Hoy contamos con una
nueva colaboración de Antonio de la Torre, en la que nos da su opinión sobre la
actual situación política que vive España y opta por las terceras elecciones.
Veremos qué ocurre, y mientras tanto aquí tenéis su interesante artículo.
Una vez pasada la Fiesta
de la Hispanidad y su “resaca”, en la que escuchamos no pocos exabruptos e
imprecisiones por parte de algunos “representantes” políticos y se produjeron ausencias
“notables” en los actos de celebración de la Fiesta Nacional de la Hispanidad –por
cierto, constituida como tal en 1987, pero festiva en diferentes periodos de la
Historia, Segunda República incluida-, volvemos a la realidad que imponen las dos
últimas elecciones generales celebradas, sin que se haya podido formar, hasta
ahora, un nuevo Gobierno, que sigue en funciones.
Llevaba varios días pensando
sobre la conveniencia/oportunidad, o no, de continuar este artículo, iniciado antes
de la fractura socialista, cuando ya se veía venir el lamentable espectáculo
que se vivió el pasado día 1 en la sede del PSOE y aledaños, con esa casi
batalla campal que nos brindó el Partido Socialista, culminada finalmente con
la defenestración de su Secretario General, que ‘murió’ –políticamente
hablando, claro- víctima de su empecinamiento en el ‘NO’ a Mariano Rajoy, con
el que camuflaba su ‘NO’ al Partido Popular y a cualquier cosa que no fuera
completar la obra que su modelo Rodríguez empezara tras su llegada a la Moncloa
gracias al terrible atentado de Atocha, el 11 de Marzo de 2004. Aunque todo
apunta a que un posible pacto con Podemos y el extremismo nacionalista pudo
poner la guinda al “pastel”.
En mi opinión, no otra ha
sido la verdadera motivación de los dos últimos gobiernos socialistas –de 2004
a 2011- que la aniquilación del partido de la “derecha” y de todo aquello que
pudiera recordar, por levemente que fuera, los principios, valores y
convicciones que fueron, en líneas generales, referentes de otros tiempos que,
desde la nefasta fecha citada anteriormente, se quieren borrar, literalmente,
de la Historia de España reviviendo todo lo que la transición de 1978 quiso
borrar. Todo ello en aras del relativismo y lo ‘políticamente correcto’ que se
ha venido -de manera lenta, pero con paso firme y certero-, imponiendo en
nuestra sociedad durante las cuatro últimas décadas.
Dicho lo anterior, a modo
de introducción, y visto lo visto durante estos diez últimos meses de Gobierno
en funciones –casi doce, realmente-, con cuatro intentos fallidos de
investidura, los dos primeros en un desesperado afán por completar la obra de
su predecesor en Ferraz, pactando con quien fuera –intentos hubo- para conseguir
un objetivo no ganado en las urnas, y los dos siguientes cuyo principal mira no
era otra que la ‘devolución de moneda’, después
de que aumentaran las diferencias en las segundas elecciones, que ese
empecinamiento, sin el menor atisbo de “Sentido de Estado”, provocó y que hacía
más irresponsable aún la cerrazón de Pedro Sánchez.
Aquí lo había dejado y,
finalmente, me decido a completarlo con las consiguientes actualizaciones
producidas en las dos últimas semanas.
Desde que se produjera
ese relevo, en forma de Gestora, al frente de lo que queda de Partido Socialista,
hemos visto declaraciones de todo tipo, en uno u otro sentido o en ninguno, y
sin rumbo claro, a veces, empezando por las del presidente de dicha Gestora, el
asturiano Javier Fernández: “en ningún caso le vamos a proporcionar estabilidad
al Partido Popular", señalando que el partido "podrá o no"
abstenerse pero que esa estabilidad deberá buscarla "día a día" y no
estas semanas.
Mientras, el sector
“sanchista” –con éste (de momento) a la cabeza, desde su periplo americano-,
sigue pertinaz en su NO a la abstención que permitiera la Investidura de
Mariano Rajoy y la inmediata formación de un Gobierno ‘a’ –y tal vez, ‘de’- corto
plazo, encabezado ahora por el que 13 TV lanzara a la popularidad nacional –paradoja
casi equivalente a la que se produjo con Pablo Iglesias e Intereconomía-, el
populista alcalde de la localidad granadina de Jun –algo más de tres mil
habitantes-, que dice haber recogido más de setenta mil firmas de afiliados que
apoyarían ese NO, y secundado por la sucursal catalana de los socialistas,
permitida en mala hora, según algunos clásicos del partido, y que ahora se
pretende retrotraer desde una Federación Socialista Catalana, FSC-PSOE, con
Julio Villacorta al frente.
