Es cierto que esta crisis es global pero también que
ha dejado al descubierto nuestras propias vergüenzas como país. Podemos seguir
hablando sobre las causas, la burbuja inmobiliaria, los bancos excesivamente
volcados en el sector constructor/promotor o las cajas arruinadas por gestores
políticos, incluso sin formación financiera, más preocupados de hacer un
aeropuerto innecesario o un rascacielos megalómano como sede de una pequeña
caja de ahorros; pero la situación es la que es y mientras otros países ya han
salido de la crisis o están empezando a hacerlo, los españoles vemos como en
España no se atisba la salida del túnel.
¿Se han preguntado porqué tenemos más paro que
Grecia o porqué España tiene el mayor índice de pobreza de toda la Unión Europea? ¿Se han preguntado porqué somos el cuarto país de Europa con más
impuestos si nuestro estado del bienestar y los servicios de los que disponemos
son bastante más reducidos y sin embargo la Administración sigue teniendo un
enorme déficit? Nuestro principal problema es una administración
sobredimensionada, excesivamente burocratizada y sobre todo muy muy costosa.
Una administración cuyo excesivo coste repercute negativamente en el ciudadano
al suponer mayores impuestos pero menos servicios. Resulta por tanto paradójico
que se siga recortando en lo que necesitamos y no en lo que sobra, en lo que no
necesitamos y además nos cuesta muy caro de mantener.
Mientras en cuatro años 350.000 familias han perdido su casa y el paro roza ya los
6 millones de personas, es sorprendente que desde que empezó la crisis hasta
finales de 2011, los empleados públicos aumentaran en 350.000, casi todos en
las autonomías. El número de funcionarios en España está por debajo de la media europea y no hay más personal sanitario en los hospitales ni más
profesorado en los colegios pues, al contrario, entre 2010 y 2012, en las aulas
españolas hay 80.981 alumnos más pero 4.526 profesores menos. ¿Qué ocurre
entonces?
En total, el traspaso de competencias del Estado a
las comunidades autónomas ha implicado un traspaso de 821.357 empleados. Sin
embargo los asalariados de las autonomías superan ya los 1.740.000 empleados.
¿Dónde están esos 900.000 empleados de más que tienen las autonomías si no hay
más médicos ni más profesores? 520.000 son enchufados en las casi 3.000
empresas, agencias o fundaciones autonómicas creadas para colocar a primos,
cuñados y demás cohorte de la casta política. Estas son las empresas que no han
parado de contratar gente, incluso en plena crisis y mientras se subían
impuestos y se recortaban servicios sociales o se despedía personal sanitario o
de educación. El resto, unos 400.000 son el producto de multiplicar por 17 la
estructura de gestión. No es cuestión por tanto de mejorar la gestión de
las autonomías; es un problema estructural.
¿Podemos pagar más por haber multiplicado por 17 la
administración de la sanidad y que una ambulancia no te lleve a otra comunidad o
que para que pueda hacerlo haya que gastar tiempo y sobre todo mucho dinero en
convenios entre las 17 autonomías?
¿Es sostenible que cada comunidad tenga un sistema
informático incompatible con el resto o que haya que gastarse los impuestos en
crear “comisiones” de políticos y expertos para que los ordenadores puedan
pasarse el historial médico de un paciente? ¿Tiene sentido que estemos pagando
mucho más por gestionar la sanidad en lugar de dedicarlo a tener más hospitales
y más personal sanitario o que un hospital de Canarias pida el historial de un
paciente catalán, vasco o gallego y como mínimo tenga que buscar, y pagar, un
traductor para no cometer un error médico? Las mismas preguntas surgen si
pensamos en la educación, la justicia...
