Hoy,
después de los tristes acontecimientos de ayer por parte de los separatistas,
volvemos a recordar este artículo de enero de 2016. Y es que las referencias al
Pere que hicimos ese día se pueden volver a hacer, porque el Pere hoy se
sentirá igual…
Anoche el Pere, un joven de 27 años
que vive en un pueblo del Maresme, comarca catalana muy cercana a Barcelona, se
acostó feliz, después de brindar con los amigos de la colla, tras presenciar en
el bar del pueblo el debate de investidura de Carles Puigdemont, nuevo
presidente de la Generalidad. Brindaron por la independencia de Cataluña, por
la libertad de su País y por el espléndido futuro que les espera en una
Cataluña separada de la España opresora.
Y algo hablaron de política en el bar,
aunque muchas veces se perdiera en los discursos de los diferentes líderes
políticos, al fin y al cabo él no entiende mucho de política, bueno, en
realidad entiende poco de casi todo, pues de muy joven dejó los estudios para
trabajar en la obra, curioso paralelismo con muchos jóvenes de su generación
del resto de España, ese país al que dice que los catalanes se parecen tan
poco.
Y poco le ha importado al Pere que la
CUP, el partido al que votó en las pasadas elecciones, se haya hecho el
harakiri entregándose en manos de Convergéncia y ERC, disponiéndose a
desaparecer. Aunque anoche brindara por ello, porque todo vale en el nuevo
camino del nuevo estado catalán.
Y poco le importa al Pere haberse
enterado, el mismo sábado por la noche, del nombre del nuevo ‘Molt Honorable’,
un tal Carles Puigdemont, hasta ahora alcalde de Gerona, una ciudad que no ha
visitado en su vida. Y es curioso, porque el Pere conoce mejor Alicante, Murcia
y Almería, pues sus padres son originarios de Águilas y ha pasado allí gran
parte de sus vacaciones de verano, que el resto de la Cataluña pues él solo se
mueve habitualmente por su pueblo, Badalona, Mataró y Barcelona; ¡ah!, y una
vez que fue a Bañolas y otra a Port Aventura en excursiones del colegio. Pero
el Pere es un gran defensor de una Cataluña independiente.
Por eso anoche se acostó feliz. Y hoy
se ha despertado a la misma hora de siempre y al abrir los ojos, por un
momento, ha pensado que por fin se había conseguido, que su Cataluña ya era
libre; pero ese pensamiento solo ha durado un segundo, mientras le llegaba la
cruda realidad, un lunes más al sol, un día más sin esperanza para su futuro,
con 27 años y dependiendo de sus padres, pues el dinero que obtuvo con la venta
del coche ya se le ha acabado.
Y mientras se tomaba el desayuno ha
pensado en el discurso del tal Puigdemont, un discurso que habló de la
independencia, del futuro de un País desconectado de España, pero que casi no
habló de la gente como él, de los problemas de los jóvenes, de los catalanes
sin empleo, sin futuro. Y se puso a pensar. Y se dio cuenta de que a lo mejor
no es todo tan bonito como lo pintan.
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