sábado, 14 de octubre de 2017

RECORDANDO EN DECDLT… DE RUFIÁN A RUFIÁN

Los sábados recordamos en Desde el Caballo de las Tendillas y hoy os traemos este artículo publicado en marzo del pasado año, en el que le hablaba a Gabriel Rufián, un charnego sin dignidad…



Algo me une con un diputado del Congreso, pues visto el apellido tenemos muchas papeletas de ser parientes de sangre, salvo que el político sea adoptado, cosa que tampoco me extrañaría visto el pelaje del elemento.

Mi “primo” el Rufián nació en 1982, año en el que la Copa del Mundo celebrada en España se inauguraba en Barcelona, dice que es hijo de emigrantes andaluces, de Jaén y Granada, aunque otras fuentes me comentan que sus padres ya nacieron en Cataluña y que fueron sus abuelos los originarios esas provincias, pero qué más da. A Gabriel Rufián eso le importa poco, porque dudo que haya visitado en muchas ocasiones Andalucía…

Eso sí, mi “primo” el Rufián es más listo que el Pere de turno, del que hablamos hace unos meses, y ha sabido dejarse utilizar por el separatismo catalán. Gabriel Rufián es un charnego, pero no porque se lo digan desde el PP o Ciudadanos (que nunca lo dicen), es un charnego porque se lo dicen sus amigos los separatas, de modo despectivo, por ser hijo de andaluces, o de murcianos, o extremeños…, ese es el verdadero charnego, al que, los que se suponen que tienen 8 apellidos catalanes, miran por encima del hombro. Y tenían que escoger a un charnego porque queda muy bien eso de un charnego separata, y Rufián fue el elegido. Eso sí, un charnego sin dignidad.

Lo de Gabriel Rufián, en realidad, es una pena. Porque él que, al igual que otros muchos, debería ser un ejemplo de integración entre las tierras de España no ha querido verlo así. Y para sentirse integrado por una parte de Cataluña no ha dudado en hacerse separatista, aunque para ello haya tenido que adoptar la figura del charnego independentista. Es como el que emigra y lo primero que hace es comprarse la camiseta de la selección nacional de fútbol de su país de destino, creyendo que así lo mirarán como uno más. Ese es Gabriel Rufián, un charnego sin dignidad.

Y lo raro es que no se haya cambiado el apellido y haya pasado a ser Rufià (algo que me habría encantado, la verdad), porque ya ha permitido en alguna ocasión que se refieran a él de esa forma. Degradándose todavía más, quedando como un charnego sin dignidad.

Este Rufián, que además hace gala de antifranquista, a lo mejor debería estarle muy agradecido al dictador, porque gracias a sus políticas de beneficio hacia Cataluña, instalando industrias desterradas desde otras partes de España (como la textil) y desarrollando importantes infraestructuras, sus antepasados emigraron a esa tierra. Y gracias a eso él ahora ocupa escaño en el Congreso.

A lo mejor ahora que viaja gratis aprovecha para conocer sus orígenes. Y se da cuenta que los Rufianes de Andalucía no son tan malos, aunque se sientan españoles. Y se da cuenta, de una vez, que es un charnego sin dignidad, aunque ahora viaje gratis total. Se lo dice un catalán andaluz, vamos, un español, muy orgulloso de haber nacido en Cataluña y más aún de ser andaluz pero, sobre todo, español.

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