Escuchaba hace unos días un nuevo exabrupto -más conocidos
como “Carmenadas”- de la “abuela laica” -no confundir con ‘balalaica’, esa
especie de guitarra rusa, a la que también me recordó el título, si se
pronuncia un poco deprisa-, esa señora que, por mor de los pactos contra el
electorado, “dirige” -es un decir- el Ayuntamiento de la Capital de España
desde que las huestes de Pedro Sánchez, encabezadas entonces en Madrid por el
singular Antonio Miguel Carmona
-caído en desgracia poco después, pero cobardeando en tablas, como suele hacer
el “manso” personaje-, siguieron la pauta de que “con tal de que no gobierne el
Partido Popular vale todo”, incluso darle el poder a las recién llegadas
franquicias del podemizado “neocomunismo” trasnochado, que pretende imponer ,en
pleno Siglo XXI, el no menos “singular” -y, nunca mejor dicho, nada plural- PabLenin Iglesias a la usanza
venezolana inspirada en el rancio marxismo cubano. Me refiero, como muchos
habrán adivinado, a la sin par ex juez -para ventura de posible investigados- Manuela Carmena.
Hablaba la “ilustre” Alcaldesa de Madrid -me cuesta
escribirlo así-, en la presentación de un Plan para Mayores, de que había que
establecer las “patronas laicas” y se quedó tan tranquila, la buena señora.
Incluso llegó a proponer el nombre de la primera persona para este título tan
progresista, la científica italiana Rita Levi-
Montalcini, Premio Nobel de Fisiología y Medicina
en 1986. Que no digo yo que la muy ilustre investigadora no deba ser tomada
como ejemplo para ese colectivo de mayores al que sin duda ella representaría
más que dignamente si estuviera en este mundo que dejó a los ciento tres años
de vida, incluso que se le dé ese nombre al programa que plantea Dª Manuela
para los mayores madrileños -que habrá que ver en qué consiste viniendo de los
que dicen que “el problema de las pensiones se arregla acabando con los abuelos”-,
pero el uso de ese termino de “patrona” no es más que otro intento más de
subvertir el lenguaje y, si de paso, se mete otro poquito el dedo en el ojo de
los católicos, tanto mejor. Porque, por si no tuviera bastante con el querer
desvirtuar el término, la Alcaldesa amplia el despropósito haciendo alusión al
-este sí- Patrono de Madrid, San Isidro
Labrador, del que dice que "Es un santo pueblerino, un
hombre paleto, un señor del campo...y eso está bonito -añade para suavizar la coz previa-.
Nada de un santo en plan obispo o rey, no, Madrid en ese sentido es de los
hombres y mujeres corrientes" -como ella, le faltó decir
(millonaria, por más señas)- pero, eso sí, “no tiene nada contra él”, dijo
-menos mal-.
Dudo mucho que mi artículo pueda llegar a la señora Carmena o
a sus círculos podemitas, entre otras cosas porque ya han demostrado que leen
poco y saben -o quieren saber- menos, por lo que no les interesará en absoluto
lo que un modesto articulista aficionado pueda decir, pero por si acaso -y, si
no, ahí queda para la “maldita hemeroteca”- les voy a hacer algunas
precisiones.
Como sin duda saben mis lectores -de características nada
comparables, gracias a Dios, a las de esos grupos antes citados-, el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define Patrón/a -en este caso en sus dos
géneros y, añado yo, con mayúscula- como “Santo titular de una iglesia” y, en
una segunda acepción, habla de“Santo, elegido como protector de un pueblo
o congregación religiosa, profesional o civil” -todos hemos oído hablar
de San Alberto Magno como Patrón de
las Ciencias (el mío) o de San Lucas,
de la Medicina, entre otros-.
Por otro lado, el mismo diccionario define laicismo como “Independencia del individuo o de
la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier
organización o confesión religiosa” y dice que laicidad es “la condición de laico” y también el
“principio
que establece la separación entre la sociedad civil y la sociedad religiosa”.
Entiendo la inclinación laicista de la Alcaldesa y su afición
por el laicismo generalizado que nos rodea cada día más en esta sociedad
relativista y permisiva, aunque me temo que responde más a una empecinada y
cansina lucha antirreligiosa -propia de la “reciclada” izquierda imperante- que a un deseo real de separar
Iglesia y Estado -con lo que puedo estar de acuerdo-, si con ello no se
tratara, como decía antes, de “meter el dedo en el ojo” a los que, admitiendo
esa separación, pensamos distinto. Así que, por mucho que se empeñe la Sra. Carmena,
lo de “patrona laica” no deja de ser una contradicción de dos términos, uno de
origen religioso -por mucho que se pueda hablar de patrón o patrono como jefe,
conductor de barco o referencia de medida, pero no va por ahí Dª Manuela- y
otro civil, que vienen a completar la serie de barbaridades de ese tipo que se
repiten una y otra vez en los últimos años, en un guión perfectamente estudiado
y llevado al lenguaje común de la calle, por esa izquierda política -sin
respuesta contundente de la derecha- en su intento continuo de querer
“normalizar” lo aberrante.
Barbaridades tales como, “bautizo
civil”, para la mera inscripción en el Registro de un recién nacido; “primera comunión civil”, para que el
niño de padres o “progenitores A y B”, no creyentes, no se sienta discriminado
o “confirmación civil” -todos ellos
escritos con mayúscula cuando hablamos de los Sacramentos de Iniciación de la
Iglesia Católica-, sólo buscan la ofensa a los católicos y, eso sí, no privarse
de las fiestas, cada vez más exageradas, que rodean estas celebraciones.
En definitiva, un paso más en la táctica de subvertirlo todo, empezando por el lenguaje -un arma eficaz en esa desigual lucha en la que unos actúan y los otros callan y otorgan, o sea, pagan- para acabar trastornándolo todo hasta cambiar el orden establecido, su objetivo final, y salga el Sol por Antequera o por donde sea, que ya sabemos por dónde salió en la Segunda República. Y estos hablan ya, cada vez con más descaro, de la Tercera, de la plurinacionalidad federal o confederal -¡qué más les da, si no saben los que es una u otra cosa!- o de la “República” Catalana, esa que nunca existió y que nunca fue país -pequeñito del Norte, que diría Pepe Guardiola, el de Sanpedor- o nación, por mucha historia que se quieran inventar los separatistas, ayudados paradójicamente -por acción o por omisión-, por aquellos a los que se quieren cargar.
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