Si
hace unas semanas el dueño del Blog nos recordaba el 90 aniversario de la estatua ecuestre del Gran Capitán, creo que es
el momento de contar una historia sorprendente que hay en Córdoba de lo que hay
“por debajo del Caballo de las Tendillas”.
Hace
muchos años, cuando yo era pequeña, mi abuelo me contó que había una realidad
olvidada que muchos la consideraban leyenda sobre lo que había escondido debajo
de la Plaza de las Tendillas. No, no era un tesoro, o mejor dicho sí, era un
tesoro de la naturaleza: un lago. De hecho, mi abuelo me contó que desde la
casa de un amigo suyo se podía entrar y que él lo había visto.
A
mi aquello me sonó a cuento pero, pasados los años y estando en casa de una
compañera de clase que vivía en la calle Cruz Conde (es una de las calles
principales de Córdoba y da justo a la Plaza de las Tendilla), me contó que su
sótano siempre estaba inundado y que el agua se filtraba por el suelo.
Entonces, me acordé de la historia de mi abuelo y comprendí que era verdad. Desde
entonces, lo consideré un hecho real que, increíblemente, la gente desconocía
porque siempre estuvo ahí y no era un secreto.
Fue
una sorpresa para mí cuando, recordé ésta historia al leer un artículo del ABC que me enviaron
por mail en la que un Señor llamado Rafael González, y que trabajaba en la
Diputación, recordó la historia y aseguró que era verdad, de hecho él lo había
visto.
Como
si de una historia de piratas se tratase, contaba que el lago, que al ser
subterráneo lógicamente estaba a oscuras, se podía atravesar en barca y que
ocupaba toda la plaza de las Tendillas. Contaba que, alumbrando con linternas,
pudo ver que estaba lleno de estalagmitas y estalactitas, y que el agua era
cristalina. Y contaba que la música que les acompañó en aquella maravillosa
aventura era la de la propia naturaleza: agua moviéndose y silencio.
Lo
mejor es que también contó que en 1986, Manuel Melero Muñoz, responsable del
área de Cultura de la Diputación de Córdoba, le enseñó el proyecto de un
auditorio de música en el misterioso lago, iluminado con luces y con barcas
como asientos.
Una
historia increíble y que yo creo que es verdad. Así que si la estatua del
Caballo de las Tendillas es digan de ver, su subsuelo (se dice, se cuenta, se
rumorea) también.
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