Hoy contamos con una
nueva colaboración de Antonio de la Torre en la que nos cuenta su asistencia a
las jornadas organizadas por el primer aniversario del diario digital El
Español y la asistencia a las misma de Rodríguez Zapatero…
La pasada semana asistí a
varias de las sesiones que, con motivo del primer aniversario del diario
digital El Español, se organizaron en la sede de la Universidad Camilo José
Cela, de Madrid, con el título “Modernización y Reforma, la agenda de
cambios que necesita España”.
Como dije en algún
comentario en Twitter, el Seminario --en general-- me ha parecido más un
auto-homenaje de Pedro J. --es mi opinión, claro, aunque nada chocante
conociendo al personaje--, que una verdadera aportación a los cambios urgentes
que España necesita, pese a que algunas mesas redondas contaron con la
participación de personas de acreditado nivel –eso sí, teórico, o adaptadas al
puesto público-- que se limitaron a hacer propuestas muy genéricas, poco atrevidas y claras, cuando no un mero
relato de hechos, sabidos y objeto de preocupación generalizada, o una
justificación por parte de algunos de ellos y, también, cómo no, una pantalla
para lucimiento de su “apuesta política”, Albert Rivera, al que en más de hora
y cuarto de entrevista, el miércoles, --suya y de dos de sus directores
adjuntos--, no hubo una sola pregunta comprometida salvo la, muy “light”, de la
“incisiva” Ana Romero –como la presentó su director- sobre la “crisis” que
podía suponer la salida de Carolina Punset de la Ejecutiva de Ciudadanos.
Respuesta, sin mojarse, y a otra cosa.
Hasta la tipografía
ayudaba subliminalmente en el cartelón de las jornadas, con el color “naranja”
de las manos del “León”, chaqueta al hombro.
Un buen amigo, con el que
coincidí en la mesa redonda anterior --Transparencia, CNMC y AIReF--, que no se
quedó a ese colofón del show y se fue antes de empezar la entrevista, “No resisto
a este personaje”, fueron sus palabras, me apostilló que “había que
tener mucho estómago” para quedarse. Le dije que lo hacía para “intervenir en el coloquio
posterior y hacerle una pregunta al peor gobernante de la Historia de España”,
Fernando VII incluido. Mi sorpresa fue que no se admitieron preguntas orales
escritas --había que salvaguardar, supongo, al siniestro personaje de
incomodidad alguna--. Así pues, el "moderador" --John Müller, que
estuvo como un auténtico convidado de piedra en la mayoría de las mesas--
agrupó varias en una única pregunta muy genérica y las demás al
"archivo". Estaba seguro de que no leería la mía, aunque pude
observar que la pasó a su director, al ver el comentario que le dirigía, quién,
con un gesto entre displicente y resignado se la devolvió tras leerla. No
entraré en la crónica de la entrevista, preguntas y respuestas, pero dejo el enlace
por si algún paciente lector quiere castigarse y escucharla completa, aunque no
se lo recomiendo.
Sí diré que empezó Pedro
J. presentando al invitado como “la persona --de todos los inquilinos de
la Moncloa-- que más se parecía al salir, respecto a cómo entró”, que
había sido el “más tolerante” de los presidentes, aunque con “cosas
oscuras que, ahora, con más luz, se podrían empezar a entender”, rematando
con que, en su conjunto, “el final del terrorismo es un logro y gran parte
del ‘mérito’ es de ZP”. Casi ná p’al body”, que diría un castizo.
Tras esta “cariñosa
presentación”, y las primeras preguntas, me salí a escribir la mía con la
citada recriminación y volví para
entregarla a la azafata y ver el penoso final sin preguntas. Jugaba en casa.
Dicho lo anterior, me
centro en lo que para mí fue lo peor de la semana, que no fue otra cosa que la
presencia de Rodríguez Z., para mí una vergüenza --como español y como pequeño
accionista de El Español, como le decía en la nota que dirigí a Pedro J.--. Me
pareció absolutamente vergonzoso que Pedro J. pusiera el colofón al aniversario
de su –‘nuestro’- periódico, de tan bonito nombre y que presume de ‘liberal’
--descafeinado, añado yo--, con la presencia de un personaje que tanto daño
hizo a España en todos los órdenes, como le añadí en la hoja con mi pregunta
escrita que, como decía, leyó.
A Rodríguez le pensaba
hacer un breve recordatorio --no exhaustivo-- de sus más destacadas hazañas,
sólo algunas --para evitar que me pudieran cortar si me extendía-- de las
siguientes “proezas”:
-- Quedarse sentado ante el paso de la bandera
de Estados Unidos en el desfile de las FFAA.
-- Su promesa a Maragall, antes de llegar a
Moncloa: “Pascual, aprobaremos en Madrid lo que venga del parlamento de
Cataluña”, que remató casi forzando a Arturo Mas a la firma del nuevo
estatuto en aquella noche de café y humo, en su penúltimo año ‘presidencial. “La
palabra nación es un concepto discutido y discutible”.
-- La retirada de tropas de Irak, cuando
España llegó ya terminada la segunda Guerra del Golfo, en misión de paz, no
como la que apoyó su antecesor Felipe González enviando soldados.
-- La implantación de
la Ley de Memoria histórica, para regocijo de las fuerzas de izquierdas y
separatistas, deseosas de ganarle la Guerra a Franco casi treinta años después
de muerto. Unos “valientes”, estos de la izquierda y el nacionalismo. Sin duda,
esta lamentable ley, fue el despertar de los odios que los políticos, de uno y
otro bando, habían tratado de enterrar en el inicio de la Transición y, mal que
bien, había imperado desde 1977 a 2004.
