No se trata de una norma
escrita, no existe ninguna obligación legal ni moral que obligue a actuar de
esta manera. De hecho los dos últimos presidentes del Gobierno no han seguido
esta costumbre que no solo se aplica en nuestra España, sino, diría yo, en
todas las democracias. Se trata de eso que se conoce como que “el número 2 es
el malo”.
Ocurrió con los gobiernos
de Felipe González, el ejemplo más claro es el de Alfonso Guerra y también con
los de José María Aznar, ¿quién no recuerda a Francisco Álvarez Cascos?; en
aquellos casos el presidente de turno contaba con un escudero que, además de
coordinar las políticas del Gobierno, hacía de filtro y, sobre todo, era el
malo del ejecutivo; porque todo gobierno necesita “un malo” que sea el que diga
las cosas de una forma más agresiva y que sea el parapeto para el presidente,
hablando en castizo, el que se lleve las ‘guantás’ dirigidas a su jefe.
Algo que no ha ocurrido
con los gobiernos del nefasto Zapatero y de Mariano Rajoy, pues sus vicepresidentas
para nada se han ‘quemado’ en el ejercicio del cargo. Y es que a las dos
mujeres que lo han ocupado (junto a Elena Salgado), María Teresa Fernández de
la Vega y Soraya Sáenz de Santamaría, no les ha perjudicado el ejercicio del
cargo, más bien al contrario, pues han sido las más valoradas del ejecutivo por
parte de la ciudadanía, por encima del Presidente del Gobierno.
Y eso, en mi opinión no
es normal, no es lógico que un vicepresidente esté mucho mejor valorado que el
que lo ha nombrado. El vicepresidente está, como hemos dicho, para ser el malo
de la película, para quitarle problemas al presidente, algo que hizo muy bien,
por ejemplo, Francisco Álvarez Cascos. El vicepresidente se ha de quemar antes
que el presidente, ha de ser un gregario de lujo. Y eso no es lo que ha
ocurrido en los últimos gobiernos.
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