Han vuelto a las andadas; y siendo época de elecciones no han
tardado en reaparecer con sus trasnochados mantras, sus insostenibles
falsedades y sus tribunales inquisitoriales que depuran cualquier pensamiento
libre que se salga de lo dogmáticamente correcto. La corrección política, a la
que se aferran desde sus flamantes púlpitos mediáticos los nuevos sacerdotes de
la demagogia vuelven a intentar vendernos su charlatanería de vendedor de
crecepelos. Y de tanto repetir sus soflamas estas parecen convertirse en
verdades universales. Ya lo decía el ministro de propaganda nazi: "si una
mentira se repite muchas veces acaba por convertirse en verdad".
Sin el menor rubor estos trileros de la verdad son capaces de
defender lo mismo y lo contrario a la vez, y el pueblo llega a apadrinar ideas
que salen de una caja que empezó siendo cuadrada y ha acabado por ser tan plana
como simplonas son sus ideas. La televisión ha sustituido lo que en otrora
fueron los púlpitos en las catedrales por una caja plana de y por y para ideas
planas. Tampoco nadie se atreve a contradecirles para no ser tachado de
"facha" o cualquier otra lindeza que solo demuestra su pobre talante
intelectual.
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