Manuel
Rodríguez Sánchez ‘Manolete’ es uno de los toreros más conocidos de la historia.
Un mito, un icono, un monstruo admirado en los cinco continentes. Y su figura,
su nombre, están ligados al mundo de la tauromaquia y también al de la ciudad
de Córdoba, el lugar donde nació, donde vivió, donde se hizo torero y donde
descansan sus restos.
Y
este año se celebra el centenario del nacimiento del IV Califa del toreo
cordobés y, aunque se han organizado actos de conmemoración, desde mi punto de
vista no han estado a la altura, ni de lejos, de esta imponente figura. Y es
que Manolete merece mucho más. Y el Ayuntamiento de Córdoba debería haber
liderado estos actos, cosa que no ha hecho.
Y
ahora la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, pretende enmendar en parte esta falta de
atención hacia Manolete, proponiendo a Manuel Rodríguez Sánchez como Hijo
Predilecto de la Ciudad, algo que apoya el Partido Popular junto a Ciudadanos y
UCOR, frente a IU y Podemos, que están en contra de este nombramiento.
Sí,
Izquierda Unida y Ganemos (marca blanca de Podemos en Córdoba), están en contra
de que uno de los cordobeses más universales, más ilustres y más conocidos en
el mundo entero, sea reconocido como Hijo Predilecto de Córdoba. Y todo porque
su profesión era la de matador de toros, y porque llegó al estrellato durante
la dictadura. Esta es la extrema izquierda que tenemos, la que tenemos que
soportar, una extrema izquierda radical, que denigra al que no es de sus “colores”,
que está dispuesta a dar la espalda a Manolete y a la gran mayoría de
cordobeses que ven en diestro a un referente de la Ciudad.
Manolete merece ser Hijo Predilecto de Córdoba, porque Manolete es un referente para la mayoría de los cordobeses. Córdoba no le puede dar la espalda a Manolete, por eso su reconocimiento como Hijo Predilecto debería ser unánime, algo que no sucederá porque la izquierda radical no ve más allá de sus narices y piensa que denigrando a Manolete sacará tajada; y a lo mejor lo que le pasa es que le devuelven el toro al corral, por inútiles y por vivir anclados en el rencor.
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