miércoles, 22 de julio de 2015

CUATRO DE CADA DIEZ JÓVENES TIENEN TITULACIÓN UNIVERSITARIA, por @AntoniodlTL

Hoy en Desde el Caballo de las Tendillas contamos con una nueva colaboración de Antonio de la Torre. Esta vez nos habla de la educación en España, algo que hemos tratado en otras ocasiones en estas mismas páginas. Un grave problema con una difícil solución…



Así titulaba un conocido diario, no hace mucho tiempo, la situación de nuestra juventud universitaria. Un titular que, como dato para la estadística, está muy bien, pero que inmediatamente me trae la siguiente pregunta: ¿cuántos de esos jóvenes titulados españoles encuentran un empleo, profesional y económicamente, acorde con la cualificación que el título supondría?

Desde que en 1982 se empezó a abrir universidades en todas las capitales de provincia -y ciudades de mediana importancia-, sin freno ni control, además de haberlo hecho sin un análisis objetivo previo de la necesidad real sobre qué disciplinas podían ser necesarias o, siquiera, convenientes, de acuerdo con el mercado y las demandas sociales, sino en ese intento "igualitarista", que no igualitario, de que todo el mundo tuviera acceso 'fácil´ a la Universidad, comenzó también a bajar el nivel de muchos de nuestros universitarios, especialmente en esas nuevas universidades, creadas precipitadamente en muchos casos, por eso del "café para todos" que tanta aceptación tuvo, en lo que califiqué hace muchos años como la "Incontinencia Universitaria" en que la clase política ha ido cayendo, o consintiendo según los efectos pendulares que nuestro sistema democrático ha ido deparando.

Además, se ha podido ver que, en la mayoría de esas nuevas universidades, por no decir en todas, y posteriormente también en buena parte de las clásicas, por mor de las disposiciones adicionales de una ley universitaria del PSOE que hizo "catedrático" a casi cualquiera -lo que yo llamo la izquierdización de la Universidad, que ya empezó a principios de los setenta-, el mayor mérito para acceder a los puestos de profesorado ha sido, muchas veces, la proximidad al PSOE que gobernó entre 1982 y 1996 y que empezó reformando, "a peor", todo hay que decirlo -LODE de 1985-, los sistemas de enseñanza, especialmente en su base, prevaliendo el que "el niño apruebe" a que "el niño sepa". Y más de treinta años de "siembra" de ese sistema, que el Partido Popular cuando ha tenido mayorías absolutas tampoco ha cambiado, están dando ahora esos frutos.

Al propio tiempo que esta degeneración universitaria se iba extendiendo, se procedió a cerrar los centros de Formación Profesional, empezando por las antiguas Universidades Laborales y Escuelas de Maestría y Oficialía, que producían magníficos profesionales, hoy prácticamente desaparecidos, no valorando que es mucho mejor un buen profesional de oficio, contento, que un universitario frustrado por no ser valorado su título, en función de su procedencia, por el mercado, las más de las veces por una muy baja cualificación debida a ese descenso del nivel docente y educativo que decía.

Así pues tenemos un dato, el 40% de titulados, y otro no menos cierto, más del 50% de paro juvenil, lo que conforma una extraña combinación: una juventud,  teóricamente, más cualificada, al menos en número -de su nivel cultural no hablamos-, y al mismo tiempo cada vez más jóvenes desempleados en términos absolutos y relativos. Cuando menos, paradójica esta situación.

¡Ah! y no nos olvidemos de algo fundamental, al tiempo que dramático, una inmensa mayoría de los titulados excedentes de lo que un mercado bien dimensionado necesitaría, jamás encontrará empleo de la cualificación que su titulación dice. Por eso el subempleo, cuando se encuentra un puesto de trabajo, es otra característica de la actualidad laboral que tenemos desde hace unos años en España entre la población juvenil que sale con su título universitario bajo el brazo cada año. Sólo unos pocos, de algunas Universidades, con frecuencia privadas, encuentran un trabajo acorde con su categoría o puede tener acceso a un puesto de primer nivel en algún país extranjero.

Desde mi punto de vista, el Partido Socialista y, por extensión, los partidos nacionalistas, que por otras motivaciones han producido el mismo efecto pernicioso, han confundido su forma de entender la igualdad de derechos, tan 'arraigada' en nuestra sociedad  en las tres últimas décadas. En mi opinión, la verdadera igualdad consiste en que nadie se quede sin acceder a una universidad cualificada por falta de recursos económicos, pero siempre bajo el mayor grado de exigencia de esfuerzo y mérito, para obtener la correspondiente ayuda económica del Estado, beca, que pueda necesitar. Sólo eso permite ser competitivo al terminar una carrera: que salgan egresados los mejores. Creo sinceramente que le hubiera supuesto menos coste al Estado reforzar las universidades que existían en los años ochenta, concentrando en ellas a los buenos estudiantes y enviar a los mejores a Harvard o a cualquier otra Universidad de reconocido prestigio que esa profusión de centros universitarios de segunda que se convierten, a la postre, en unas "fábricas de parados o subempleados", en el mejor de los casos.

Así lo veo, con la perspectiva de más de cuarenta años desde que terminé mis estudios en una de las doce Universidades que en los años sesenta y setenta existían en España y en las que no todas las disciplinas (carreras) en ellas eran de primer nivel y tras haber seguido la evolución del sistema a través de mis cinco hijos, entre cuarenta y veinte años, es decir, desde la EGB a la ESO.

Mi conclusión es que, en lugar de mejorar lo existente, que funcionaba razonablemente bien, e irlo completando en función de lo que el mercado y la necesidad demandara, se optó por cambiarlo todo, como es característico de la forma de actuar en este país durante los dos últimos siglos, por lo menos, y se prefirió ampliar y facilitar los accesos disminuyendo el nivel de exigencia académica y anteponiendo la cantidad a la calidad, lo que siempre suele ser un mal camino y, en el campo universitario, como hemos explicado, puede llevar al desastre.

Y, para completar el desaguisado, se cedió la competencia en Educación a esos reyezuelos de las taifas autonómicas y el Estado abandonó en sus manos la mejor herramienta para el adoctrinamiento. "Educa a los niños y no tendrás que castigar a los hombres", decía Pitágoras más de cinco siglos antes de Cristo.

Los efectos están a la vista y, treinta años después, lo estamos comprobando. La realidad se comenta sola, para el que quiera verla. Y el populismo creciente se alimenta, entre otros, de estos productos.

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