¿Quién le hubiera dicho a nuestros Reyes Católicos -Isabel y
Fernando, aclaro, porque leí por ahí que para algunas víctimas de la LOGSE
eran Melchor, Gaspar y Baltasar los ‘reyes
católicos’- que la ciudad de Granada,
que un 2 de Enero de 1492 vio con ellos el final de casi ochos siglos de dura Reconquista
comenzada en el año 722 en Covadonga por Don
Pelayo -Rey de Asturias, Sr. Sánchez
¿es histórica esta región o no?-, iba a ser escenario de una reunión de “barones”
socialistas con su entonces Secretario General,
Alfredo Pérez Rubalcaba, de
la que salió el 6 de Julio de 2013 lo que se llamó “La Declaración de Granada”, en la que el PSOE establecía las bases
para convertir en una España federal
aquella agrupación de reinos que tanto esfuerzo y sangre costó llevar a un Estado Unitario a final del Siglo XV?
Se trata -en mi opinión- de un documento de exaltación
interesada de lo que, sin duda en otro sentido, recoge el Artículo 2 de la Constitución Española después de lo fundamental
del mismo, su primera parte, que dice: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble
unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…”,
continúa con: “…y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades
y regiones que la integran…” -en qué mala hora se incluyó el
término “nacionalidades” para contentar a los taimados nacionalistas- y termina:
“…y
la solidaridad entre todas ellas”, que parece no tenerse
demasiado en cuenta. En definitiva, lo que a mi juicio se propone en el
documento citado no es sino una reforma constituyente para reforzar el sistema autonómico desde su propio interés para
enmascarar la sumisión de Ferraz a su filial, el Partido Socialista de Cataluña
-el propio Rubalcaba dijo que de Granada salía un “modelo compartido por PSOE y PSC
para evitar que en España se ‘vuelen’ los puentes entre los territorios”,
y evitar la definitiva ruptura de esos socios del “pequeño país del Norte”, que
dijera en su día el entrenador de Sampedor -que se despachó pidiendo “que nos ayuden a enfrentarnos a los abusos de un estado autoritario”-, cuya hermana Francisca goza ya del lucrativo rango
de “embajadora” de la Generalidad en Copenhague, con un sueldo -83.000 €- superior
al del Presidente del Gobierno, prebendas aparte.
He leído la citada Declaración y aunque se podría escribir un
tratado para rebatirla, casi punto por punto, me limitaré a hacer unas
consideraciones sobre su propuesta, que ahora retoma el recuperado para la
causa, Pedro Sánchez, al que el que fuera presidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla -1984/90-,
corrige con rotundidad en una entrevista reciente en el Diario de Sevilla:
"España
es una nación de ciudadanos, no una nación de naciones” y “El
problema es que usan el concepto ‘nación de naciones’ como si fuera un
dogma de fe, pero ni el PSOE es una iglesia ni el ser de España lo define un
congreso del PSOE. Ni la plurinacionalidad es un dogma de fe ni se puede
aprobar por decreto".
Con el pretexto también de “cubrir los vacíos de la
Transición” -que los hay, en especial el Título
VIII de la CE se quedó muy abierto, y lo estamos padeciendo al haberse
permitido la libre interpretación de cada reyezuelo y su corte, para llevar a
la práctica el desarrollo de la
Organización Territorial del Estado, que recoge el citado Título VIII- empieza
su introducción con una mentira
histórica, considerar a Cataluña, Vascongadas (en el texto dice Euskadi,
como es lógico) y Galicia, “nacionalidades que ‘ya conquistaron’
la autonomía en el periodo republicano”, en una demostración de la
supina ignorancia de la Historia de España de la que siempre ha hecho gala el
socialismo de nueva hornada que se gestó después de la transición y que llega a
cotas -estas sí, históricas- insospechadas de desconocimiento con Rodríguez y sus
huestes -en 2004-, y su heredero clónico, el “avocálico” Pdr Snchz -desde 2014
hasta hoy…-, que retoma el “contubernio
de Granada” y que el pasado martes repetía, con su empalagosa y rimbombante
verborrea habitual , en un “desayuno informativo” que, “en
términos históricos, hay al menos tres
territorios que han manifestado su vocación de ser nación”, en referencia a las regiones antes citadas, dejando el
envite abierto a otras, a lo que su rival Susana Díaz no tardó en responder con
un órdago: "tengo
absolutamente claro que Andalucía no es menos ni que Cataluña ni que Euskadi ni
que Galicia",
que a no tardar será replicado por cada una de las demás regiones “no
históricas” para este “erudito”, ahora redivivo en Secretario General del PSOE que, en un rapto de extrema generosidad consideró
también Nación a España con su apostilla: "España es una nación, no sólo un
Estado".
