Hoy en Desde el Caballo
de las Tendillas contamos con una nueva colaboración de José Quijada, que nos
presenta un magnífico artículo en el que compara un certero análisis de Ortega
y Gasset con la España actual.
Ortega y Gasset publicaba
en El Imparcial, el 22 de junio de 1917, el artículo “Bajo el arco en ruina”,
que provocó mareas de comentarios en aquella época. Entre otras cosas decía:
“Voces se oyen cantoras de un optimismo que muchos no acertamos a compartir… La
mejora de España no se presenta por ninguno de los puntos cardinales… Hay un
afán de ensayar, sin ningún proyecto definido de ensayo… Una sociedad de
opinión pública adormecida y exenta de otros poderes prestigiosos. A la manera
que en los arcos mal construidos, la estabilidad dependía exclusivamente de la
piedra clave… Sería frívolo eludir el reconocimiento de que la clave española
se ha estremecido y el arco periclita”.
La piedra clave que periclita y amenaza con
derrumbarse de un momento a otro es que España ya no cree en sí misma. España
aborrece todo lo conseguido en su historia, sus grandes gestas, sus
inigualables logros, sus hazañas irrepetibles. Este impulso suicida es
consecuencia de décadas de desatinos en la enseñanza y esfuerzos
antipatrióticos, de cerebros formateados en el odio a España o en
desprestigiarla, de ofensiva cultural de los secesionismos autonómicos, de
escuchar y ver unos medios de comunicación expertos en vomitar resentimiento e
infamia contra España, donde la falsedad y la mentira de lo acontecido es
acogida como verdad tras mil veces repetida. Una vez cretinizada la masa y con
sus cerebros amorfos incapaces de discurrir por sí solos, impedidos para
cualquier pensamiento que no sea el aceptado e impuesto por la propaganda
antiespañola de la Leyenda Negra, el arco en ruinas está periclitado. Así, la
piedra clave que es la tradición, los principios y valores sobre los que se
sustenta España, la sustancia que nos hace ser y saber qué somos y de dónde
venimos, la base y el escudo que nos hace resistir cualquier amenaza y embate
por difícil que parezca, ha sido demolida y aniquilada y se derrumba sobre
España, incapaz de encontrar quien sujete el arco en ruinas porque nadie cree
ya en ella.
La izquierda en España, salvo honradas excepciones,
siempre ha renegado de todas las glorias de nuestra historia, odiando nuestros
símbolos como la bandera y el himno, a los que siempre ha intentado ocultar o
cambiar. Los llamados partidos del centro y la derecha, bastiones en otro
tiempo de la defensa de las tradiciones y símbolos de España, han abandonado
toda lucha por su conservación, desertando de sus obligaciones, prófugos de sus
ideales, religión y raíces de las que antes se sentían orgullosos. Al mismo
tiempo, la resignación e incomparecencia de la mayoría del pueblo español,
aletargado por falta de valores morales y de principios, impide cualquier
reacción ante la tragedia que se avecina e, incluso, se hacen la vana ilusión
de que todo es pasajero y de que España saldrá adelante, como ya ocurrió con la
llegada de la II República y que Agustín de Foxá explica de manera maravillosa
en su magistral “Madrid, de corte a checa”:”… se hacían la ilusión de que
todavía existía la Monarquía. Que aquello era un veraneo real un poco
prolongado… No iremos hasta pasada la nicetada”.
España es una nación sin pulso que emplea sus
últimas fuerzas en despedazar la grandeza de la patria que en otro tiempo fue
vanguardia de la humanidad, envidia del mundo. Todo es mentira, ficción,
hipocresía, ineficacia. Se ha perdido toda dignidad y decencia, insensible a
los acontecimientos, desentendiéndose de todo deber, burlada y escarnecida la
legalidad. El gran hispanista Ramiro de Maeztu dijo que “Ser es defenderse.
Dejar de defenderse es casi ya dejar de ser”. Desgraciadamente, España ya no se
defiende y, por lo tanto, el arco en ruinas cae sobre ella, sobre el pueblo
español.
No se puede sino suscribir todo lo que escribe José Quijada. Aprobar el régimen de las Autonomías y conceder a los reyezuelos entronizados la "responsabilidad" de enseñar adoctrinando y sin exigencia alguna en ese mal entendido -o diseñado- objetivo de igualdad, devenido en igualitarismo por abajo, sembró las bases del deterioro. El resto sólo ha sido cuestión de tiempo. Unos lo impulsaron, los socialista, y no fueron capaces de arreglarlo, por cobardía, los populares.
ResponderEliminarDe aquellos polvos estos lodos, como no podía ser de otra manera. Entre todos la mataron y ella sola se murió. O se morirá si no se reacciona con urgencia.