viernes, 11 de agosto de 2017

OTRO PEGO, por Miguel Camuñas


El largo y cálido verano da para mucho, tal vez esa pesadumbre neuronal de los que se quedan sin veraneo en ciudades de interior como la nuestra sufrimos ese síndrome que llamaba mi madre, calentura de coco. 



Recuerdo en el 86 aquella famosa parodia urbana de la “serpiente de los patos”, me ha venido a la cabeza cuando vi hace unos días el proyecto de una playa en Córdoba, está bien, ya ha dado para anécdotas y chistes que aún persisten y veo otra “noticia” cuanto menos curiosa, la posibilidad de hacer accesible para caminar sobre ella, la muralla del Marrubial, que no digo que no sea factible, pero que ahora con la que está cayendo, me parece otro pego.

Quiero evocar el origen de este vocablo que tiene un antecedente histórico en nuestra ciudad, cuando a principios del XIX cuando, un francés llamado André o Louis Pegó (o Pegau) se asentó en Córdoba. Hombre ilustrado pretendía hacer partícipe a la sociedad cordobesa del momento de los últimos adelantos científicos europeos; así, no dejaba de hablar entre otras cosas sobre cómo hacer volar un globo aerostático con una persona dentro.

Tal fue la expectación que formó que se reunieron los materiales por él pedidos para fabricar dicho artefacto. El día elegido para hacer volar el globo congregó a buena parte de los cordobeses del momento, pero el globo jamás levanto un palmo del suelo, convirtiéndose todo aquello en una fantasmada del señor Pegó. Tal fue la decepción que cuando algo no funcionaba o no servía para nada se empezó a decir que era como lo del Pegó, hasta degenerar en nuestros días en “pego”.

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