Como muchos de mis lectores recordarán de sus tiempos
escolares y/o universitarios, en la para algunos “odiosa” asignatura de
Matemáticas -reconozco que para mí, junto con la Física, Ciencias Naturales (la
“Cono” de ahora, más o menos) y los idiomas, (Latín incluido) era una de mis
favoritas- había una parte que estudiaba los Números Naturales y, dentro de
ella se explicaban -o se trataba de hacer, aunque no siempre con éxito- los
llamados Sistemas de Numeración.
Entre esos sistemas se hacía mención al antiguo Sistema
Numérico Romano que, paradójicamente, estaba formado por letras mayúsculas y
que la LOGSE no debe explicar muy bien -hace muy pocos días, en la (con escasas
excepciones) cada vez más aburrida y previsible tertulia de 13TV, El Cascabel,
una locutora comentaba en off el reciente viaje de Felipe VI a Gran Bretaña y
decía tan “feliz” que, “El Rey Felipe cuarto…”
(sic), sin que ni ella ni ninguno de los “tertulíticos y periolianos” presentes
lo corrigiera-. Este sistema romano tenía sus reglas correspondientes, claro, como
la de que “el palito” a la derecha, suma, y a la izquierda, resta, justo lo que
esta locutora parece que olvidó -o confundió, que sería peor-, una “curiosa”
regla aritmética romana sobre la que volveré después.
También, dentro de esa parte de la Aritmética, se explicaban
después los diferentes Sistemas de Numeración “modernos” que, en función del
número de símbolos utilizados iban desde el básico binario -base dos, con el 0
y el 1 como elementos únicos y “padre” de la programación informática en aquel
sistema Basic, creo recordar, con el que hicimos los primeros pinitos de
programación allá por 1983-84, que muchos también recordarán- hasta el más
conocido y comúnmente utilizado Sistema Decimal -base 10, que incluye desde el
0 hasta el 9 y sus infinitas combinaciones en cantidad y orden- con sus
intermedios, ternario, cuaternario y alguno más que excedía esa serie como el
hexadecimal y aquí lo dejo porque no se trata de dar una clase que me retrotrae
a mi breve etapa de “profe de Mate” de Bachillerato en 1973 y me recuerda a un
profesor de Física y Química que tuve y que si la falta de atención de alguno
lo alteraba -con frecuencia, por cierto- decía una frase que tal vez alguno me
haya oído repetir: “Enseñar al que no sabe, es obra de caridad; enseñar al que no quiere,
es una barbaridad” y esta segunda parte en un elevado tono de voz y
notablemente “cabreado”.
El paciente lector que haya llegado hasta aquí se preguntará
-no sin razón- si es que he perdido la “chaveta” para, con la que está cayendo
en nuestra querida España, salir por “peteneras” con los sistemas de numeración
y dedicar casi medio artículo a la Aritmética. Me explicaré porque, casi todo
en la vida, incluso esto, tiene su significado, relación y trasfondo.
Decía yo en un artículo de Septiembre de 2015 que don Mariano Rajoy no parecía haberse
enterado de los sucesivos “avisos” -sin “descabello” hasta entonces- electorales
que se le habían dado tras su victoria en las elecciones generales del 20 de
Noviembre de 2011, no menos de seis -o siete si tenemos en cuenta el preaviso
que le diera José Mª Aznar en
Sevilla, a principios de ese mismo año, antes de llegar a la Presidencia del
Gobierno-, en una fecha ya histórica, por cierto, por las muertes ese mismo día
de dos personajes españoles del último siglo, -José Antonio Primo de Rivera, en
1936 y Francisco Franco, en 1975- y que casi “entierra” en vida al antiguo
Partido Socialista Obrero Español-.
