Escribía este artículo el sábado, mientras veía -en TVE- las
imágenes del previsible espectáculo que montaron las huestes nacionalistas, "distribuidas"
por TV3 al resto de cadenas. Aunque el motivo fuera más que justificado
-faltaría más-, la manifestación convocada ese día en Barcelona -en teoría para
demostrar la "unidad de España ante el terrorismo" yihadista, ¿y las
pancartas de denuncia?- se convirtió al final, desgraciadamente, en lo que me esperaba:
un show para mayor gloria del
creciente independentismo catalán, al que se le sigue consintiendo todo en esa
carrera desbocada hacia el abismo que puede representar -en uno u otro sentido-
el próximo 1 de Octubre.
Primera muestra de que se trataba de un montaje nacionalista:
Si se convoca una manifestación para que España muestre su rechazo al
terrorismo yihadista, ¿por qué el mensaje de la pancarta de cabecera estaba
escrito sólo en catalán? De nuevo, Corona y Gobierno de España, se prestan al
juego nacionalista con la justificación de que 'tenían que estar allí', tanto el
Rey como el Presidente del Gobierno, que no discuto, pero no permitiendo el más
que previsible protagonismo nacionalista.
Segunda muestra de lo mismo: So pretexto de homenajear a las
FF y CC de Seguridad del Estado, que sin duda se lo merecen -tal vez no tanto, por
lo que hemos sabido estos días, las más representadas allí (vi tras la pancarta
tan sólo una Guardia Civil y un Policía Nacional)-, las filas de la cabecera las ocupaban representantes de esos cuerpos -mozos y
policía urbana, principalmente-, y servicios de emergencias, evitando que el Rey llevara la pancarta,
como pretendían las CUPs, que consiguieron su objetivo -habían amenazado con no
asistir si presidía el Rey-. Y, perfectamente estudiado por la Asamblea
Nacional Catalana, a la que la Sra.
Colau encargó el "servicio de orden" -"de propaganda",
diría yo- tras los escoltas, aparecían los políticos: el Rey en el centro, separado del Presidente
del Gobierno por una joven -aparentemente musulmana (había que cuidar todos
los "detalles")-, los Presidentes
del Congreso y del Senado, algunos Ministros
del Gobierno de España, presidentes de CC.AA.
y representantes de partidos políticos, entre ellos el falso Rodríguez -asesor de Maduro y, según La Rambla Digital,
socio de Bono en la venta de barcos
a Venezuela- junto a su clon Sánchez y, al otro lado -naturalmente, en
el "extremo izquierdo" en sentido de la marcha-, PabLenin Iglesias, el no firmante del pacto antiyihadista -¿qué
hacía allí, aparte de chupar cámara?-.
A continuación, absolutamente pegados -que no unidos- a la
representación política -sin duda alguna estratégicamente colocada- la turbamulta
de "condolidos" por los atentados, portando docenas de banderas
estrelladas al viento -con largos palos para que se vieran bien- y ninguna Bandera de España en esa zona,
aunque se pudieron ver algunas -muy pocas por cierto-entre los manifestantes
más alejados de las zonas principales en algún barrido de cámaras ¿casualidad o
intención política de nuevo? Se ve que algunos -nacionales- entendieron mejor
que otros -nacionalistas- que, en teoría, no se trataba de una manifestación de
ideologías, sino contra la barbarie ¿Recordamos los atentados de París o de Berlín, por ejemplo, en los
que las manifestaciones de condena
fueron silenciosas y de unidad de verdad,
con todos los mandatarios internacionales entrelazados por el brazo en primera
fila, sin pancartas ni banderas y, cuando las hubo, eran de los respectivos
países. Curioso que ningún mandatario europeo acompañara a los nuestros -¿no querrían, prestarse al juego
nacionalista?-.
No faltaron "minutos de gloria" para esos
personajes atrabiliarios de la política catalana. Por un lado, el pariente "genético"
de los franceses, Oriol Junqueras,
repartiendo rosas -blancas, amarillas y rojas, simbolizando los colores del
escudo de Barcelona-. La ya citada Ada
Colau, encantada de haberse conocido y sonriendo como en las fotos que le
vimos el día de la masacre terrorista ¿tendrá un tic nervioso esta señora que
le produce esa mueca o no puede controlar la felicidad que siente ante las
cámaras? Curioso también el desplante del molt miserable Puigdemont al presidente gallego Alberto Núñez Feijóo, al que
"respondió" con la callada indiferencia a dos comentarios de éste. También
pudo verse al presidente cántabro, Miguel
Ángel Revilla -más conocido como "el rey de las anchoas" y,
últimamente, "economista" de cabecera de La Sexta-, a Susana Díaz, la "Sultana Andaluza" y al podemizado García-Page, entre otros reyezuelos autonómicos -¿será por
presidentes en este país?-.
