Los lunes en Desde el
Caballo de las Tendillas es el día #RED,
y hoy presentamos otro blog de la Red de Blogs Comprometidos, “Entre flechas
amarillas”, del amigo Antonio Román Sánchez Rodríguez. Un blog muy
interesante y variado, en el que habla de muchas cosas; el post que os traemos
hoy analiza el populismo desde una perspectiva filosófica. ¡Feliz día!
“El populismo ama
tanto a los pobres que los multiplica”- Mariano Carlos Grondona-.
“El que tenga ojos que
vea, dice la Biblia. El que tenga oídos que oiga: una pobreza que va rondando
ya ochenta y tanto por ciento, ya se habla en Venezuela de la clase F. Mira,
este 85% de miseria, eso espanta, eso sí es el miedo que yo cargo por dentro, no
es el miedo a un candidato, no el miedo al futuro. Es el miedo al presente, a
que se está hablando incluso de la clase F en Venezuela, que hay un millón de
niños abandonados por todas partes; un gobierno que no gobierna, la corrupción
desmedida, y ahora sumémosle el descenso vertiginoso del precio del barril del
petróleo a 8 dólares”. Hugo Chávez entrevistado por Alberto Barrera Tyszka
en 1998 Fuente.
"Si este pueblo
me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo
descamisado vale más que toda mi vida" -Eva Perón-
¿Qué es populismo? En síntesis
podríamos afirmar que es un concepto político que se define como una amalgama
de movimientos sociales que rechazan a los partidos políticos tradicionales y
combaten a las clases dirigentes proponiendo un adanismo salvífico. Tiene en
común con cualquier tipo de totalitarismo fascista o marxista, la sumisión del
hombre a la colectividad dirigida por un líder. Pero a diferencia de la
ideología, que pretende convertir una idea parcial en universal e imponerla
bien por medios democráticos o revolucionarios, el populismo carece de Idea en
sentido platónico. Su esencia es la deconstrucción de los valores y principios
destruyendo las Instituciones, para fabricar la verdad, “vox populi, vox
dei”, reza el proverbio latino.
“Había yo entendido y
aceptado la política en cuanto tal, irreductible a la moral; a partir de
entonces ya no trataría nunca más de dar prueba de mis buenos sentimientos ni
en mis afirmaciones ni con firmas (en desplegados y manifiestos). Pensar la
política es pensar a los actores, por consiguiente, analizar sus decisiones,
sus objetivos, su universo mental. El nacionalsocialismo me había enseñado
el poder de las fuerzas irracionales. Max Weber la responsabilidad individual,
no tanto la responsabilidad de sus intenciones, sino de las consecuencias de
las decisiones que uno toma”- Raymond Aron-. Y es que en política como afirma
igualmente Aron, uno elige a sus adversarios, no a sus aliados. La filosofía en
cierta manera cuando se enfrenta a los políticos profesionales, participa de la
anamnesis de Platón cuando intentando reconducir las acciones del tirano de
Siracusa, fue hecho esclavo y vendido como tal en la Plaza de Egina. Weber
pensaba que las virtudes del político eran incompatibles con las del científico
y el filósofo, y en un escenario de decadencia moral y relativismo axiológico,
las virtudes del político son igualmente incompatibles con las de cualquier
ciudadano libre entendido como persona dotada de capacidad de juicio, criterio
y formado para ser hombre libre e inmune a demagogos y medios de comunicación
al servicio del poder.
Ahora bien, ¿el político
profesional y el filósofo discuten los mismos problemas? Como todo lo humano,
ha de afirmarse que sí, si bien los enfoques son diferentes así como sus
niveles de abstracción. Aron al reinterpretar el marxismo como ejemplo de
conocimiento histórico, resumió sus tres interpretaciones fundamentales: la de
reducir el marxismo a leyes del devenir histórico, la del existencialismo de
Sartre y Merleau-Ponty y la de Althusser y su ruptura epistemológica que lo
llevó a afirmar que las ideas de Marx habían sido malentendidas especialmente
por los marxistas.
