El
Gobierno de la Generalidad de Cataluña ha convocado, sin convocar, un nuevo
referéndum en el que se pregunta, solo a las personas que viven en Cataluña, si
quieren “que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de
república”. Por cierto, que no se hace referencia a un estado democrático, por
lo que cabe que, si todo este teatro prosperara, al final Cataluña se
constituya en un estado independiente en forma de república dictatorial, que a
buen seguro es lo que les gustaría a todos estos líderes del ‘procés’. Pero esa
es otra cuestión…
Hoy
quiero comentar la carta que ha remitido el Presidente de la Generalidad,
Carles Puigdemont, a Ana Pastor, como contestación a la invitación del
Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para que el catalán comparezca en el
Congreso de los Diputados a debatir sobre su propuesta de referéndum. El
Presidente de la Generalidad ha aceptado la propuesta con una condición, que no
se produzca votación alguna en la Cámara Baja.
Sí,
al que se le llena la boca hablando de democracia, el que reclama que sea el
pueblo el que se pronuncie y reconoce legitimidad a un parlamento autonómico
para que decida sobre la voluntad de los catalanes, porque en ese parlamento
está representada la soberanía popular de Cataluña, pretende que el Congreso de
los Diputados, donde reside la soberanía nacional de España, no vote, pretende
que no vote y dé su opinión sobre el proceso de ruptura de España.
Así entiende la democracia Puigdemont y el resto de responsables del proceso separatista. No quieren que una institución democrática que habla en nombre de todos los españoles se pronuncie sobre la independencia de Cataluña, simplemente porque votará lo que ellos no quieren. Así entienden los separatistas la democracia, solo cuando les favorece.
¿Y porqué no les damos la independencia y que se vayan a tomar por donde amargan los pepinos?
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