No me resisto a dejar
pasar un breve comentario sobre la “categoría” política, y su “habilidad” y
capacidad de “adaptación” del, hasta el día de la decapitación de Sánchez su
“mano derecha” (o izquierda) en el Congreso, portavoz del grupo socialista y
del “¿qué parte del NO, no entiende, Sr. Rajoy?” al que en
mi artículo del 30 de septiembre, sobre las elecciones gallegas y
vascas ya le auguraba su próxima colocación junto al nuevo poder emergente de
la nueva pinza astur-andaluza.
El que fuera muy cercano
a Rodríguez, mantenido por Rubalcaba y elevado a la categoría de número dos en la
bancada socialista por su hasta entonces líder, Pdr Snchz, había iniciado tres
días antes su “triple salto mortal con tirabuzón y medio” que, de no haber sido
por su “cintura” política, podría haber sido fatal, pero AH cayó de pie y a la
derecha de Fernández. Fin de la cita.
Dicho lo anterior, y como
ya tenía escrito en mi primer borrador, cada día tengo más claro que, en mi
opinión, lo mejor para España y, por supuesto, para el Partido Popular, serían
las terceras elecciones. Para el Partido Popular porque, sin duda, el aumento
de escaños que vaticinan las encuestas y se escucha en la calle –hasta 159
escaños le dan algunas-, le permitirá gobernar por fin, aunque sea con el
pequeño apoyo que los diputados que le queden a Ciudadanos -tal vez ni los
necesite a todos- le puedan prestar. Para España porque saldría del marasmo que
esta situación de Gobierno en funciones -que tampoco le fue tan mal, por
cierto- haya podido producir en algunos sectores. Aparte de que se dejaría de
costear un Parlamento y un Senado sin cometido alguno en estas circunstancias y
a sus miembros que, pese a no cumplir con su principal cometido –formar
Gobierno- han seguido cobrando sueldos y prebendas, sin la limitación que su
interinidad en este largo periodo hubiera aconsejado. Aprovecho para proponer
otra reforma del sistema: que los parlamentos electos no sean efectivos hasta
la constitución de Gobierno y, mientras tanto, no se cobren más que las dietas
de asistencia a plenos y comisiones y los gastos de desplazamiento y estancia
que se produzcan por esas funciones estrictas.
Contra estas terceras
elecciones se posiciona, en primer lugar, Ciudadanos, que se desinfla por días
tras comprobarse que su “soporte” era sólo el descontento con los dos grandes y
el “apoyo publicitario” de algunos medios interesados, y una parte del PSOE que
se debate entre el “trilema” de <<la abstención, el No o unas nuevas
elecciones>>, las tres muy malas para los socialistas. Por su parte,
Podemos podría estar tentado de probar suerte de nuevo, por si pesca algo más
de la izquierda de Ferraz, aunque todo apunta a que tocaron ya su techo pese a
la absorción de IU.
Termino apostando por
esas terceras elecciones, ya que, después de casi un año de Gobierno en
funciones, y teniendo en cuenta la inestabilidad que tendría un Ejecutivo con
sólo ciento treinta y siete escaños a su favor y el resto del Congreso en
contra –no está claro que los que permitan su investidura, Ciudadanos y
Coalición Canaria, sobre todo los primeros, lo apoyen después- sería muy
difícil que el Partido Popular pudiera gobernar con cierta estabilidad, lo que podría
llevar a Rajoy a disolver el Congreso en el plazo de seis meses, algo que, sin
duda, sería mucho más perjudicial para España que retrasar dos meses más la
formación de un Gobierno más sólido –nos iríamos a casi dos años sin Gobierno-.
Además, la mayoría absoluta del Senado, por parte del PP, podría complicar aún
más la posibilidad de sacar adelante las decisiones del Congreso.
¿Veremos a Sánchez, Luena
y alguno más “acercándose” a Podemos? La solución, en breve.
¿Nuevas elecciones con más votos para el PP, alcanzando la mayoría absoluta? ¡No, gracias!
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