Tras décadas de transferir la educación a cada uno de los 17
reinos de taifas que son las aberrantes autonomías, la enseñanza se ha
convertido en un arma de destrucción intelectual masiva dirigida contra la
Historia de España, con una manipulación permanente de todas nuestras gestas y
un falseamiento de todos nuestros logros, en una orgía de mentiras de todas
nuestras glorias. Y es inevitable que este “aprendizaje” ideologizado y de odio
a España estalle en la sociedad actual, a rebosar de mentes cercenadas e
incapaces de discurrir y aprender, formateados y moldeados para la
hispanofobia. Y esta reescritura adulterada de la Historia de España tiene como
principal objetivo la Hispanidad, llevada a cabo por la izquierda española de
manada y berrea que se traga todos los injertos emocionales y clichés
ideológicos que el enfermizo sistema de enseñanza introduce en sus amorfos
cerebros, con la connivencia de una derecha que ha desertado de la lucha por la
verdad, dejando libre el camino a la infamia e injuria. Como ejemplo de ahora,
el Parlamento navarro sustituye el Día de la Hispanidad por el Día de la
Resistencia Indígena. Como comentaba, cerebros hechos papilla.
Julián Juderías, en su insuperable “La leyenda negra”, decía
sobre la Hispanidad: “No registran los anales de la Historia acontecimiento
semejante, ni se mencionan en sus páginas proezas parecidas remotamente a las
que realizaron aquellos españoles en el siglo XVI”. Y el historiador
norteamericano Lummis, remataba: “… Y durante ese siglo la flor de España
realizó maravillosos hechos. Ella fue la única nación de Europa que no
dormía…La primera población inglesa en América del Norte no se fundó hasta
1607… Los españoles habían ya descubierto la mitad de los Estados Unidos, todo
Méjico, Yucatán, la América central, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Paraguay,
Perú, Chile, Nueva Granada… Ha llegado ya el tiempo de que hagamos más justicia
a un asunto que debiera ser del mayor interés para todos los verdaderos
americanos”.
Los españoles les mostramos a los indígenas de América el uso
del hierro y del candil, les dimos una moneda, les enseñamos leer y escribir,
latín y ciencias, y aprender muy bien los oficios que había en España. En lo
referente a la justicia, les enseñamos a guardar y cumplir, y cada año elegían
sus alcaldes ordinarios y regidores, alguaciles y fiscales… España desarrolló
la industria americana pero aún es más importante el elemento político
representado por la Leyes de Indias, cuyo espíritu general, desde la primera a
la última, es el principio de civilización, reprimiendo severamente los abusos.
Los tres primeros fundamentos de las Leyes de Indias son la escuela, el
municipio y la iglesia, por los que va ingiriendo en aquellos pueblos todas las
corrientes de la civilización. Las Leyes de Indias igualan la condición del
indio a la del blanco, todos iguales ante Dios. Los reyes de España jamás
vieron en América una colonia de explotación, sino el propagar la fe y la
civilización en aquellos nuevos dominios.
Otro elemento clave fue el religioso, representado por las
órdenes monásticas, acelerando por todos los medios posibles la educación moral
e intelectual de los naturales del Nuevo Mundo. Escribe Solórzano: “… pues de
más de la luz de la fe que dimos a sus habitantes… les hemos puesto en vida
sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus
costumbres ferinas y comunicándoles tantas cosas tan provechosas y
necesarias…”. Se desarrolla la organización de la cultura que comienza en las
escuelas de las misiones y tiene su manifestación más elevada y perfecta en las
Universidades de Méjico y Lima, fundadas en 1553 la primera y 1551 la segunda,
dotadas por Carlos V con todos los privilegios de la Universidad de Salamanca.
A principios del siglo XVII había en la Universidad de Lima cátedras de
Teología, Derecho, Medicina, Matemáticas, Latín, Filosofía y lengua quichua… La
primera imprenta de América fue traída por los españoles a la Ciudad de Méjico
en 1539. Antes de terminar el siglo XVI se imprimían libros que estaban
escritos por los nacidos en Hispanoamérica. En Méjico se enseñaba la Medicina,
el Derecho y la Teología. Un siglo después del descubrimiento ya había
concursos literarios y científicos.
El escritor inglés míster Bryce hace observar la diferencia
esencial que se observa entre la América española y la inglesa: la de que no
existe el odio de razas. Dice Bryce: “… los americanos españoles no se conducen
con los indios como los yanquis, los holandeses y los ingleses… quizá se deba
esa diferencia a la que existe entre el catolicismo y el protestantismo; al
hecho de que el indio en las posesiones españolas nunca fue legalmente esclavo
y a que los españoles, al llegar a ellas sin mujeres, consideraron como
legítimos a los hijos mestizos…”. Remata Julián Juderías: “Lo que los
españoles, mejor dicho, sus monarcas deseaban era el triunfo de una idea: el
triunfo de la idea católica sobre la idea protestante… el triunfo del concepto
católico de la vida, concepto eminentemente espiritualista, sobre el concepto
protestante de la vida materialista y utilitaria”.
La obra de la Hispanidad es tan gigantesca que, al mirarla,
apenas conseguimos abarcar su grandeza. España ha perdido en América la
soberanía política, pero todo lo demás permanece: sangre, religión, lengua, carácter y hasta
los defectos. Al descubrir las rutas marítimas de Oriente y Occidente, la
Hispanidad hizo la unidad física del mundo y, por tanto, el progreso. El gran
pensador e hispanista Ramiro de Maeztu, en su maravillosa y preciosa “Defensa
de la Hispanidad”, apostillaba con entera verdad: “La Hispanidad creó la
Historia universal, y no hay obra en el mundo, fuera del cristianismo,
comparable a la suya”. Nada más se puede añadir excepto sentir un orgullo
enorme de la Hispanidad.
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