España es un país
peculiar, en el que se discuten y llegan a los Tribunales de Justicia cosas que
en otras democracias de nuestro entorno están totalmente claras y superadas. Pero
aquí no. En Francia, por ejemplo, sería impensable que un condenado por
terrorismo fuera candidato en unas elecciones. Y sin
embargo en España eso se discute, se lleva a los Juzgados y se abre un debate
en la sociedad. Y luego dicen que no vivimos en una democracia…
Y es que lo que estamos
viviendo estos días con la candidatura del terrorista Arnaldo Otegi es de
vergüenza, y más todavía las justificaciones y críticas al Estado y sus leyes
por parte de miembros de la ultraizquierda que llegan a calificar de cacicada
que se cumpla con la legislación vigente.
Yo entiendo las simpatías
que en parte de la extrema izquierda siempre han levantado los separatistas
vascos y el entorno de la organización terrorista ETA, porque al fin y al cabo
son primos hermanos en el ámbito ideológico, pero de ahí a justificar lo
injustificable va un trecho. Aunque de quien considera a un terrorista como su
amigo poco se puede esperar…
Ahí tenemos a Pablo
Iglesias y su formación Podemos, defendiendo el supuesto derecho de Otegi a
encabezar la lista por Guipúzcoa al Parlamento Vasco y hablando de falta de
democracia en España. Pero a Iglesias lo
justifico, siendo hijo de terrorista es normal su empatía con esta gentuza.
Al que me cuesta más
justificar es a Alberto Garzón y su tweet en el que defiende como cacicada la prohibición
de que Otegi se pueda presentar a las elecciones, por estar condenado y
diciendo que es algo “impropio de un país que se dice democrático”. ¡Toma ya!
Estos son los referentes
de la extrema izquierda de nuestro país. Y como se descuide el PSOE de la
izquierda. Y Garzón, según las encuestas, es el político más valorado de
nuestro País. Pues nada. Eso sí, el diputado malagueño ni pío de los ataques a
la oposición en Venezuela o de la inexistencia de esta en su querida Cuba,
porque para él esos si son verdaderas democracias. Vivir para ver…
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