Bueno,
¡pues ya está aquí el verano! Y con él, los propósitos de enmienda.
Yo
todos los veranos tengo los mismos: adelgazar 3 kilos (ni 2 ni 4, 3) y hacer ejercicio. Menos mal que no soy la
única porque, cuando leo las revistas o los blogs por ésta época, siempre hay
artículos sobre esto. Así que se ve que es generalizado.
A
mí me ponen muy nerviosa porque en los reportajes sobre nutrición SIEMPRE salen
fotografías de mujeres delgadísimas comiendo una ensalada con algún ingrediente
imposible de encontrar. Y, en los que hablan de deportes, SIEMPRE hay mujeres
esculturales, sonriendo, maquilladas y ¡sin sudar! Peor aún cuando sale una
pareja: ella, como la he descrito antes y, él, con su tableta de chocolate
incorporada.
En
lo que respecta a los kilos, muchas veces lo consigo pero lo del deporte... El
caso es que cuando decido practicar alguno, la idea es buena y al principio
estoy hasta animada, pero me dura lo que me dura.
La
primera vez que decidí hacer ejercicio de forma periódica, me apunté a
un gimnasio para hacer aerobic (hay que ver cuanto hizo Eva Nasarre por éste
“deporte”): tres meses, eso es lo que duré.
Luego fue el tenis: cincuenta
partidos (y muchos son), y el caso es que se me daba hasta bien. También pasé
por el pádel: aproximadamente... cuarenta partidos. Y por el batminton que con
eso de que la plumilla va relativamente lenta, me cansaba poco. Por supuesto,
el footing, ¿y quién no lo ha intentado? pero cuando me di cuenta de que se me
estaban poniendo unos gemelos de futbolista, decidí dejarlo. Bueno, y podría seguir
nombrando más deportes.
Lo
peor era que cada vez que decidía practicar uno, ¡me compraba la equipación
completa! Por eso, como la experiencia es un grado y a éstas alturas de mi vida
“algo” me conozco, cuando el año pasado me dio otra vez por el fluss del deporte,
me paré y pensé: ¿qué deporte puedo hacer donde el coste de la inversión sea mínimo
y me cueste 0 € practicarlo? La natación, porque me iba a pasar todo el verano
en la piscina y las gafas ya las tenía. Lo único que necesitaba era el bañador,
que se lo copié a la esposa del Dueños del blog, y me costó 10 € en Decatlon.
Dos semanas me duró porque me pasó lo mismo que con el footing pero, ésta vez, eran los brazos.
Sí,
lo reconozco y no tengo problema en admitirlo: deportivamente hablando, soy un
desastre.
Pero
para desastre lo de los hermanos Wilson, que fue como decidía llamar a D.
Perfecto y el Dueño del blog. Hace dos veranos, ambos decidieron jugar al tenis
y, después de mirar por media Córdoba que raqueta se iban a comprar pasó lo que
tenía que pasar: se compraron la MISMA, una Wilson, uno en roja y el otro en
amarilla, junto con tres botes de bolas.
El
primer día que estrenaron las raquetas... yo se lo avisé... “jugad al frontón”.
Bueno, pues como era de esperar... no me hicieron caso. Así que tres bolas perdidas y una hora después aparecieron y la imagen era como dos soldados
después de un duro día de maniobras,
les faltaban los macutos a las espaldas. Dos días después decidieron repetir
experiencia... pero sí me hicieron caso... jugaron al frontón... Bueno, pues a la media hora ya
estaban de vuelta. D. Perfecto había embarcado dos bolas y la tercera se
había perdido. Después de ésto, ¡ya no
volví a ver las raquetas en todo el verano!
El verano pasado siguieron con el tenis, pero ésta vez de mesa. Sí, sí, el ping - pong de toda la vida. Y, por supuesto, ¡se compraron las palas y las bolas correspondiente! Así que cuando D. Perfecto me veía haciendo una hora de natación diaria y un día me dijo eso de “a ver cuánto te dura”, yo le contesté “por lo pronto, más que a ti el tenis y, encima, es hasta más barato”. Pero más valor le echó el dueño del blog, que se atrevió a corregirme en la técnica, motivo por el cual le dije que “le invitaba a que nadase una hora conmigo”. Nunca lo hizo.
El verano pasado siguieron con el tenis, pero ésta vez de mesa. Sí, sí, el ping - pong de toda la vida. Y, por supuesto, ¡se compraron las palas y las bolas correspondiente! Así que cuando D. Perfecto me veía haciendo una hora de natación diaria y un día me dijo eso de “a ver cuánto te dura”, yo le contesté “por lo pronto, más que a ti el tenis y, encima, es hasta más barato”. Pero más valor le echó el dueño del blog, que se atrevió a corregirme en la técnica, motivo por el cual le dije que “le invitaba a que nadase una hora conmigo”. Nunca lo hizo.
Menos
mal que esto que nos pasa a nosotros, le ocurre a mucha gente (mal de muchos,
consuelo de tontos). Unos lo reconocen y otros te dicen que no tienen tiempo,
que se han hecho daño en el pie, el brazo o el hombro (tiene que ser una
articulación relacionada directamente con el deporte para que la excusa sirva),
que le han cambiado la hora del entrenamiento y no les viene bien… Y, así
excusa miles. Pero, la verdad, la verdad, es que hay muchos “deportistas de
grandes superficies”: esos que van a la planta de deportes, el vendedor los ve
y, cual víctima entre percheros de camisetas y zapatillas, son atrapados por el
profesional que los equipa perfectamente de arriba abajo.
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