viernes, 17 de noviembre de 2017

ANACRONISMO, por Miguel Camuñas


Creo que estoy viviendo un tiempo anacrónico, no sé  lo que me queda por vivir ni por ver. El fin de semana iré de visita a un pueblo de la sierra cordobesa, y es en este medio rural donde pienso que se mantiene una vida aun del pasado siglo, asistiré a una fiesta donde se procesiona una imagen de la virgen,  y aun se crían  animales en las casas y se mantiene un huerto para el consumo familiar. El año pasado un lugareño me contaba que era incierto el futuro de esta bucólica forma de vida, que la gente joven no quería saber nada de animales ni huertas, preferían el supermercado y los embutidos envasados. Estamos en Europa, la vieja, y no nos son ajenos problemas comunitarios, ni de allende los mares; la emigración por parte de países de menor renta per cápita que el nuestro nos está trayendo seres humanos que regresan a esas raíces de los que nos une y nos separa ese anacronismo que presiento y vivo a diario.





Pero mientras hay continentes donde se defienden los derechos de los animales, hay otros donde el desprecio por los de los humanos es moneda de cambio.  A pocos kilómetros de distancia, la humanidad parece diferenciarse en siglos.    

Algunos de los territorios fronterizos de Corea del sur están controlados por robots armados. De momento un controlador será el que decida si el robot puede matar o no, dependiendo del tipo de amenaza que identifique, pero Naciones Unidas ha comenzado a discutir sobre la posibilidad de dejar que sea el mismo robot el que tome la decisión de matar.  A su vez, ya existen robots que realizan las operaciones más complicadas de cirugía guiados desde otra habitación por el cirujano, pero se calcula que en breve será el robot, de modo autónomo, el que realice la operación. La sociedad parece que quiere abolir en sentimiento de responsabilidad y de culpa poniendo de intermediarios a los robots.  Para labores mecánicas, la perfección operativa del robot es inigualable pero ¿deberíamos ampliar su funcionalidad para labores sociales que impliquen decisiones vitales? Es decir, ¿es conveniente  la ficción de un Robocop hecha realidad?

Es más sencillo a nivel emocional, dejar que el robot tome la decisión basada en parámetros programables. De este modo la responsabilidad es compartida: empezando por el informático que programa, el diseñador del robot, el político que aprueba la ley y, en último término, el votante que apoyó al político. Pero cuando una persona se enfrenta a otra, ya sea en el campo de batalla o en una camilla de un quirófano, el peso de la responsabilidad cambia. El factor de la libertad y de la autonomía toma sentido. La pregunta es ¿qué clase de mundo queremos?

A veces en casa, celebramos cumpleaños y almuerzos con parientes y amigos,  preparamos comidas sencillas, tras las cuales, las mujeres bailan y los hombres jugamos al dominó, repetimos la acción en otra casa y realmente somos felices, colaboramos y hacemos planes entre nosotros, casi todos estamos jubilados y vivimos acorde a nuestras pensiones. Pero que en la mayoría de los casos sufrimos porque nuestros hijos, que están en edad laboral, no llegan a fin de mes, mientras sus hijos, a su vez, destrozan ropa de marca, móviles de última generación y practican el “botellón”.

Los últimos estudios realizados han demostrado que la felicidad  posee dos factores importantes  sobre los que se impulsa: la sociabilidad y la generosidad. Yo intento fundirme en ambos.  Algo así pensó el rey de Bután cuando decidió poner como eje de su reino “la  felicidad interior bruta”. Desde 1972 Bután organiza su sociedad sobre el concepto de “felicidad interior bruta” y lo sustituye por el producto interior bruto.  Se potencia una sanidad y educación públicas, sus habitantes tienen el inglés como lengua vehicular pero manejan 2 o 3 idiomas, se realza la convivencia social y la televisión no llegó hasta el año 2000. Durante todo este tiempo Bután se ha convertido en el país donde se mide la felicidad y se trabaja para ella. Cuando  decidieron poner en marcha el proyecto analizaron las sociedades desarrolladas y se dieron cuenta de que en muchas de ellas, el producto interior bruto no  caminaba en paralelo con la felicidad; el exceso de trabajo, la falta de tiempo de libre, la sobre estimulación, el hiperconsumo, causaban estrés, depresiones, suicidios, ansiedad. Entonces decidieron buscar una fórmula intermedia para progresar de un modo equilibrado. Y ahí está parte de éxito de Bután, en el equilibrio.

En un mundo donde el consumo es necesario ¿la obsolescencia programada es ética? Maquiavelo puede ayudarnos a reflexionar sobre esto. Si bien su propuesta relaciona política con ética vamos a extrapolar su trabajo al mundo contemporáneo. Maquiavelo pensaba que un príncipe (o presidente del gobierno en la actualidad) debía actuar lo más correctamente posible pero que a su vez tenía que estar preparado para hacer uso del mal si con ello ayudaba a conservar el estado.

No quiero retroceder ni mentalmente a la política del estado islámico.

Barack Obama justificaba la necesidad de introducir la ética en la política, mientras la legislación rusa no define qué se entiende por “actividad política” ¡de manera que las autoridades tienen carta blanca para procesar a las ONG cuando les dé la gana!

Dícese de anacronismo:” Error que resulta de situar a una persona o cosa en un período de tiempo que no se corresponde con el que le es propio.” ¿Estamos descolocados?


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