lunes, 28 de marzo de 2016

EL POPULISMO NI ES IDEOLOGÍA, NI ES DE DERECHAS, NI ES DE IZQUIERDAS. Por @QuijoteySanchez

Los lunes en Desde el Caballo de las Tendillas es el día #RED,  y hoy presentamos otro blog de la Red de Blogs Comprometidos, “Entre flechas amarillas”, del amigo Antonio Román Sánchez Rodríguez. Un blog muy interesante y variado, en el que habla de muchas cosas; el post que os traemos hoy analiza el populismo desde una perspectiva filosófica. ¡Feliz día!


El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica”- Mariano Carlos Grondona-.

“El que tenga ojos que vea, dice la Biblia. El que tenga oídos que oiga: una pobreza que va rondando ya ochenta y tanto por ciento, ya se habla en Venezuela de la clase F. Mira, este 85% de miseria, eso espanta, eso sí es el miedo que yo cargo por dentro, no es el miedo a un candidato, no el miedo al futuro. Es el miedo al presente, a que se está hablando incluso de la clase F en Venezuela, que hay un millón de niños abandonados por todas partes; un gobierno que no gobierna, la corrupción desmedida, y ahora sumémosle el descenso vertiginoso del precio del barril del petróleo a 8 dólares”. Hugo Chávez entrevistado por Alberto Barrera Tyszka en 1998 Fuente.

"Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida" -Eva Perón-

¿Qué es populismo? En síntesis podríamos afirmar que es un concepto político que se define como una amalgama de movimientos sociales que rechazan a los partidos políticos tradicionales y combaten a las clases dirigentes proponiendo un adanismo salvífico. Tiene en común con cualquier tipo de totalitarismo fascista o marxista, la sumisión del hombre a la colectividad dirigida por un líder. Pero a diferencia de la ideología, que pretende convertir una idea parcial en universal e imponerla bien por medios democráticos o revolucionarios, el populismo carece de Idea en sentido platónico. Su esencia es la deconstrucción de los valores y principios destruyendo las Instituciones, para fabricar la verdad, “vox populi, vox dei”, reza el proverbio latino.

“Había yo entendido y aceptado la política en cuanto tal, irreductible a la moral; a partir de entonces ya no trataría nunca más de dar prueba de mis buenos sentimientos ni en mis afirmaciones ni con firmas (en desplegados y manifiestos). Pensar la política es pensar a los actores, por consiguiente, analizar sus decisiones, sus objetivos, su universo mental. El nacionalsocialismo me había enseñado el poder de las fuerzas irracionales. Max Weber la responsabilidad individual, no tanto la responsabilidad de sus intenciones, sino de las consecuencias de las decisiones que uno toma”- Raymond Aron-. Y es que en política como afirma igualmente Aron, uno elige a sus adversarios, no a sus aliados. La filosofía en cierta manera cuando se enfrenta a los políticos profesionales, participa de la anamnesis de Platón cuando intentando reconducir las acciones del tirano de Siracusa, fue hecho esclavo y vendido como tal en la Plaza de Egina. Weber pensaba que las virtudes del político eran incompatibles con las del científico y el filósofo, y en un escenario de decadencia moral y relativismo axiológico, las virtudes del político son igualmente incompatibles con las de cualquier ciudadano libre entendido como persona dotada de capacidad de juicio, criterio y formado para ser hombre libre e inmune a demagogos y medios de comunicación al servicio del poder.

Ahora bien, ¿el político profesional y el filósofo discuten los mismos problemas? Como todo lo humano, ha de afirmarse que sí, si bien los enfoques son diferentes así como sus niveles de abstracción. Aron al reinterpretar el marxismo como ejemplo de conocimiento histórico, resumió sus tres interpretaciones fundamentales: la de reducir el marxismo a leyes del devenir histórico, la del existencialismo de Sartre y Merleau-Ponty y la de Althusser y su ruptura epistemológica que lo llevó a afirmar que las ideas de Marx habían sido malentendidas especialmente por los marxistas.


“Marx concibe el movimiento social como un proceso histórico-natural regido por leyes, que no solo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que además determinan su voluntad, conciencia e intenciones”-Kaufman- En otras palabras, Marx buscaba las leyes de funcionamiento del capitalismo para buscar las leyes que derivaran a su transformación en otro régimen.

Marx dejó clara su estrategia en el Prefacio de El Capital: “El físico observa los procesos naturales allí donde éstos se presentan en la forma más ostensible y menos velados por influencias perturbadoras, o procura realizar en lo posible sus experimentos en condiciones que garanticen el desarrollo del proceso investigado en toda su pureza. En la presente obra nos proponemos investigar el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden. El hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras investigaciones teóricas”.

Es decir, Marx se comporta como un físico en cuanto a su metodología para elaborar teorías científicas, pero dado que es imposible construir cualquier ciencia, sabiduría, conocimiento u opinión fuera de un marco de valores, teoriza para fundamentar su ideología y hacerla hegemónica. En el siguiente texto del Prólogo a la crítica de la economía política se resumen las conclusiones a las que llega: “He aquí, en pocas palabras, el resultado general al que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios. En la producción social de su existencia, los hombres tratan relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el que se erige un edificio jurídico y político, y al que corresponden formas determinadas de la conciencia social. El modo de producción de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política e intelectual. No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia; al contrario, es su existencia social la que determina su conciencia”.