Parece que para los autores del citado “contubernio de
Granada”, y para el que ahora lo resucita, su “perspectiva histórica” se
remonta escasamente al último siglo de una Historia de más de veinte -si no
treinta-, aparte de confundir un simple Estatuto de Autonomía -marco sobre el
que, en caso de prosperar, desarrollar después el referéndum de autonomía, no
de nación- con “vocación de ser nación”, como dijo Sánchez en su
desconocimiento de casi todo ¿No tienen más tradición histórica los reinos de
Asturias, León, Aragón -al que por cierto perteneció el ‘Condado de Cataluña’ la mayor parte de su historia- o Murcia, por
citar sólo algunos, que al menos dos de esas tres regiones “históricas” a las
que alude Sánchez? Regiones, por cierto, que se puede decir que, simplemente, “amagaron”
con su autonomía en la Segunda República -no llegaron muy lejos las dos
primeras y nunca lo fue Galicia (sí reino), que se quedó con el Estatuto
“aprobado” (con no pocos indicios de pucherazo) el 28 de Junio de 1936, sin
refrendar por las Cortes Generales, a las que se presentaba el día del
Alzamiento Nacional-.
Termino reafirmando que la llamada “Declaración de Granada” -ahora
desempolvada- no fue más que una huida hacia delante de unos indocumentados a
los que les va la vida en ello, que han hecho su perfil “profesional” en torno
al corrompido e insostenible sistema autonómico -con el consentimiento y apoyo
económico de los distintos gobiernos que les transfirieron competencias
irrenunciables para un Estado (Educación, Justicia, Sanidad y Seguridad, entre
otras)-, del que el citado documento dice que “ha sido un éxito” -para ellos sin duda- en una demostración más de
su interesada ignorancia, al que atribuyen haber “consolidado los pilares de un Estado del Bienestar -el de su
propio estado (con minúscula), sobre todo-
en el que los derechos básicos a la educación universal, a la sanidad gratuita,
a pensiones dignas, a los servicios sociales, al derecho a la autonomía
personal, sean iguales para todos los españoles”. O sea, que antes de la
llegada del régimen autonómico -y, en particular del PSOE, al gobierno- no
había educación, sanidad o pensiones públicas, por ejemplo, y los que tenemos
ahora más de cuarenta años estuvimos abandonados a nuestra suerte hasta 1982.
Reforzar el Senado -Institución de demostrada inutilidad en
estos cuarenta años de existencia- y hacer participar más activamente a las
autonomías en el Gobierno del Estado -o sea, mandar más-, son otras dos de las
propuestas de este grupo de iluminados que parieron el lamentable documento.
Creo que sería de aplicación a nuestra clase política en
general y a la izquierda y al supuesto centro izquierda con pretensiones, en
particular, una frase atribuida al General José de San Martín -artífice de la
independencia de Argentina, Chile y Perú- que reza así: “La soberbia es una discapacidad
que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con
una miserable cuota de poder”. Sea o no del General, la suscribo
plenamente.
Y, hablando de órdagos, el de la Generalidad sigue adelante,
en espera de saber qué cartas descubrirá nuestro Presidente del Gobierno, pero
esa es otra historia -muy larga ya- que veremos en pocos días.
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