La democracia es el gran avance. Aquello que costó un enorme
esfuerzo durante siglos por parte de verdaderos sabios, de verdaderos
filósofos-prácticos que se plantearon las grandes preguntas de cómo podríamos
convivir mejor en sociedad los unos con los otros y ser más felices. En
definitiva se planteaban cuál era el mejor sistema de gobierno que se pudiese
inventar. El camino ha sido difícil, tuvo sus mártires y aquellas teorías ya se
ha probado de forma práctica: se probaron en el banco de pruebas de la historia
en Estados Unidos, cuando se independizaron las trece colonias de Inglaterra.
Desde luego, aquello que inventaron los americanos sí se puede
mejorar porque lleva algo más de dos siglos de experiencia; y la práctica hace
maestros. Pero no se puede mejorar aquella maravillosa gesta que se llevó a
cabo por parte de los futuros americanos y los padres de la patria americana
durante el nacimiento de la joven nación. Y la prueba es que el sistema
triunfó.
Desgraciadamente,
la palabra democracia se ha corrompido en Europa por parte de demagogos sin
escrúpulos que llaman democracia a aquello que no lo es. Llaman democracia a la
partitocracia. Entre ellos, los más peligrosos son los que llaman democracia a
los nacionalismos (todos los nacionalismos acaban en regímenes totalitarios).
Los regímenes totalitarios mal llamado de izquierdas, pues se acercan más a los
fascismos, son los que más hay que temer. En estos momentos, en España vivimos
en una partitocracia, pero todavía hay quien lleno de ambición de dinero y
poder quiere esclavizarnos con un llamado gobierno de izquierdas totalitario
tipo venezolano o griego. Las crisis y los abusos de poder son el campo abonado
para estos oportunistas.
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