Estaba
cantado, la gentuza nacional-separatista, apoyada por la izquierda española, consumó
su desafío secesionista al Estado de Derecho. Desoyó las advertencias de las
últimas semanas y desobedeció órdenes judiciales de diferentes instancias –TC,
juzgado ordinario, Fiscalía y TSJ catalán- con la permisividad -y apoyo- de su repugnante
policía regional que nunca debió crearse desde la “generosidad” de los
distintos gobiernos centrales y que ya tarda en ser intervenida y detenidos sus
responsables. Ha sido citado su jefe, junto al de ACN y Omnium, acusados de
sedición. Veremos en qué queda la comparecencia de este jueves.
Una
gentuza separatista -insisto-, dirigida por la no menos gentuza de las CUP y sus
socios de ERC y apoyada por la franquicia de Podemos -con Colau, marioneta de PabLenin,
a la cabeza - y los restos de IU -Verdes en Cataluña-. Completan el “equipo” el
descafeinado PSC y su ”no, pero sí, o
tal vez” -filial del Partido casi Siempre Opuesto a España, que dejó de ser
Español- y una derecha nacionalista -la otrora ‘burguesía catalana’, la antigua
CiU y ahora PDCat (Partido de Corrupt@s, podrían ser esas siglas, porque
demócratas demuestran serlo poco), tras los escándalos de corrupción de sus
principales líderes (Puyol y Mas)- sometida a los anteriores para mantenerse en
el poder, en esa agrupación asamblearia Junts p’el Sí, es decir, todos
revueltos contra el sistema y a tapar la corrupción.
No
voy a entrar en lo acontecido -mucho se ha escrito y dicho ya- sino en lo que
llevo muchos años diciendo y algunos menos, bastantes ya desde 2008, escribiendo
-en redes sociales y en algunos medios-. La nueva “crónica de una muerte
anunciada” es la “cosecha” lógica de lo que se ha sembrado y cultivado, que va
camino de convertirse en epidemia en nuestra querida España y de su
desintegración histórica si, de una vez por todas, no actúan los supuestos
representantes de una sociedad cada día más harta de la poca altura como
hombres de Estado demostrada por sus políticos. Mejor ir a la raíz del problema,
si se quiere atajar de verdad.
Como
vengo diciendo, -con los matices que se quieran y las diferencias entre unos y
otros responsables en función de las circunstancias y contextos de cada
momento-, para mí, el origen de todo está en “el café para todos” de Adolfo Suárez
y su entonces ministro Manuel Clavero, que fue la semilla “territorial” que se sembró.
Cierto que se venía del “autoritarismo” y que se buscaba la reconciliación -ya existente
en la realidad social de entonces, salvo por parte de “cuatro” dirigentes que
la esgrimieron para que se “olvidaran” sus despropósitos, esos sí, históricos- entre
vencedores y vencidos de la muy lamentable Guerra Civil, que estalló -no lo
debemos olvidar- por hechos, no muy distantes, algunos, de los que ahora se viven
en Cataluña y se intuyen cada vez en más regiones de España, protagonizados por
los mismos -partidos o ideologías- que ahora agitan a las masas adoctrinadas.
Con ese argumento más los de “olvidar” el pasado y descentralizar, se “cerró en
falso” un texto de “consenso” que se quedó abierto y a la libre interpretación
de cada parte. Como resume magníficamente un artículo de Hispania Nova -seudónimo
del Aula Política del Instituto para la Democracia de la U. San Pablo CEU-
publicado en ABC -30.07.2014: “Con la Constitución llegamos a una vía
intermedia entre centralismo e independentistas y, a partir de ahí, cada logro
se convirtió en el suelo desde el que se hizo la siguiente reivindicación, que
se solucionó con la apertura de nuevas terceras vías… que siempre se presentan
como solución de paz a través de la concordia y el diálogo”. Satisfacer a esas
supuestas “regiones históricas” -de más que dudosa legitimidad- degeneró por
esa vía en la situación actual en la que casi todas reivindican sus derechos de
identidad y autonomía.
Después,
tras el fallido golpe de Estado de 1981, que no rompía España sino que
pretendía poner orden mediante un gobierno de coalición a una situación que agonizaba,
llegó al poder Felipe González -al frente de lo más parecido a un P.S.O. Español,
hasta que se corrompió del todo- que aprovechó dos amplias mayorías absolutas
seguidas de 1982 y 1986 -en las adelantadas de 1989 le faltó un escaño (175)- para
abonar bien la semilla, cambiando o aprobando leyes -tema que desarrollaré en
un próximo artículo-, “enterrando” a Montesquieu y a la separación de poderes, hasta
el punto que su número dos -hasta que dejó de serlo-, Alfonso Guerra, acuñó su
conocida frase: “Cuando salgamos del Gobierno no va a conocer España ni la
madre que la parió”. No lo consiguió del todo, pero ya vendría otro de su
partido para rematarlo.