¿Sabías que hay subvenciones a la abeja extremeña o
la abeja catalana cuando en toda la península solo hay una única especie de
abeja ibérica o que La Rioja tenía una Consejería de Sanidad autonómica, con
toda su estructura y cargos, para gestionar un único hospital (ahora tres)? Que
a pesar de que la Constitución Española dice que la política exterior es
competencia exclusiva del Estado, la Junta de Extremadura creó en su día el
cargo de asesora en Asuntos Africanos (sueldo 50.918 €) y que las autonomías se
gastan 310 millones de euros al año en “embajadas u oficinas exteriores”,
destacando el caso de la ciudad de Sao Paulo donde existen 11 oficinas de
autonomías a pesar de haber previamente una del Estado [1].
Además del innecesario coste, el principal indicador
del disparate autonómico es que somos el país que más informes emite y más
burocracia genera, 17 mini-estados que dificultan la economía y hacen
ingobernable el país. ¿Tiene alguna lógica, después de tanto hablar del fomento
de la economía para salir de la crisis, que un empresario pueda pasar un
verdadero infierno burocrático, con 17 normativas diferentes para todo, si abre
un negocio con oficinas en varias autonomías?
¿España
federal?
Mientras en Europa y el resto del mundo los países
se unen buscando eliminar legislaciones, uniendo monedas, eliminando trabas
administrativas y buscando hacer más sostenible y eficiente la administración
para facilitar la creación de prosperidad económica y por tanto de empleo... en
España nos inventamos las autonomías no sólo para multiplicar el gasto sino
además la burocracia, y la ingobernabilidad. Unas autonomías que nacieron para
integrar al nacionalismo vasco y catalán y teóricamente para acercar la
administración al ciudadano pero que en la práctica se han demostrado
insostenibles en cuanto se acabaron los generosos pero artificiales ingresos de
la burbuja inmobiliaria.
Ahora, cuando la mayoría de los españoles quiere eliminar las autonomías oreducir sus competencias al mínimo, cuando Europa, el FMI... señalan a las
autonomías como el principal problema que tiene España para salir de la crisis,
muchos partidos (PSOE, IU, UpyD...) se afanan en pedir una España federal y
otros como el PP se desviven en defender contra viento y marea la conveniencia
del sistema autonómico con declaraciones tan sorprendentes como las de Javier Arenas proclamando que el PP defiende las autonomías todavía más que el PSOE. Otros políticos recurren a la demagogia y al
discurso del miedo, pretendiendo asociar la eliminación de las autonomías con
una supuesta disminución de las garantías democráticas. Pero la democracia no
depende de cuántos niveles administrativos y burocráticos se tengan (y se
paguen) sino de cuestiones menos habituales en los discursos de nuestros
políticos, pero muy necesarias, como la separación de poderes y la garantía de
independencia de organismos de control como el Banco de España o el Tribunal de
Cuentas. No hacen falta autonomías para tener y gestionar hospitales o
colegios, pero sí hace falta una justicia totalmente independiente del poder
político y sin ningún tribunal elegido por los partidos, sí hacen falta listas
abiertas y partidos políticos más “democráticos”. Aunque esos son temas que
parecen no interesar a ninguno de los partidos del arco parlamentario estatal y
autonómico, ni por supuesto a su cohorte de enchufados que igual prefieren el
sistema actual que favorece la corrupción y el nepotismo.
Hay muy pocos países federales en el mundo y si
miramos su origen, en su mayoría surgieron uniendo territorios independientes
para buscar un mayor tamaño y eficiencia. Otros como Australia, se justifican
por ser muy muy extensos. Aquí en España, sin embargo, hemos ido
contracorriente, dividiendo un país, creando 17 burocracias y multiplicando sin
necesidad y lo que es peor, sin control, el gasto de una administración pública
excesivamente engordada. Es curioso que, en todos estos países federales, sus
estados tienen menos competencias y menor porcentaje sobre el gasto público
total que las autonomías españolas. Sirvan como ejemplo la comparación entre
los landers alemanes que “sólo” administran un 20% del gasto público (y hace
pocos años decidieron ceder aún más competencias al Estado alemán) y las
autonomías españolas que controlan alrededor del 56% del gasto público total.