Cerraron el "sentido
homenaje" a las víctimas del atentado,
para completar el
amedrentamiento al yihadismo, una tal Miriam
Hatabi, portavoz de IBN BATTUT -que demostró su perfecta integración
catalanista- y la "españolaza" Rosa
Mª Sardá -"hermana de su hermano" Javier, otro que tal pero que, en un posible rapto de sensatez, ha
llegado a criticar el show ¿cómo habrá sido de evidente?-. Ambas leyeron,
alternándose, un "manifiesto", principalmente en catalán, para,
después del repetido mensaje de la convocatoria, "No tenemos miedo" -siempre, repito, en catalán-, tener
el "detalle" de leer una frase en Español, cada una, y unos versos de
Lorca, la segunda.
El comentarista de TVE -sí, la de todos los españoles-,
que parecía más bien de la distribuidora TV3-, dijo literalmente: "Una Plaza de Cataluña que ha vibrado
con el manifiesto leído"-debo ser bastante insensible, porque no me
emocioné nada escuchando el panfleto-, mientras las cámaras enfocaban pancartas
con el lema de la manifestación y otras -en catalán o en inglés- con acusaciones
directas al Rey: "Felipe, el que
quiere la paz, no trafica con armas" y demás lindezas -libertad de
expresión, lo llaman algunos, mientras las palabras de un sacerdote son censuradas
por decir que "hay que hacer algo más que poner velas y rezar"-.
Nuestras autoridades parecen no
enterarse de que una manifestación -o mil- "por
la paz y contra el terrorismo", se queda en una iniciativa y una frase,
inútiles si no se acompañan de medidas firmes contra los asesinos. El sábado se
demostró la "unidad de cada uno
consigo mismo", porque no hubo otra, que algunos interesados -separatistas
y podemitas- llaman "pluralidad".
Ante los abucheos, Mariano Rajoy
dijo: "Las afrentas de algunos no las hemos escuchado" -perfecto,
pero se queda en una frase más ya que sí se escucharon y vieron en todo el
mundo gracias a no controlar ni la retransmisión-, mientras Núñez Feijóo no se
anduvo con eufemismos y llamó a los separatistas
lo que son, miserables. Definitivamente,
y desde la legitimidad de que, pese a mi creciente cabreo con Mariano Rajoy, seguí
votando al PP en Diciembre de 2015 y Junio de 2016, tengo que decir que nuestro
actual Presidente del Gobierno parece no tener arreglo y urge un cambio de
líderes al frente del, todavía, menos malo de los partidos políticos y único
que podría representar alguna esperanza. Los actuales no han sabido -o no han
querido, que sería aún peor- aprovechar la oportunidad de 2011 y el posterior apoyo
en las dos últimas elecciones generales.
Y los muertos, R.I.P. -lo que menos
le importaba a los separatistas el sábado- son ya dieciséis. Unos separatistas
que, cuarenta y ocho horas después, dieron una vuelta de tuerca más a su marcha
rupturista registrando una "ley para el día después" en el
mayoritariamente sedicioso parlamento catalán, que no es otra cosa que los
pasos de un "golpe de Estado
anunciado", mientras nuestra Fiscalía General sigue de vacaciones,
nuestros gobernantes sin aplicar el Art. 155.1 y 2, y nuestro Ejército, con S.
M. el Rey como Jefe de las Fuerzas Armadas a la cabeza, mirando de reojo, si
acaso, el Art. 8.1. Está muy bien eso de esperar a que "se consume"
el delito para castigar, pero no parar al que "cuchillo en mano" va a
asestar la puñalada -por eso de no "atentar contra la libertad",
dicen muchos- puede acarrear males mayores, si no irreparables por la vía
pacífica. Como ya he dicho en alguna ocasión: "Actuar entraña
responsabilidad, no hacerlo, también", tal vez más.
Ojalá me equivoque, pero yo lo veo
así. Que Dios reparta sentido común a algunos. Huele a nuevas elecciones.
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