“Marx concibe el
movimiento social como un proceso histórico-natural regido por leyes, que
no solo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los
hombres, sino que además determinan su voluntad, conciencia e
intenciones”-Kaufman- En otras palabras, Marx buscaba las leyes de
funcionamiento del capitalismo para buscar las leyes que derivaran a su
transformación en otro régimen.
Marx dejó clara su
estrategia en el Prefacio de El Capital: “El físico observa los procesos
naturales allí donde éstos se presentan en la forma más ostensible y menos
velados por influencias perturbadoras, o procura realizar en lo posible sus
experimentos en condiciones que garanticen el desarrollo del proceso
investigado en toda su pureza. En la presente obra nos proponemos investigar el
régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación
que a él corresponden. El hogar clásico de este régimen es, hasta ahora,
Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras
investigaciones teóricas”.
Es decir, Marx se
comporta como un físico en cuanto a su metodología para elaborar teorías
científicas, pero dado que es imposible construir cualquier ciencia, sabiduría,
conocimiento u opinión fuera de un marco de valores, teoriza para fundamentar
su ideología y hacerla hegemónica. En el siguiente texto del Prólogo a la
crítica de la economía política se resumen las conclusiones a las que llega:
“He aquí, en pocas palabras, el resultado general al que llegué y que, una vez
obtenido, me sirvió de hilo conductor en mis estudios. En la producción social
de su existencia, los hombres tratan relaciones determinadas, necesarias,
independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un
determinado grado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El
conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, el
fundamento real sobre el que se erige un edificio jurídico y político, y al que
corresponden formas determinadas de la conciencia social. El modo de producción
de la vida material domina en general el desarrollo de la vida social, política
e intelectual. No es la conciencia de los hombres la que determina su
existencia; al contrario, es su existencia social la que determina su
conciencia”.
Sartre y M. Ponty
plantean en su interpretación del marxismo la primacía gnoseológica de la
subjetividad, a diferencia de Marx, no es la existencia social la que determina
su conciencia porque la realidad es anterior a la realidad objetiva. En otras
palabras, la realidad está constituida por hombres que piensan y actúan, y
tienen proyectos e intenciones y perciben la realidad con carga de
subjetividad, como un “no es lo mismo llamar que levantarse a abrir”, como una
visión del Camino de Santiago por ejemplo sobre si se siente uno capaz de
acometer su peregrinación, o se siente enfermo, preso de los miedos, o ya viejo
y evocador de esas etapas que realizó en el pasado. En palabras de M. Ponty:
“una conciencia para la que el mundo está ya dado y que lo considera ya
constituido no elige en absoluto ni su ser ni su manera
de ser”.
En cuanto a la
modificación esencial que pretende introducir Althusser es la relativa a la
ideología. Si el marxismo es una teoría científica del capitalismo, ¿en qué se
diferencia de la ideología para oponer ésta a la ciencia? Pues no le queda otro
camino que afirmar que en todas las formaciones sociales hay una instancia (en
lenguaje marxista) ideológica igual que hay otra económica o política. La
ideología en definitiva como instancia está destinada a actuar en el espíritu
de los hombres para justificar o criticar el régimen existente. De esta forma,
la idea se anuda al combate político como instrumento. Y ello conduce al lector
del periódico, de blogs, escuchante de tertulias, al ciudadano que participa en
las Redes Sociales y en los movimientos sociales, a convertirse en estos actos
cotidianos en pensadores y actores del momento histórico, en palabras de Hegel:
“la plegaria de la mañana ( scil. la
lectura de la prensa) en el siglo histórico”.
Hemos hecho un breve
resumen para afirmar que la ideología tenga pretensión de teoría científica, de
búsqueda de la verdad, como instrumento o como un humanismo a la manera
existencialista, se diferencia esencialmente del populismo en el hecho de que
toda teoría por definición ha de eliminar la demagogia y en todo caso, impedir
que las conclusiones de sus investigaciones no estén condicionados por un a
priori subjetivo, es decir, que la ideología condicione de antemano los
resultados de la investigación.