-- Su otra “gran
aportación” a la formación de la juventud, como fue la asignatura Educación
para la Ciudadanía que, con la herencia de la LOGSE, llevó a España a
destacar en la cola del informe PISA y a la mayor tasa de desempleo juvenil y
abandono escolar de la historia.
-- Su negociación con
la banda terrorista ETA --desde antes de llegar a la Moncloa-- y su tan
pertinaz “proceso de paz”, en esa “guerra” entre pistolas asesinas y
nucas inocentes. Sin olvidar que llegó gracias al atentado del 11 de Marzo
--aún sin aclarar-- y sus ciento noventa y dos muertos y más de mil quinientos
heridos y mutilados ni que algunos pensamos que debería haber salido tras el de
Barajas de Diciembre de 2006, como “broche de oro” de sus negociaciones y dos
muertos más.
-- Su posible connivencia ante los casos de corrupción
de Andalucía y el “rescate” de Manuel Chaves como vicepresidente de su
gobierno y después como senador, junto a su sucesor José Antonio Griñán, dos
destacados miembros del “clan de la tortilla”, ambos imputados y ya pendientes
de pena tras ampararse hasta donde les fue posible en el aforamiento que sus
cargos le conferían.
-- Su pésima gestión de la crisis de 2007,
que estuvo negando reconocer hasta 2010, evitando incluso utilizar esa palabra
y engañando a los españoles en la campaña electoral de 2008 con los llamados “brotes
verdes”, que él y sus ministros de economía utilizaron sin reparo alguno.
Aquellos “extraordinarios ‘Plan E’ y su continuación –15.000 y 8.000 MM
de €, respectivamente—“, para financiar obras públicas inútiles y en algunas de
las cuales el cartel anunciador --también obligado-- era más costoso que la
propia obra. O la eliminación de la publicidad de RTVE para favorecer q su
amigo Roures, al que le regaló la SEXTA TV --que se convirtió por méritos
propios en la SECTA--, azote de todo lo que no fuera defender las ocurrencias
de su creados y que fue a la ruina hasta que en 2013 fuera absorbida por
A3Media. Una gestión que nos llevó a la ruina, con una prima de riesgo de casi
700 puntos y un déficit del 9% que, por cierto, ‘rebajó’ en 3 puntos
cuando le cedió los papeles al Partido Popular. Y con un saldo de casi cuatro
millones de desempleados más.
-- La irresponsable “apertura de puertas” a
inmigrantes, junto a su ministro Jesús Caldera, ese sobre “cuyo cadáver se
pasaría antes de que saliera un solo documento del Archivo de Salamanca” –de
Béjar, por cierto, el ministro--, rematada con su propuesta de “Alianza de
Civilizaciones”, gracias a Dios fallida, al menos por el momento.
Hasta aquí, algunas de
sus “hazañas”, aunque también le tenía preparado algún comentario sobre algunas
otras cuestiones como esa ley –nada más llegar al poder-- por la que los
expresidentes de gobierno pasarían a ser miembros vitalicios del Consejo de
Estado, con lo que se aseguraba su futuro, sabedor de su escasa preparación y
mérito que no lo acreditaría para nada importante después.
A riesgo de alargarme un
poco más de la cuenta, no me resisto a dejar unos apuntes sobre algunas cosas
que también creo que merece la pena recordar, no imputables, exclusivamente, al
personaje:
-- ¿Cómo se le pudo conceder a este señor la
Gran Cruz de Isabel la Católica por parte del Gobierno entrante en 2011 o la
Orden de Carlos III a sus ministros? Me imagino a la reina que vivió para
completar la Unidad de España contra la invasión musulmana después de casi ocho
siglos, revolviéndose en su tumba ante tamaño disparate –por muy tradicional
que fuera la concesión—con quien se había esforzado en romper esa Unidad,
consolidada contra viento y marea durante más de cinco siglos.
-- ¿Qué despachó con el Ministro del Interior
entrante, Fernández Díaz, durante dos horas, nada más incorporarse éste a su
puesto?
-- ¿De qué se habló en
esa cena en casa de su exministro de Defensa y después Presidente del Congreso,
José Bono, con Pablo Iglesias? ¿Qué tuvo que ver con la empecinada postura de
su sucesor, Pedro Sánchez, y con ese intento de éste para formar gobierno con
Podemos y los separatistas?
-- ¿A qué se debe ese
nuevo puesto como asesor del dictador Maduro que, como presumió, le ha
hecho viajar “once veces a Venezuela y estar en Caracas más que en Madrid,
desde Mayo”?
Pues bien, todas esas
cuestiones pasaron desapercibidas, o de puntillas, en esa entrevista “jabonosa”
con la que nos obsequió el director de El Español --y sus casi silentes
adjuntos--, en la que nos quisieron mostrar al Sr. Rodríguez como si de un
héroe se tratara, el cual, con su ampulosidad característica, se pavoneó de su
etapa presidencial y de su “importante papel”, ahora como ex, en las
negociaciones con Venezuela, mientras pasó, “flotando”, por sus siete largos
años de “progresismo”.
Como un conocido
comunicador le ha recriminado en su tertulia, “Ni un periódico podía haber
caído tan bajo ni un personaje tan dañino --esto lo digo yo—llegar tan alto”,
ante lo que el mencionado entrevistador se ha salido por la tangente y ha derivado
a otra banda la conversación ante la pasividad de su interlocutor.
Y Pedro Sánchez
“recorriendo todos los puntos de España” antes
de acabar en Podemos, pero ese es otro tema.
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