Jesús Castizo, amigo y
colaborador de Desde el Caballo de las Tendillas, nos trae hoy su visión sobre
un tema de actualidad. Como siempre nos da su particular visión sobre las cosas.
¡Se abre el debate!
No, no soy católico, ni
soy cristiano ( aunque gran parte de mi educación transcurrió en un colegio
Salesiano ), pero ante todo respeto la labor pastoral, caritativa y de ayuda de
gran parte de la iglesia de base, esa que no se rodea de boato, que no disfruta
de retiros dorados en áticos de
lujo, que a la chita callando tanto dolor y sufrimiento
alivia, ya sea en España o jugándose la salud y la vida en
tantas misiones y países desgarrados por el hambre, la miseria y las
interminables guerras alimentadas y mantenidas por Occidente en base a sus
propios intereses.
Lo respeto y lo acepto como una opción vital y plenamente comprometida,
una decisión tomada con plena conciencia y libertad por una mente adulta y
consciente de su realidad y el complejo y confuso mundo en que le ha tocado vivir.
Y por tanto me causa asombro que dicha opción sea inculcada en mentes
aun por desarrollar, a base de principios como que el hombre no puede ser feliz por si
mismo, o que solo existe un origen divino del
cosmos sin intervención del caos ni el azar (o sea, la
teoría del diseño inteligente, extremadamente cercana al creacionismo).
Principios que chocan frontalmente contra la educación científica y racional,
con el pensamiento ilustrado y que parecen retrotraernos varios siglos en la
historia.
Y más asombro me produce, llegando a sumirme en inquietud y desazón,
cuando leo y escucho las noticias de las barbaries y atrocidades del estado
islámico, que ya no solo se dirigen contra algo tan sagrado como la vida humana
a través de asesinatos, genocidios, violaciones o ejecuciones sumarias, sino contra el patrimonio cultural y
artístico de la humanidad, un patrimonio atesorado y
conservado durante siglos que las piquetas y acciones de estos modernos
vándalos han hecho esfumarse en unas pocas horas.
Porque, desde el absoluto respeto a las creencias personales, me
gustaría que algún católico me explicara cómo entre, por un lado, inculcar
a un niño que solo podrá ser feliz con la ayuda de Dios en un
universo creado y diseñado por designio divino y, por otro, hacer que
obedezca y acate dichos designios (que por muy irracionales e inmorales que
parezcan al creyente al provenir de dios no deben ser explicados ni
justificados) no hay un minúsculo paso. En el momento en que dichos designios y
mandatos caen bajo la interpretación de una jerarquía religiosa (ni
el Corán ni los evangelios recordemos que son libros de Historia), ya sea la
católica o la islámica, ¿nadie percibe el peligro para el desarrollo de
una mente, inquieta, curiosa, libre y tan fácilmente moldeable como la de
un niño o adolescente?
Y lo peor es que esta doctrina se imparte a través de profesores,
nombrados y cesados fuera de todo control de la administración (y
recordemos despedidos por motivos como un casarse con una persona
divorciada) y pagados con el dinero de todos los
contribuyentes.
Entiéndanme, no me opongo a que los padres, como adultos responsables
de la educación de sus hijos, decidan educar a estos en aquellos valores que
son suyos (ya sean los de la religión católica, islámica o cualquier
otra). Pero si me opongo a que esta educación sea pagada, sostenida y
financiada por todos los españoles vía impuestos, e impartida dentro de centros
públicos y en horario escolar. No me basta con un estado aconfesional,
quiero un estado moderno y laico donde esté clara la separación entre el ámbito
público y el privado. Incluso no me opondría a una asignatura como “Historia de
las religiones”, pues no desdeño su enorme e inestimable peso en los orígenes,
evolución y valores de la sociedad occidental y europea.
Porque incluso en países tremendamente conservadores y religioso como
son EEUU tienen clara esta separación, algo que se puede observar hasta en una
serie como Los Simpson, que a pesar de ser cómica, en en fondo es (al
menos en su intención inicial) un ácido y satírico reflejo de la clase media
estadounidense.
Eduquemos a los niños, sí, pero, pero eduquémosle en valores
universales y compartidos y recogidos en documentos tan valiosos como la
Declaración de los Derechos del Hombre o del Niño.
Unamos y no dividamos.
Cuando se dicen tantas verdades, creo que no hace falta añadir nada mas. Solo dar la enhorabuena al que lo ha escrito, y pedirle que siga haciendo lo mismo.
ResponderEliminarMi mas enhorabuena, por tan buen articulo.