dejó la casa de sus papis, esa Cataluña donde tenía su
acomodo, su plato de comida calentito y su camisa planchada, está como fuera de
lugar.
Se
independizó antes de que estuviera preparado para hacerlo, y se nos marchó a
los madriles, a hacer carrera. Pero desde que llegó a la capital del reino,
está que no le llega la camisa al cuello. Es como ese muchachito que se cree
mayor y se arrima a los mozalbetes, quienes de una patada en la espinilla le
envían al corro de los pequeños. Pero estos tampoco le dejan jugar con ellos, y
termina ignorado en un rincón, jugando solo y con la vela cayendo de su nariz.
No termina de adaptarse a la vida de la capital ni al mundo de los mayores. "Necesita mejorar", cual alumno al que se le atragantan las mates.
El Rivera político va dando cabezadas, ora a la derecha, ora a la izquierda, pero nadie le hace caso. Es como el morlaco que sale al ruedo desnortado y así sigue durante toda la faena. Ay Albert, terminarán por devolverte a los corrales. No es que hayas salido manso, es que aún no eres más que un becerro. Pero vamos a ver, jovencito, ¿eres de derecha, de izquierda o mediopensionista?
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