En su defensa de las autonomías, algunos proponen
adelgazarlas o reducirlas a 6, 5, 4... Si multiplicar la burocracia y el gasto
al dividir la administración se ha demostrado innecesario y sobre todo caro,
¿tiene alguna lógica mantenerlas aunque sea reduciendo su número?. Sin duda
tendrían un menor sobrecoste, pero seguiríamos “tirando” nuestros impuestos en
mantener una administración sobredimensionada en lugar de invertirlo en lo que
nos interesa.
Administración
Local: Diputaciones, Ayuntamientos, entidades comarcales...
Mientras el disparate autonómico nos ha llevado a
tener las regiones más “engordadas” del mundo, tenemos sin embargo la
administración local con menos competencias y porcentaje de gasto público de
toda Europa, si exceptuamos a miniestados como Malta o Luxemburgo.
A diferencia de las autonomías, la administración
local es necesaria, aunque también necesita reformas. Es incomprensible por
ejemplo que un alcalde pueda decidir su sueldo o que tengamos más de 8.000
ayuntamientos y centenares de organismos comarcales innecesarios.
Las Diputaciones deben servir exclusivamente para
prestar servicios a los municipios que estos no puedan asumir o que sea más
eficiente gestionar de forma conjunta: bomberos, basuras, arquitectos,
recaudación de impuestos…). Sin embargo, para su cometido, las Diputaciones no
necesitan generar normativa ni tampoco tener cargos políticos salvo quizá la
presidencia. El resto, incluidos los puestos directivos, deben ser empleados y
técnicos por oposición libre.
La situación es tan dramática y tan urgente la
necesidad de reducir aún más el déficit para poder reducir impuestos y eliminar
los recortes en los servicios sociales básicos, permitiendo así empezar a dejar
de empobrecernos y salir de la crisis, que se hace obligatorio adelgazar la
Administración. Pero, al contrario de lo que se ha recortado hasta ahora, lo
que hay que eliminar de la administración es lo que sobra, no lo que
necesitamos. Hay que repensar la administración, disminuyendo costes
innecesarios y buscando la eficiencia para poder dedicar los recursos a lo que
verdaderamente nos interesa. Centralizar en el Estado todo lo que sea mejor y/o
más barato ser gestionado de forma centralizada. Con el tiempo parte de esas
competencias irán a Bruselas pues, si queremos competir con los países
emergentes, no nos queda más que unirnos, disminuir costes y buscar la
eficiencia. Y por otro lado pasar a los Ayuntamiento y Diputaciones las
competencias que se gestionan mejor desde la administración local; reformando
profundamente las Diputaciones, suprimiendo entidades comarcales y fusionando
ayuntamientos pequeños.
Pero,
¿es posible eliminar las autonomías?
La
Constitución Española permite pero no obliga a tener una administración
intermedia entre el Estado y la
Administración Local.
Sería interesante analizar cómo han llegado muchas
regiones a la autonomía o cómo incluso se obtuvo de forma ilegal en Andalucía. El estatuto
de Cataluña de 2006 fue votado por menos de la mitad de los catalanes con
derecho a voto (el 51,2% no lo votó). En el referéndum del primer estatuto
andaluz, el 20 de octubre de 1981, la abstención se acercó al 50% por lo que
realmente sólo fue votado favorablemente por el 47,8% de los andaluces mientras
el 52,2% no lo votó o lo hizo en contra o en blanco. Peor aún son los datos del
referéndum del segundo estatuto andaluz, el de 18 de febrero de 2007, donde
sólo acudió a votar el 36,28% de la población con derecho a voto por lo que el
vigente estatuto de autonomía de Andalucía sólo fue votado favorablemente por
el 31,05% de los andaluces. 7 de cada 10 andaluces no lo votaron o lo hicieron
en contra o en blanco.
La estructura política e institucional de las
comunidades autónomas está empobreciendo a los ciudadanos mientras sigue
enriqueciendo a una casta política indigna.