Nos afirmaremos como
Gustavo Bueno en la idea de que no hay un único concepto de Izquierda y otro de
Derecha: “Hay muchas personas que hablan de la Izquierda, en singular, creyendo
referirse a una supuesta actitud o concepción unitaria ante la política y
ante la vida que ellos dicen asumir. Así hablaba Simone de Beauvoir: La
verdad es una, el error es múltiple; por tanto no es raro que la derecha sea
plural (de donde se deduce que según ella, la Izquierda es única). Pero
quienes así se expresan lo hacen de un modo mítico, según la forma del mito
propio de la prosopopeya o sustantivación. Porque la Izquierda en
singular, no existe”.
El populismo no tiene
encaje entre derechas ni izquierdas ni entre ideologías. La ideología es un
conjunto de ideas con pretensión de verdad para canalizar intereses de un grupo
y oponerse a otros, y en cuanto a su concepción dialéctica se la debemos a Marx.
Pero una ideología no es falsa necesariamente por ser partidista sino por su
sumisión a las condiciones que exige la ciencia para con las teorías
científicas que Popper exige que sea el concepto de falsación. Si una teoría no
puede ser falsada, hablamos de metafísica, de retórica, de demagogia, pero no
de ciencia. Y ahí encontramos el hueco conceptual para el populismo: su
incapacidad de someterse a parámetros científicos y su instalación fuera de
toda ideología teorizada y sistematizada. En otras palabras, si yo afirmo que
en planetas lejanos viven los antiguos habitantes de la Atlántida, nadie me
podrá refutar mi creencia, pero no puedo pretender convertirla en teoría
científica.
Eso es lo que le ocurre
al populismo, porque su prédica reviste la estructura del mito, de conceptos
mágicos, adánicos, paradisíacos aludiendo a brindis al sol a los que
nadie puede oponerse: paz, igualdad, libertad, pueblo, derecho a vivienda
digna, trabajo digno..., pero sin sustanciar cómo llevar a cabo la empresa
atendiendo a la racionalidad de los medios y de los recursos disponibles. Y
como toda religión, nace con pretensión de convertirse en una casta de
dirigentes casta, pura, es decir libre de pecado original político como
definición del nuevo hombre incorruptible y virtuoso. En definitiva, la
irrupción del hombre ideal que ni existe ni coexiste dirigiendo la
Asamblea en la Plaza Pública en nombre de Su Majestad el Pueblo alentando el odio de clases y buscando
enemigos exteriores.
Enrique Krauze hace un decálogo
muy certero del populismo.
Y Gloria Álvarez, afirma
que la batalla a librar no es entre izquierdas y derechas, sino entre Populismo
versus República o Monarquía Parlamentaria.
En ese discurso de 2014
en Zaragoza organizada por Red Iberoamericana LIDER, Gloria Álvarez nos dejó la
siguiente definición de Populismo: “Es el atajo por el cual jugamos con las
pasiones e ilusiones, con el ideal de las personas para prometer lo que es
imposible aprovechándose de la miseria de la gente, dejando fuera absolutamente
toda la razón y la lógica en la toma de las decisiones. Juega con la necesidad
para sencillamente imponer una dictadura. Juega con la necesidad de nuestros
pueblos”.
El Populismo no es pues
ni de derechas ni de izquierdas y carece de ideología en el sentido de
imposibilidad de sistematizar su corpus teórico
por no poder someterse a los criterios que exigen las teorías científicas, pero
juega hábilmente con nuestras ilusiones y esperanzas y con la complicidad de
los medios de comunicación. La democracia permite como reglas de juego su
propia autodestrucción por medio de las urnas, como nos enseñó Weber, uno ha de
tomar conciencia de las consecuencias de las decisiones que toma.
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