Tras
una fuerte crisis económica y salpicado por no pocos casos de corrupción, saltó
por los aires la etapa socialista y dio paso en 1996 al “remozado” Partido
Popular de José Mª Aznar, que con su mayoría insuficiente -como su antecesor en
las dos anteriores legislaturas- tuvo que recurrir a los nacionalistas en busca
de “estabilidad” firmando los Pactos del Majestic con la CiU de Puyol y dijo aquello
de: “hablo catalán en la intimidad”, que le perseguirá siempre. “Decapitó” a
Vidal-Quadras y dio un buen paquete de competencias al “molt miserable”, Educación
incluida, base del adoctrinamiento de las juventudes catalanas -ya había
advertido Tarradellas” sobre el proyecto del personaje-. Un artículo de la Voz
de Barcelona recoge la “generosidad” de Aznar que, tras superar la crisis
heredada y obtener una holgada mayoría absoluta, no entró en los verdaderos
problemas que un hombre de Estado
hubiera previsto, educación y nacionalismo, sobre todo, sino que se recreó en
su suerte, mejoró la imagen internacional, que estuvo muy bien, pero dejó el
resto para la legislatura de 2004, que el golpe de Estado -que no fue otra cosa
el 11-M- frustró.
Tras
ese dramático hito y a costa de 192 muertos, llegó a presidente el más indigno
personaje que imaginarse pueda un país desarrollado -a falta de Justicia, la
Historia lo pondrá en su sitio-, que terminó de completar la podredumbre de
aquella “semilla”, ya arbolito, abonándola desde su promesa previa: “Pascual,
aprobaremos en Madrid lo que venga aprobado del parlamento catalán” y a base de
leyes, fruto de su resentimiento impostado y sectarismo de cuna, y de mentiras,
en un caldo de cultivo muy proclive al engaño, dejó España sumida en una triple
crisis económica, social y, sobre todo, moral, que acabó de “retorcer” el árbol.
Remata
el repóquer de “ases” Mariano Rajoy que, en lugar de explicar -hasta dónde
pudiese- la situación encontrada; reducir gastos; intervenir autonomías en
quiebra, empezando por dos de las suyas -Valencia y Murcia-, para hacer lo
propio después con Cataluña y Andalucía, evitando así que lo acusaran de actuar
contra los contrarios, subió desmedidamente impuestos -directos e indirectos,
más incluso de lo que pedía IU-; no abordó seriamente el problema educativo,
cuya única solución, cualquier persona sensata sabía que pasaba por recuperar
la competencia por el Estado y “afrontó” el problema catalán con su genial “dialogo
sin fecha de caducidad” que, tras el órdago del 9-N de 2014, sin respuesta
eficaz, ya hemos visto a lo que ha llegado este 1-O. Salvó el tipo sobre la
campana tras dos elecciones generales en seis meses y un año de inestabilidad
política que amenazó la incipiente recuperación económica -más por miedo a la
alternativa de esa izquierda recuperada por la crisis desde la nueva “semilla”
del 15M de 2011, que por méritos propios- y no valoró los seis o siete avisos
que diferentes citas electorales le fueron dando. Ahora, con su “política” de
no aplicar las leyes hasta la comisión del delito, con la sana intención
-supongo- de “cargarse de razones para tener razón”, me permito recordarle algo
que, si nuestro Presidente hubiera trabajado alguna vez en la empresa privada,
con algo de responsabilidad, habría aprendido pronto: “Lo perfecto es enemigo
de lo bueno”. Santa Teresa murió buscando la perfección sin conseguirla, aunque
fue canonizada, algo que don Mariano y un servidor, no conseguiremos. La
diferencia es que yo lo tengo claro y él parece que no tanto.
En
definitiva y con los matices que se quiera -insisto-, NO SE SALVA NINGUNO de
los cinco que nos presidieron e, indirectamente, tampoco ninguno de nosotros -aunque
aisladamente, poco podamos hacer- por haber seguido votando a uno u otro
partido, cómplices del desenlace.
Veremos
si, finalmente, el 1-O se torna en el 6-0 (cero) -ahora parece que puede ser el
9-0- a favor de España, que desde el
primer conato debió ser el resultado del desafío al Estado de Derecho.
Y
esperemos que no se cumpla la frase bíblica “sin efusión de sangre no hay
redención” (Hb, 9-22), que parece que es lo que buscan algunos enemigos de España.
Ojalá, la intervención de ayer de Felipe VI, sea el botón rojo de activación que
la situación exige desde hace años.
Del ventajismo que algunos pretenden sacar de esta situación escribiré otro día, tal vez muy pronto.
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