Contamos en Desde el
Caballo de las Tendillas con una nueva colaboración de Antonio de la Torre que,
con sus certeros artículos, nos analiza la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero
al frente del Gobierno de la Nación…
Sinceramente, todo lo
que se refiera a este nefasto personaje -al que algún día la Historia de España
pondrá en el sitio que se merece- no deja de conformar el mayor tratado de
estulticia e indignidad que una persona podría reunir en su haber y no
merecería ni un sólo minuto de mi tiempo si no fuera porque no pierde ocasión
de dejar a España a la altura del betún, cuando no en la más absoluta ruina
moral y económica, como hizo en 2011, cuando -gracias a Dios- culminó su
mandato, sin duda, la peor etapa política de la reciente democracia y,
posiblemente, la más negativa de toda la Historia Contemporánea, considerada
ésta desde el reinado de Carlos IV,-aunque
en España se sitúa en el inicio de la Guerra de la Independencia (1808)-
incluida la etapa de su hijo y sucesor, Fernando
VII.
Pero vayamos al
nefasto personaje que, no conforme con el daño hecho durante sus años de
gobierno, reapareció en escena para continuar conformando ese currículum de
ignominia -si no de traiciones- que le han caracterizado desde antes de llegar
al poder, cuando “sólo” era secretario general del Partido Socialista Obrero
Español, ese que desde su salida de Ferraz va de mal en peor y está más que
roto y desnortado.
Desde su llegada por
sorpresa en el 35º Congreso del PSOE del año 2000, tras una noche de cuchillos
largos en la que los veteranos del “Cuando nos vayamos, no va a conocer España
ni la madre que la parió” -querían evitar a toda costa la posible
llegada de Rosa Díez, primero, y de Bono, después- impulsaron, por un escaso
margen de nueve votos, a un desconocido -y, ellos creían, inútil y manejable, leonés-
que a su vuelta a León iba a ser destituido de la secretaría provincial -por su
nula gestión tras diecisiete años de silencioso asiento en su escaño del
Congreso- y que empezó a dar muestras de sus “capacidades” nada más llegar a
Ferraz, siendo lo más destacado de esa etapa su “protesta” por la segunda guerra
de Irak quedándose sentado ante el paso de la bandera americana en el desfile
de las Fuerzas Armadas -Octubre de 2003-.
Llegó a la presidencia
del gobierno en 2004, tras -¿o por?- el terrible atentado del 11-M, en unas
elecciones, cuando menos, desvirtuadas y condicionadas -si no manipuladas- por
la masacre de Atocha, en las que una intensa campaña -“sorpresivamente”
demasiado bien articulada como para ser improvisada- de los partidos y medios
de izquierdas en los días previos acabó dándole la vuelta a todos los
pronósticos y encuestas que revalidaban al PP por cuatro años más.
Empezó su mandato
derogando la Ley de Educación -LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación)-
que el Gobierno de Aznar aprobó al
final de su segunda legislatura y pospuso para la previsible tercera, para
sacar la desastrosa LOE de la “Educación
para la ciudadanía” en 2006; hizo lo propio con el Plan Hidrológico
Nacional; regularizó -con un bono transporte- la situación de cientos de miles
de emigrantes, provocando un desastroso efecto llamada, todavía vivo; impulsó
“enormes avances sociales” con el divorcio exprés, la ley de “matrimonio”
homosexual, la de dependencia que no aplicó, la de “igual-DA” o la del aborto,
que pasó a ser un derecho por obra de uno de sus acreditados “descubrimientos”,
procedente del “clan de los Gazules” -la sin par Bibiana Aído: “un feto es un ser
vivo, pero no un ser humano”- famosa por sus aportaciones al léxico
hablado y escrito; esquilmó el Archivo de Salamanca -con nocturnidad y alevosía-
para contentar a sus socios del tripartito catalán, junto a su ministro de
cultura -me resisto a ponerlo con mayúscula -, Jesús Caldera, salmantino por
cierto -“pasarán por encima de mi cadáver antes de que salga un solo documento”,
dijo-; se desentendió de la crisis económica mundial surgida a final de 2007 y
mintió al respecto en la campaña electoral de 2008 -no fue el único, si
recordamos el debate de su ministro de Economía (mejor sería decir “de ruina”,
porque lo consiguió dos veces, con dos presidentes) Pedro Solbes, “tuerto” a la sazón para “piratear” mejor la verdad,
con Manuel Pizarro (recordemos que
negó dicha crisis hasta 2010 y la disfrazó con innumerables eufemismos como “desaceleración”
y otros)-; dejó frases dignas de la antología del disparate -“la
tierra no es de nadie…, pertenece al viento”, por citar sólo una- e
incrementó durante su imprevisible segunda legislatura las cifras del desempleo
a límites insospechados -su ministro de trabajo, el sindicalista Corbacho, dijo
“jamás
llegaremos a cuatro millones de parados”, pero llegó casi a seis,
pasando la tasa de paro del 10% de 2008 al 22’5% en 2011-. Pero -a mi juicio-
lo peor de todo, con ser interminable el daño causado, fue su sectaria ley de Memoria Histórica -Diciembre de
2007, casi al término de su primera legislatura-, que despertó los odios entre
las “dos Españas” de Antonio Machado,
prácticamente dormidos hasta su llegada y en vías de extinción, con su obsesión
enfermiza de “ganar” -setenta años después- la guerra que perdió el frente
popular en 1939 con Franco, al que quiso “derrotar” cuarenta años después de su
muerte.
