Ayer se cumplían 40 años de la legalización del Partido
Comunista, fue en la noche de un viernes
Santo de 1977 cuando el Gobierno de Adolfo Suárez autorizaba la inscripción del
PCE en el Registro de Asociaciones Políticas del Ministerio de la Gobernación.
Así se daba un paso más para la democracia plena en España, con el respeto y
acatamiento de los comunistas a la España monárquica y a la bandera Nacional de
todos los españoles.
Se iban poniendo los pilares de la democracia que iba
llegando a nuestro País. Unos pilares que con el tiempo se han resquebrajado,
pues el Partido Comunista y la izquierda radical no están siendo leales con el
régimen constitucional español.
Y es que este es un Partido Comunista reniega de todo lo que
sea España, desde el himno a los colores de la bandera, desde el escudo al Jefe
del Estado; un Partido Comunista que no ha sido leal al compromiso adquirido (y
obligado por Ley) de respetar esa misma ley y a las instituciones y símbolos del
estado. Un Partido Comunista al que no le importa que se rompa España y que, de
hecho, así lo defiende. Un Partido Comunista que aplaude y justifica a
dictaduras como la cubana, la venezolana, entre otras muchas, y los más
radicales hasta la de Corea del Norte. Un Partido Comunista que no condena
atentados contra cristianos y que justifica los de los islamistas radicales.
Porque los comunistas casi siempre encuentran justificación al terrorismo,
claro, cuando es cercano a sus postulados.
Y ayer mismo muchos comunistas en Twitter utilizaban el
hashtag #CarrilloTraidor para criticar al líder del PCE de la transición por aceptar
la legislación vigente y comprometerse a cumplir con la misma. Algo que ahora
el Partido Comunista también debería hacer, y sino ser ilegalizado, porque hay razones
para ello.
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