De toda esta maraña que
se ha generado con las últimas elecciones generales, con la irrupción de nuevas
formaciones, unido al caos que se vive en Cataluña, lo único que estoy sacando
en claro es que el sistema de elección de nuestros representantes se ha de
cambiar. Y se ha de cambiar para hacerlo más cercano al ciudadano y para que,
por lo tanto, se genere un vínculo directo entre representante y representado.
Y la única opción que se me ocurre es la del sistema de circunscripción
unipersonal a doble vuelta. Aunque este sistema no sea del agrado de los
partidos políticos, que perderían gran parte del poder que actualmente tienen.
Y además los números
cuadran, porque de la división del censo entre los 350 diputados que se eligen
nos sale un número aproximado de 100 mil; es decir, se podrían dividir las
circunscripciones en 100 mil votantes, aproximadamente, eligiendo cada una a un
diputado.
Con este sistema, del que ya hemos hablado en Desde el Caballo de las Tendillas, se
lograría que los partidos políticos celebraran verdaderas primarias para elegir
a cada candidato y que este conociera a sus electores, porque se preocuparía de
darse a conocer para ser votado. Y además el compromiso principal del diputado
sería con su circunscripción, no con su formación política, lo que ayudaría a
lograr acuerdos y consensos, porque estos dependerían de la decisión del
político y no del partido. Es decir, el político, ante una situación como la
que se está viviendo, podría negociar con el candidato a Presidente inversiones
en su circunscripción en beneficio de sus representados, lo que facilitaría
llegar a acuerdos sin la disciplina de partido de por medio, porque tendría que
rendir cuentas ante sus votantes, no ante los dirigentes de su partido
político.
Soy consciente de que
esta propuesta es una quimera, pero creo que sería un cambio a mejor, que
revitalizaría la vida política y la haría mucho más cercana a la gente. Algo
que todos demandamos.
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