Hoy contamos con la
última colaboración de Antonio de la Torre durante este año 2016, un
interesante artículo en el que nos habla de la evolución de la izquierda y la
educación en España, especialmente de la Universidad…
Progresía, apareció como
término de nuevo cuño desde la izquierda y es la característica de la nueva
clase de “progres”, “pijoprogres” o
“pijomunistas” -término que tomo prestado-, afincados en la casta política
profesional, de perfil medio bastante bajo (más frecuente en los partidos de
izquierdas, pero presente en todos), que nada tiene que ver con el progreso,
entendido como desarrollo, al que todos tenemos derecho y buscamos
legítimamente.
Una de las políticas que,
desde mi punto de vista, más ha caracterizado a los gobiernos socialistas ha
sido la de actuar sobre el sistema educativo en un intento de “socializar”
también la Educación, con una serie de decisiones que iban encaminadas a igualar
el nivel por abajo, para que nadie se pudiera sentir discriminado por la falta
de oportunidades. La política de “todos tenemos derecho a todo”, sin la menor
alusión a que los derechos se consiguen tras el cumplimiento de las
obligaciones. Cierto que los gobiernos del Partido Popular poco o nada han
hecho para mejorarlo.
En esa línea de
igualitarismo, que no de IGUALDAD, con mayúsculas, una de las actuaciones más
relevantes y que, en mi opinión, más consecuencias ha tenido en la situación actual,
ha sido, en mi opinión, la creación indiscriminada de Universidades que, desde
principios de los años ochenta, se ha producido en cualquier ciudad de relativa
importancia en cuanto a población se refiere.
Sabemos que, hablando de
educación universitaria desde el punto de vista de la economía familiar, el
capítulo más importante y gravoso para las familias es el de la manutención y
alojamiento, fuera de casa, de los hijos que accedían e esta educación media o
superior -la propia enseñanza pública es prácticamente gratuita en España-. Por
tanto, la creación de Universidades por doquier -creo que hay 50 públicas, si no
más, frente a los 12 Distritos Universitarios de 1975-, podría tener una
repercusión positiva en este sentido, al acercar la Universidad a un mayor
número de posibles alumnos a los que se les abarataría sensiblemente el coste
de estancia en una Universidad lejana a su domicilio familiar -la enseñanza
media ya no lo requiere-. Hasta ahí de acuerdo.
El lado negativo de esta "incontinencia
universitaria”, como llamé hace años a este proceso de crecimiento
indiscriminado y sin límite, es que, en lugar de que se produjese al ritmo que
la demanda lo fuera exigiendo y dando tiempo a la formación de buen
profesorado, indispensable para una enseñanza de calidad, había que hacerla a
toda prisa, dotando plazas de profesorado que se ocuparon, en la mayoría de los
casos, por personas con muy poca o ninguna experiencia docente -preferentemente
próximos al socialismo que llegó en los ochenta-. Es decir, en lugar de
fomentar esfuerzo y mérito como condiciones indispensables para conseguir
un título, se puso fácil con el pretexto
de la “igualdad” y del menor coste y que todos los jóvenes vayan a la
Universidad.
Al mismo tiempo, se dijo adiós
a la Formación Profesional que las antiguas Universidades Laborales y Escuelas
de Aprendices de muchas empresas industriales desarrollaban lanzando al mercado
extraordinarios profesionales de oficios diversos (electricistas, mecánicos,
etc., ahora escasos) y mandos medios. O sea, en lugar de formar buenos
profesionales, ‘fabriquemos’ titulados. Si luego no encuentran trabajo acorde
con sus titulaciones y eso da lugar a personas con alto grado de frustración y,
además, resentidos con el sistema, tanto mejor para el objetivo final.
Si el problema era el
económico, ¿por qué no mejorar el sistema de becas que ya existía, para que nadie,
con capacidad y mérito, se quedase sin la posibilidad de acceder a la
Universidad, en lugar de crear una en cada esquina con un coste, de inversión y
mantenimiento, inasumible a medio y largo plazo, como estamos viendo? Pero eso no
formaba parte del plan. Bajar el nivel hacía más fácil “pastorear conciencias”,
que hace a la gente más ‘dócil’; los ‘borregos’ piensan poco. Además, se evitaba
otro efecto positivo: que la gente de valía se desplazara a estudiar fuera de
su entorno familiar y de amistades podría abrir las mentes y aportar un
enriquecimiento personal impagable. Algo que hubiera ido, además, contra la
creación del “sentimiento regionalista” que se pretendía, aprovechando la
demanda en ese sentido del nacionalismo vasco y catalán, incipiente en los ochenta
y muy arraigado hoy, y la oferta del “café para todos”: DIVIDE Y VENCERÁS. Todo
estaba estudiado.
