La Administración pública
mira por nosotros, por nuestro bienestar, por nuestra salud, por nuestro ocio,
y ahora también van a mirar por nuestros horarios, pues a un sector de nuestra
clase política no le gusta los horarios que tenemos. Es verdad que la España
peninsular (Baleares no sé) está fuera de su horario natural, consecuencia de
una decisión de Franco para adecuar nuestra hora a la de la Alemania nazi, algo
que no tiene sentido y que, a lo mejor, debería haber sido lo primero que se
hubieran cargado esos de la memoria histórica. Pero bueno, parece que ahora la
iniciativa del cambio de hora empieza a cuajar y me da la sensación de que más
pronto que tarde tendremos que retrasar los relojes una hora.
Pero no se quedan ahí los
políticos, también quieren modificarnos la jornada laboral y que esta finalice
a las 18 horas de la tarde. Que digo yo que con esta medida aprovecharán para
que las oficinas públicas estén abiertas hasta esa hora y no hasta las 2 y
media de la tarde.
Y pretenden que las
jornadas acaben a esa hora de la tarde a golpe de decreto, por imposición
gubernativa, cuando lo lógico sería que existiera libertad para que las
empresas y los trabajadores marquen su jornada laboral y horario con total
libertad, que se imponga la libertad de horarios de una vez.
Y siguiendo la
intervención del estado en nuestras vidas ayer se conocía que el Congreso de
los Diputados está debatiendo sobre las tareas que se han de poner a los
alumnos para hacer en casa. ¿Hasta dónde vamos a llegar?, ¿quiénes son los
diputados para decidir sobre las tareas que ha de hacer mi hijo en casa?, ¿no
debe ser el profesor el que decida?, pues no, resulta que
los diputados también conocen las necesidades de los estudiantes y, en todo
caso, no permitirán que sea el profesor el que adapte los deberes a las
necesidades de cada alumno, tratarán a todos por igual y, como es habitual,
igualarán por abajo…
Así están las cosas,
menuda legislatura nos espera.
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