El primer “aviso”
de esa serie fueron las elecciones
andaluzas de Marzo de 2012, en las que el Partido Popular perdió allí nada
menos que 450.000 votos por el descontento ya -en sólo tres meses- con las políticas
del Gobierno Popular, que le habrían dado, sin duda, el Gobierno de Andalucía,
por primera vez en la historia desde la transición. Siguió el de las
adelantadas elecciones catalanas de
Noviembre de 2012 -en las que medio mantuvo el tipo, ya bajo desde hacía
años, dando lugar a la aparición de Ciudadanos que, aunque socialdemócrata en
su nacimiento -ahora no se sabe- , ocupó el espacio antinacionalista que iba dejando
vacío el electorado del PP-; siguieron las europeas
de Mayo de 2014, en las que el descenso de los votantes del PP fue de casi
un millón de votos, respecto a 2011; después las autonómicas y municipales de
Mayo de 2015, con descensos significativos -más de 4’5 millones de votos
perdidos en cómputo general, aunque no se celebraron en cinco comunidades, que
hubieran “dulcificado” un poco esa cifra- que se tradujeron en la pérdida de
numerosas alcaldías de capitales y ciudades importantes, diputaciones y no pocas regiones; vinieron más avisos en
las, otra vez adelantadas, elecciones catalanas de Septiembre de 2015, con la
pérdida de 8 de los 19 escaños de 2012 y el desastre final -que pudo ser peor-
de las generales de Diciembre de 2015
en las que 3’5 millones de votantes se abstuvieron -en su mayoría- o creyeron
la panacea naranja.
Y, cosas de la política, he aquí la “relación” entre las dos
partes de mi artículo. El “sistema” político que se ha instalado en España rompe
con la lógica de los sistemas aritméticos de numeración -de menor a mayor- que
comentaba al principio y comprobamos que “una”
ligera mejoría -casi 700.000 votos- en la repetición electoral de Junio de 2016
prevalece a los “siete” -ocho si
contamos el previo de Aznar- avisos citados
y sirve para “alimentar” a nuestro Gobierno en su política de supervivencia del
“mal menor”, que se impuso con algo más de claridad al miedo que representaban
las posibles alternativas que se dibujaron en el panorama electoral de
Diciembre anterior, ya que un gobierno socialista -ojo, con el radical Pedro Sánchez
(clon de ZP) a la cabeza-, apoyado, si no manejado, por Podemos y por el
nacionalismo separatista -más o menos conservador (PNV o PDeCAT, la antigua CiU)
o de izquierda radical (BILDU, IC-EV y ERC)-, con la siempre nefasta aportación
del rupturista socialismo catalán -PSC-, nos podría llevar a la antesala bolivariana
-con la derivada añadida de representar además un serio problema para Europa- y
la bisoñez de Ciudadanos, que lo mismo hace a un roto -PSOE- que a un descosido
-PP-, refuerzan y certifican lo que la mayoría de los españoles decidimos en
las urnas, eso sí, con la nariz tapada y cerrando los ojos al depositar la
papeleta.
Pese a todo, y como decía antes
respecto a los números romanos, “la derecha suma y la izquierda resta”, como, con
todos los matices que se quieran, demostraron los periodos socialistas -1982/96
y 2004/11- en los que el PSOE dejó España arruinada económicamente y, lo que es
peor, en franca descomposición moral y educativa y los populares -1996/2004 y
2011/….- en los que el PP levantó de manera significativa la economía y, con
ello, el empleo, así como el papel internacional de España, aunque sumó poco
-por no decir nada- en el resto de capítulos, convirtiendo sus políticas en la
continuación de las heredadas socialdemócratas de la izquierda. Y en eso
estamos en lo que parece una especie de “patada a seguir”, porque el panorama
no ha cambiado mucho y la pregunta que me surge no es otra que ¿hasta cuándo le
dará resultado esta táctica al Sr. Rajoy? La paciencia de un pueblo, harto ya
de pagar impuestos casi confiscatorios mientras que se incumple la ley por
parte de algunos políticos sin hacer nada, salvo “adaptar la ley a los incumplimientos”, tiene un límite y tal vez
el “octavo” -o noveno- aviso sea el que muchos nos tememos y
la solución no llegue por la vía del “diálogo
sin fecha de caducidad”, porque se acaba el tiempo. Tal vez haya que salir,
ya, a la calle para hacérselo ver a este Partido Popular desnortado, antes de
que sea demasiado tarde.
Pues no creo que votar con la nariz tapada sea la solución. Pero está claro que Mariano Rajoy confía ciegamente en nuestra persistencia al respecto.
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