Esta semana nos hemos
estremecido por la imagen de unos padres peleándose mientras sus hijos, de unos
12 años de edad, jugaban un partido de fútbol. Es algo que se repite de vez en
cuando, sobre todo en la práctica del balompié. Pero eso no es nuevo, siempre
han existido padres de ese tipo.
Mi padre me cuenta que
cuando yo era pequeño y jugaba en el equipo de mi colegio, más de una vez tuvo
que soportar a padres de ese estilo, aunque gracias a Dios esos momentos solo
quedaron en comentarios subidos de tono, algún insulto al árbitro, quejas al
entrenador por retirar a su hijo, aunque hubo una anécdota que le llamó
especialmente la atención, la de un padre diciéndole a su hijo “si pasa el
balón que no pase el jugador”…
Luego, con el paso de los
años, he sido yo el que ha llevado a su hijo a jugar al fútbol y también he
percibido actitudes de este tipo, aunque nunca hayan llegado a la batalla
campal que se libró en ese campo de Mallorca. Pero esas cosas han influido en
que retiráramos a nuestro hijo de la práctica del fútbol optando por otros
deportes.
Y es muy triste que esto
ocurra porque cualquier tipo de práctica deportiva debería ser un lugar para la
educación y el aprendizaje en valores deportivos, de respeto, de aceptar la
derrota y saber disfrutar la victoria, como hemos hablado en otras ocasiones en Desde el
Caballo de las Tendillas.
Pero hay padres que no lo ven así, que ven en su hijo la solución a sus problemas pues creen que gracias al fútbol el hijo será millonario y a él lo hará rico. Y todas sus frustraciones las hacen presentes en esos momentos, cuando consideran que una decisión arbitral, del entrenador, una falta o que un compañero no les pasa el balón puede perjudicarles en su anhelo de que su hijo sea una estrella del firmamento futbolístico. Y es que esos padres olvidan que es un juego.
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