No voy a entrar
aquí en cómo se dotaron infinidad de plazas de profesores (merecería un
análisis profundo) en muchas Universidades -nuevas y no-, en una España en la
que el péndulo se había ido al otro extremo y el PSOE controlaba el sistema
educativo de manera prácticamente unánime, excepto Cataluña y Vascongadas (Andalucía,
no ha conocido otra cosa que gobiernos socialistas, y Castilla La Mancha y
Extremadura, excepto en una legislatura, lo mismo. Resultado, en la cola del
Informe PISA, aunque “la culpa es del franquismo” -cuarenta años más tarde-, dijo
hace unos días alguien del PSOE andaluz); tampoco entro en el deterioro que ha
supuesto la cesión de la educación a las autonomías y la inmersión lingüística impuesta
como condición de ‘mérito’, excluyente a veces, para concursar a plazas en las
autonomías, mal llamadas, ‘históricas’. Ambas, causas del deterioro en el nivel
del profesorado y, como consecuencia, en el de los nuevos titulados.
En esa línea, se produjo
también la creación de múltiples diplomaturas de grado medio con más
profesionales (menos cualificados) al mercado, compitiendo por los mismos
puestos de trabajo -o menos, como ha ocurrido entre 2008 y 2014-. Para
completar el cuadro, y de ahí parte del título del artículo, se eliminaron las
antiguas titulaciones medias -Perito en todas sus acepciones (Industrial,
Aeronáutico, Agrícola, etc.), Ayudante de Obras Públicas, Facultativo de Minas,
Aparejador, etc.-, todas ellas dignísimas profesiones y con magníficos
profesionales en sus filas y se sustituyeron por Ingeniero Técnico…, Arquitecto
Técnico, etc. o licenciaturas varias con un intento igualitario para satisfacer
a una población, muchas veces mediocre, que así se sintió más ‘realizada’,
propiciando la necesidad, por parte de los antiguos Ingenieros y Arquitectos,
de añadir Superior a su título para distinguirse, ya que muchos de los nuevos
titulados medios han eliminado de hecho la segunda parte del título, “Técnico”,
y simplemente son “Ingenieros”… de la especialidad que sea. Es decir, se
convierten las LAGARTIJAS en “COCODRILOS TÉCNICOS” y todos contentos. Podemos
imaginar el batir de mandíbulas de los cocodrilos con risa floja frente a sus
nuevos “colegas”. Pero los humanos, y más en España, aguantamos casi todo. Aquí,
nunca pasa nada.
Y objetivo conseguido:
todos ‘iguales’ -por abajo, claro-, manipulación más fácil y que la gente
piense poco o, directamente, no piense, que ya lo hará el ‘Gobierno’ por todos,
y si es de izquierda, mejor. Orwell (1984) en estado puro. 15-M, asalto al
Congreso y Podemos a ayuntamientos y parlamentos.
Afortunadamente, no
se puede -ni se debe-, generalizar, y siguen habiendo buenas Facultades y
Escuelas Técnicas en España –no me atrevo a decir Universidades- y buenos
profesores en muchas de ellas, verdaderamente vocacionales, que egresan buenos
titulados en muchos casos.
Pero en el Gobierno y en
el Congreso, no digamos en otros Órganos menos significativos, vemos a diario
personas en los más altos cargos, diputados y senadores entre otros, con poca
formación y experiencia. Los menos, procedentes de universidades que no citaré
para no herir susceptibilidades y muchos que ni siquiera tienen esa mínima titulación de ‘compromiso’, en general,
sin más ‘mérito’ que haber ingresado jóvenes en los partidos políticos, algunos
metros cuadrados de carteles electorales pegados, mucha bisagra en la cintura,
sonrisa y aplauso fácil al líder que hace las listas, etc., que prueban
sobradamente lo que acabo de decir.
Es cierto. Hay universidades que el título no está reconocido por el ministerio de educación. Se, que en estas universidades han entrado alumnos sin la selectividad aprobada, repasan las preguntas que van a ir al examen.
ResponderEliminarHay ciertos temas como educación, sanidad y defensa, que deben ser competencia del gobierno central. O mejor aún; fuera las autonomías. Sólo han servido para aumentar el gasto y la diferencia entre españoles.