Sartre y M. Ponty plantean en su interpretación del marxismo la primacía gnoseológica de la subjetividad, a diferencia de Marx, no es la existencia social la que determina su conciencia porque la realidad es anterior a la realidad objetiva. En otras palabras, la realidad está constituida por hombres que piensan y actúan, y tienen proyectos e intenciones y perciben la realidad con carga de subjetividad, como un “no es lo mismo llamar que levantarse a abrir”, como una visión del Camino de Santiago por ejemplo sobre si se siente uno capaz de acometer su peregrinación, o se siente enfermo, preso de los miedos, o ya viejo y evocador de esas etapas que realizó en el pasado. En palabras de M. Ponty: “una conciencia para la que el mundo está ya dado y que lo considera ya constituido no elige en absoluto ni su ser ni su manera de ser”.

En cuanto a la modificación esencial que pretende introducir Althusser es la relativa a la ideología. Si el marxismo es una teoría científica del capitalismo, ¿en qué se diferencia de la ideología para oponer ésta a la ciencia? Pues no le queda otro camino que afirmar que en todas las formaciones sociales hay una instancia (en lenguaje marxista) ideológica igual que hay otra económica o política. La ideología en definitiva como instancia está destinada a actuar en el espíritu de los hombres para justificar o criticar el régimen existente. De esta forma, la idea se anuda al combate político como instrumento. Y ello conduce al lector del periódico, de blogs, escuchante de tertulias, al ciudadano que participa en las Redes Sociales y en los movimientos sociales, a convertirse en estos actos cotidianos en pensadores y actores del momento histórico, en palabras de Hegel: “la plegaria de la mañana ( scil. la lectura de la prensa) en el siglo histórico”.

Hemos hecho un breve resumen para afirmar que la ideología tenga pretensión de teoría científica, de búsqueda de la verdad, como instrumento o como un humanismo a la manera existencialista, se diferencia esencialmente del populismo en el hecho de que toda teoría por definición ha de eliminar la demagogia y en todo caso, impedir que las conclusiones de sus investigaciones no estén condicionados por un a priori subjetivo, es decir, que la ideología condicione de antemano los resultados de la investigación.

Nos afirmaremos como Gustavo Bueno en la idea de que no hay un único concepto de Izquierda y otro de Derecha: “Hay muchas personas que hablan de la Izquierda, en singular, creyendo referirse a una supuesta actitud o concepción unitaria ante la política y ante la vida que ellos dicen asumir. Así hablaba Simone de Beauvoir: La verdad es una, el error es múltiple; por tanto no es raro que la derecha sea plural (de donde se deduce que según ella, la Izquierda es única). Pero quienes así se expresan lo hacen de un modo mítico, según la forma del mito propio de la prosopopeya o sustantivación. Porque la Izquierda en singular, no existe”.

El populismo no tiene encaje entre derechas ni izquierdas ni entre ideologías. La ideología es un conjunto de ideas con pretensión de verdad para canalizar intereses de un grupo y oponerse a otros, y en cuanto a su concepción dialéctica se la debemos a Marx. Pero una ideología no es falsa necesariamente por ser partidista sino por su sumisión a las condiciones que exige la ciencia para con las teorías científicas que Popper exige que sea el concepto de falsación. Si una teoría no puede ser falsada, hablamos de metafísica, de retórica, de demagogia, pero no de ciencia. Y ahí encontramos el hueco conceptual para el populismo: su incapacidad de someterse a parámetros científicos y su instalación fuera de toda ideología teorizada y sistematizada. En otras palabras, si yo afirmo que en planetas lejanos viven los antiguos habitantes de la Atlántida, nadie me podrá refutar mi creencia, pero no puedo pretender convertirla en teoría científica.

Eso es lo que le ocurre al populismo, porque su prédica reviste la estructura del mito, de conceptos mágicos, adánicos, paradisíacos aludiendo a brindis al sol a los que nadie puede oponerse: paz, igualdad, libertad, pueblo, derecho a vivienda digna, trabajo digno..., pero sin sustanciar cómo llevar a cabo la empresa atendiendo a la racionalidad de los medios y de los recursos disponibles. Y como toda religión, nace con pretensión de convertirse en una casta de dirigentes casta, pura, es decir libre de pecado original político como definición del nuevo hombre incorruptible y virtuoso. En definitiva, la irrupción del hombre ideal que ni existe ni coexiste dirigiendo la Asamblea en la Plaza Pública en nombre de Su Majestad el Pueblo alentando el odio de clases y buscando enemigos exteriores.

Enrique Krauze hace un decálogo muy certero del populismo.

Y Gloria Álvarez, afirma que la batalla a librar no es entre izquierdas y derechas, sino entre Populismo versus República o Monarquía Parlamentaria.


En ese discurso de 2014 en Zaragoza organizada por Red Iberoamericana LIDER, Gloria Álvarez nos dejó la siguiente definición de Populismo: “Es el atajo por el cual jugamos con las pasiones e ilusiones, con el ideal de las personas para prometer lo que es imposible aprovechándose de la miseria de la gente, dejando fuera absolutamente toda la razón y la lógica en la toma de las decisiones. Juega con la necesidad para sencillamente imponer una dictadura. Juega con la necesidad de nuestros pueblos”.

El Populismo no es pues ni de derechas ni de izquierdas y carece de ideología en el sentido de imposibilidad de sistematizar su corpus teórico por no poder someterse a los criterios que exigen las teorías científicas, pero juega hábilmente con nuestras ilusiones y esperanzas y con la complicidad de los medios de comunicación. La democracia permite como reglas de juego su propia autodestrucción por medio de las urnas, como nos enseñó Weber, uno ha de tomar conciencia de las consecuencias de las decisiones que  toma.

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