En
un primer paso, si hubiera
voluntad política, se podrían empezar a adelgazar YA las autonomías:
eliminación de TODAS las empresas, agencias y fundaciones públicas; eliminación
o venta de las televisiones autonómicas; cierre inmediato de “embajadas” autonómicas
y devolución inmediata de algunas trasferencias al Estado o los ayuntamientos.
En
un segundo paso, habría que
convocar referéndum y preguntar al ciudadano si está dispuesto a seguir
manteniendo el innecesario, ineficiente y caro sistema autonómico o prefiere
ahorrarse los 86.000 millones anuales [2] que estamos pagando de sobrecoste
para mantener las autonomías.
Es obvio que ningún partido va a tirar piedras sobre
su propio tejado, sobre el sistema que da de comer a decenas de miles de
enchufados en la Administración. Así que esto sólo puede venir por auténtica
exigencia ciudadana. Una sociedad civil activa no puede permitir que los
intereses políticos terminen de arruinar a los españoles. Es hora de alejarse
de consignas y movimientos partidistas, de sindicatos clasistas que sólo
representan sus propios intereses o de medios de comunicación que sólo actúan
como altavoces del mensaje de las castas políticas. Sólo los ciudadanos
españoles, de forma tan pacífica y civiliza como decidida y valiente, señalando
y denunciando la situación podemos seguir despertando a la sociedad civil hasta
que los partidos políticos terminen por tener que admitir la realización de un
referéndum sobre las autonomías y las reformas estructurales que necesitamos
para garantizar la democracia y evitar que nos vuelva a estafar la casta
política en un futuro.
¿Cuántas veces hemos visto casos de corrupción en políticos de PP, PSOE, IU, CIU, PNV... que son defendidos
por sus propios partidos o que incluso salen impunes tras recurrir hasta
tribunales elegidos por el poder político o porque el delito ha prescrito?
Y sin embargo, ¿cuántas veces hemos sentido sana
envidia al oír cómo en Reino Unido un ministro dimite por mentir sobre una multa de tráfico o en Alemania hace lo mismo otro ministro por copiar su tesis doctoral?
El
Presidente del Gobierno puede solicitar al Congreso de los Diputados
autorización para efectuar un referéndum consultivo sobre el tema de las
autonomías. (Ley orgánica 2/1980). El Congreso por mayoría absoluta puede autorizar la convocatoria y el
Presidente del Gobierno solicita al rey su convocatoria. (Art.92.2 Constitución
Española). Desde este punto, para la ejecución del Referéndum se aplica el
Régimen Electoral General (Ley Orgánica 5/1985).
Si
el resultado del referéndum obliga a cambiar la Constitución, debe procederse a
aplicar el artículo 167 de la Constitución Española e iniciar el trámite
correspondiente.
Una inmensa mayoría de ciudadanos empiezan a señalar
con el dedo a las autonomías como el principal problema que tenemos los
españoles para poder hacer sostenible la administración y mantener el estado
del bienestar. Es cierto que las castas políticas siguen aferrándose a ellas
mientras prefieren seguir recortando servicios y cargando el peso de esta
crisis sobre el ciudadano. Pero, si en Reino Unido o Alemania un ministro se ve
obligado a dimitir por una simple multa de tráfico, ¿cuánto tiempo aguantará
aquí una casta política indigna (desde la izquierda hasta la derecha pasando
por los nacionalistas) sin atajar el cáncer autonómico que nos está arruinando,
si la sociedad civil sigue empobreciéndose pero empieza a levantar su voz
pacíficamente para señalar con el dedo a la raíz del problema?
[1] Datos del libro “La casta autonómica” de Sandra Mir y Gabriel Cruz.
[2] Datos del Banco de España referidos al año 2011.
La eliminación de las autonomías es una mala propuesta, hay que avanzar al modelo federal. No nos olvidemos de que nosotros no somos Francia. Y tampoco nos olvidemos, de la UE debe avanzar también ese modelo federal supranacional. Y nosotros tenemos una realidad plurinacional por mucho que no quieran reconocerla, y la idea federal debería estar hoy más vigente que nunca en nuestro país.
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