Todo ello sin dejar de
mirar por su “futuro”, consciente, tal vez, de su bajo perfil. Modificó algunos
artículos de la Ley Orgánica 3/1980 del Consejo de Estado (C.E.) por la de
igual rango L. O. 3/2004, de 28 de diciembre, para enmascarar lo realmente
importante, su seguro de vida. Se retoca
el Artículo 8 y se introduce el punto 1:
“Quienes
hayan desempeñado el cargo de Presidente del Gobierno adquirirán la condición
de Consejeros natos de Estado con carácter vitalicio,…” -no era tan
tonto como pensaban los veteranos del 35º Congreso, no-. Chollo que dejó 'temporalmente'
en 2015 para presidir el Consejo Asesor de una ONG alemana de “promoción de la
paz”, el Institute for
Cultural Diplomacy (ICD),
con sede en Berlín -sin duda, por su “acreditado”
dominio del alemán y el inglés-.
Tras dos años “desaparecido” en el cómodo asiento del C. E. -puesto
remunerado, al parecer, con más de 6.300 € mensuales a cambio del “agotador”
compromiso de asistir a la reunión mensual, excepto agosto, que es de
vacaciones-, al que también llevó a su vicepresidenta Teresa Fernández de la
Vega, reapareció en sociedad en junio de 2013 de la mano de una de sus
“víctimas”, Eduardo Zaplana -¿síndrome de Estocolmo?- que presentó al
“impresentable” en el Club Siglo XXI, que presidía entonces, con frases como <<“todo un ejemplo de ‘talante
abierto y democrático’ que acepta la discrepancia y le hace
consecuente con su concepto de democracia deliberativa…, que “siempre pensó en lo mejor para su país”, de tal forma que su voz es “una referencia de la que los españoles no podemos prescindir”>>
-sin despeinarse el exministro de
Trabajo de Aznar- ¿Nos sorprende que el actual PP haya perdido el rumbo moral? -. También -Octubre 2016- lo
homenajeó Pedro J. Ramírez -cualquier
cosa si de meterle el dedo en el ojo a Rajoy
se trata- que se deshizo en alabanzas al rescatado para la “gloria”. Para el que quiera saber cómo fue la loa, dejo este enlace.
Pese a estos “sentidos” homenajes, poco se ha sabido de él en este tiempo
más allá de la citada salida del Consejo de Estado y de una cena en casa del “perejil
de todas las salsas”, el inefable José Bono, que ejerció de
anfitrión para que se conocieran el susodicho y el otro gran “patriota” con
pedigrí, Pablo Iglesias, poco antes de las elecciones del
20/D/2015 -¿casualidad?-, hasta su aparición estelar hace poco más de dos años
como interlocutor de dictadores comunistas, primero -junto a su socio Moratinos- con el heredero de la dictadura cubana, Raúl Castro, y después, en repetidas
ocasiones el último año, con el golpista venezolano Nicolás Maduro -el conductor
de autobús e intérprete del “pajarito” Hugo
Chávez-, exhibiendo su estúpida sonrisa maléfica -la satisfacción de seguir
haciendo el mal debe motivarlo- para
terminar con sus declaraciones del pasado fin de semana en que se negó a
reconocer que Leopoldo López es
realmente un preso político pese a ser requerido por tres veces a que le
pusiera “apellido” a la injusta encarcelación del líder venezolano.
Claro que todo pudo
haber sido peor si el antisistema Pablestalin hubiera apoyado, hace ahora un
año, el pacto de perdedores que firmaron Pdr Snchz -clon de RZ- y el “juncal” -por
lo de flexible a la corriente del momento- Albert Rivera.
Cierto que el PP fue
tibio en los primeros cuatro años de Rodríguez y no se entiende bien que no
fuera capaz de convencer en 2008, con datos y un programa bien estructurado, a
muchos de los que en 2004 se dejaron manipular y también que tras su mayoría
absoluta de 2011 no derogara -o modificara al menos- las leyes citadas
anteriormente, pero ese es otro tema ya tratado en algunos artículos, sobre el
que habrá que volver en algún momento.
Termino añadiendo que Rodríguez
no surge de la nada, sino que es la consecuencia de un sistema de degradación
moral, educativa y de valores éticos básicos que se ha venido imponiendo en el comportamiento
de las últimas generaciones desde los primeros 80’s, porque, a partir de ahí,
empieza a florecer lo que yo llamo “complejo de la derecha” que hemos dejado
que se extienda entre nosotros cual mancha de aceite que, poco a poco, va
impregnando todo, por acción en unos gobiernos -los socialistas- o por omisión
en otros -los populares-, que tanto da. “Para ser presidente del gobierno sólo es
necesario ser español y mayor de edad”, se comenta que le dijo
“orgulloso” a su esposa. Y así nos va.
Decía Julián Marías “España está entre nosotros”, ahora falta que seamos capaces de demostrarlo.
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