A los actuales dirigentes de ‘Esquerra Republicana
de Catalunya’ (ERC) siempre los he tenido por bocazas, por extremistas que
utilizan la demagogia, la mentira y los cuentos para embaucar a la ciudadanía e
intentar acercarla a sus radicales puntos de vista. Y desgraciadamente les va
muy bien, porque las encuestas cada día les otorgan mejores resultados y
seguramente en próximas elecciones obtengan, incluso, más votos que ‘Convergència
i Unió’.
Y digo que son unos bocazas porque solo hay que ver
la actitud del diputado de ERC, Joan Tardà, contra los empresarios alemanes
afincados en Cataluña que el pasado lunes advirtieron sobre las nefastas
consecuencias que sobre Cataluña tendría la separación del resto de España.
Pues bien, el Sr. Tardà lanzó un rebuzno en Twitter al decir que "Es
penoso que directivos de empresas alemanas, enriquecidas gracias al nazismo y
cómplices de millones de asesinatos critiquen el nacionalismo catalán".
Ahí queda eso.
Parece que en eso se resumen los ideales políticos
de este representante de la soberanía Nacional, todo el que no opine como yo es
un facha, un nazi o un dictador. Así entiende la libertad de expresión este
individuo.
Y estos días en un programa de radio he escuchado una
comparación muy certera con esta afirmación. Comentaban que si para este
político de ERC cualquier directivo de empresa alemana es un nazi, ¿qué opinará
de la SEAT, de sus directivos y trabajadores?, porque hay que recordar que la
SEAT, empresa que se encuentra afincada en Cataluña, fue creación del régimen
dictatorial de Franco, y con patentes de FIAT, empresa italiana, controlada por
aquel entonces por el régimen fascista de Mussolini y actualmente la SEAT
pertenece al Grupo Volkswagen, poco más habría que decir.
Ayer viernes, el político catalán hacía público un
nuevo tweet en el que decía "Lamento haber
podido ofender a algún empresario
alemán, al igual que ofende que se haya asociado el carácter pacífico
del nacionalismo catalán con la violencia", ¡vaya forma de pedir
disculpas!, mezclando churras con merinas.
De todo esto lo que tengo claro es que el Sr. Tardà
piensa poco lo que dice, que se mueve por el rencor y que después de soltar la
barbaridad que soltó ha tardado 4 días en rectificar, en pedir disculpas a su
manera. Así entiende esta gente la libertad de expresión, “que digan lo que
quieran, pero antes que nos pidan permiso”, le ha faltado decir.