jueves, 3 de agosto de 2017

EL BUEN EJEMPLO, LA JUSTICIA TARDÍA Y EL MAL MENOR, por @AntoniodlTL


Participaba el lunes pasado, como despedida de este curso, en una entretenida comida -y no menos larga sobremesa- con tres muy buenos amigos, miembros, como yo, del Aula Política del Instituto para la Democracia de la Universidad CEU San Pablo. Como no podía ser de otra manera, entre los temas de conversación tuvo carácter prioritario un repaso a la preocupante y delicada situación por la que atraviesa nuestra querida España, cada día menos UNA y realmente LIBRE y con serias dudas de que, aparte de en lo económico -y con reservas, es decir, altísima deuda-, siga siendo GRANDE.



Ninguno de los presentes éramos ajenos -como tantos españoles de bien- a que la preocupante situación actual por la que atraviesa nuestro país -en vías de recuperación económica, sí, con un turismo en auge, también (pese a la Sra. Colau), y clara tendencia alcista en la creación de empleo-, se debe en una parte considerable a no haber hecho bien algunas de las tareas urgentes que esa ESPAÑA, S. A. demandaba, arruinada como estaba, económica y-sobre todo- moralmente, por el peor y más mediocre presidente de la historia y sus respectivos equipos de “destrucción masiva”-. Cierto que algunas “semillas”, las más importantes a mi juicio tal vez, cesión de la educación y auge del nacionalismo, ya venían “sembradas” desde los años ochenta y primeros noventa-. Cierto también que, en esta segunda ruina, la de la sociedad, aunque haya sido más por omisión que por acción, tuvieron su parte de culpa los mucho mejores gestores -con los matices que se quieran- de los gobiernos de don José Mª Aznar y los actuales del Sr. Rajoy y puede que sus “complejos”.

Mi particular visión, como ya he dejado expuesta de manera palmaria en no pocas conversaciones y escritos, desde los primeros meses de 2012 -algunos me lo habrán oído o leído-, es que don Mariano Rajoy, que supongo que llegó a la Presidencia del Gobierno consciente de lo que heredaba -prefiero no pensar otra cosa-, imagino que tendría preparado un “gobierno en la sombra” para gestionar la bancarrota que iba a recibir y recuperar la, hasta 2004, gran España que había remontado la crisis de los noventa en la primera legislatura del PP, llegando a tener un papel muy importante en la Europa del euro a comienzos del siglo XXI.

Nunca entenderé -y me temo que no soy el único- por qué don Mariano, tras conseguir el mayor grado de poder que ninguno de sus antecesores tuvo desde la transición -mayoría absoluta, en Congreso y Senado, que le dio el Gobierno de España; en trece de las diecisiete Autonomías, más las dos “ciudades autónomas”, y en la mayor parte de Diputaciones y Alcaldías-, no emprendió las reformas que esa capacidad de decisión le hubieran permitido -salvo que existieran causas para no hacerlas que desconozcamos-, aparte de la necesaria recuperación de una crisis económica que la negación por el ahora amigo de Maduro y su equipo dejó a un paso de la quiebra y la intervención.

Sabíamos que el principal problema de España -o el más visible, diría mejor- era el económico, y que su principal causante, sin duda, las tan mal gestionadas “taifas” autonómicas, muchas de ellas en quiebra evidente ¿por qué no se tenía bien estudiado el gasto público y las posibilidades de recorte, antes de subir los impuestos? Dos comunidades con mayoría absoluta Popular entonces, Valencia y Murcia, estaban en quiebra -como después se ha visto- además de muchas otras, como Cataluña y Andalucía, por citar sólo las más importantes de otros colores políticos. ¿No hubiera sido acertado por parte del Gobierno entrante, tras las explicaciones oportunas y para que nadie pudiera decir que su mayoría absoluta lo llevaba a actuar contra sus rivales, proceder a la intervención administrativa de esas dos ruinas del Levante español -Valencia y Murcia, repito- gobernadas por los suyos, en aplicación del tan controvertido ahora Art. 155 de la Constitución y demostrando así también, de paso,  que -dicha aplicación- no consistía exclusivamente en la “entrada de los tanques” como algunos -torticera e interesadamente- quieren vender?



De haberlo hecho, y demostrando a los tres o seis meses -no más- los resultados obtenidos que sin duda hubieran sido buenos -porque si los gobiernos centrales del Partido Popular han demostrado algo es que saben gestionar mucho mejor que los socialistas, expertos en la ruina: “si los pobres votan socialismo, ¿quién estará más interesado en crear pobreza?”-, el Gobierno de Rajoy hubiera quedado legitimado para hacer lo mismo después en Cataluña y Andalucía -quebradas también- callando a los rivales políticos al haber empezado por los suyos y sirviendo al mismo tiempo para frenar la espiral separatista que “el diálogo sin fecha de caducidad” no ha hecho más que alimentar. No se puede olvidar que “La mejor enseñanza es el ejemplo” y muchos hubieran aprendido así, creo.

¿Alguien duda de que si en el primer año de gobierno esa hubiera sido la línea de actuación, las cosas habrían sido distintas y, seguramente, la “carga” confiscatoria fiscal bastante más liviana? Aparte de que los españolitos de a pie -particulares y empresas- ya habíamos demostrado sobradamente que sabemos “apretarnos el cinturón” bastante mejor que la casta política si las cosas vienen mal dadas, por cierto, casi siempre a causa del mal gobierno de sus teóricos “representantes”.

No tengo ninguna duda de que ni el independentismo -intervenido administrativamente antes de sacar los pies del tiesto de manera desafiante- habría crecido en sus despropósitos rampantes,  ni la izquierda “moderada” -con el PSOE casi desaparecido “gracias” al tándem ZParo/Rubalcaba- hubiera encontrado cobijo en el frustrante Ciudadanos -que no habría llegado al escenario nacional en su “triple salto mortal con ‘diecisiete’ tirabuzones” y a su veleidoso papelón fuera de Cataluña, donde los “naranjitos” se movían mejor- o la extrema, con Izquierda Unida “hundida”, sin el casi, hubiera encontrado el asidero de Podemos.

Pero nuestro primer regidor optó por el “diálogo” -sin darse cuenta de que su interlocutor se hacía el “sordo”, sin deseo alguno de entender lo que se le pretendía decir- y por el “estricto” cumplimiento de la legalidad vigente -lo que está muy bien en un país normal- sin recordar lo que ya dijera Tácito, un siglo antes de Cristo: “Cuanto más corrupto es el Estado, más numerosas son las leyes”, como parece que ha ocurrido en España , donde una excesiva, complicada y farragosa legislación hace que la Justicia sea demasiado lenta, lo que en sí misma ya la hace injusta, además de incomprensible en sus sentencias, muchas veces. Para muestra, la sentencia de 13 de Marzo de 2017 del TSJ de Cataluña sobre el acto “presuntamente” sedicioso de Arturo Mas y adláteres del 9 de Noviembre de 2014. Dos años y medio para una evidencia y “presuntos” delitos de desobediencia, malversación de fondos públicos y otras “menudencias”. ¡Ah! y por la política del “mal menor” que sigue rentando dada la mediocridad de los rivales.

Evidentemente, mis reflexiones se quedan en una mera hipótesis, pero concédaseme al menos la posibilidad de que podría haber sido así o incluso -dejando volar la imaginación- que debería haber sido así, aunque además hubiera habido que aumentar la carga fiscal -posiblemente menor- que, como buenos ciudadanos, habríamos aceptado de mejor grado viendo disminuir el gasto público y la aplicación y cumplimiento de las leyes.



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