Los que mejor memoria tengan, recordarán que esa coletilla,
“como sea…”, era el mayor “argumento” que el peor presidente que haya tenido la
Historia de España reciente -me atrevería a decir que de toda la anterior
también- repetía como su “receta mágica” para alcanzar cualquier “objetivo” por
espurio que fuera: negociar con ETA; alcanzar la -para él y demás caterva- anhelada
“Alianza de civilizaciones” que, junto a la no menos pretenciosa y utópica
“Primavera árabe”, ya vimos dónde quedó; etc… Obviamente, habrán deducido mis
lectores que me refiero al tal Rodríguez, dejado en evidencia con esas y otras
palabras por micrófonos indiscretos, que ahora ha resurgido de nuevo -no sin la
ayuda de algunos medios de comunicación- por su repugnante cercanía al régimen
totalitario y comunista -perdón por la “redundancia”- que atenta contra los más
básicos derechos humanos en la actual Venezuela.
Dicho esto, vengo a recordar estas dos palabras porque en los
últimos años parece como si revivieran y se hubieran convertido en el mayor “argumento”
-de nuevo- para esa izquierda -antigua y
nueva- que parece que no da para más y, esta vez, para cargar contra el Partido
Popular y su entorno. Aclaro, que no pretendo hacer aquí una defensa a ultranza
de este partido, líbreme Dios, al que nada me une salvo mi voto -pese a todo,
lo confieso, y en el “pecado” llevo la penitencia -, sino de manifestar -lo más
objetivamente posible- algo que vengo comentando hace tiempo y que veo dentro
de una maniobra muy bien orquestada para evitar que la derecha -incluso ésta,
que no lo parece tanto- continúe en el poder, algo que la izquierda, a lo largo
de su “turbulenta” vida nunca ha soportado y hechos hay a lo largo del Siglo XX
-y hoy también- que demuestran que se ha valido de cualquier medio para
impedir.
No negaré -pruebas he dejado en la hemeroteca de algunos
medios en los tres últimos años y mucho antes en mis perfiles de las redes
sociales- que las políticas seguidas por el PP desde su llegada en 2011, tras
obtener casi once millones de votos aquel 20/N, no hayan sido causantes del gran
desencanto de buena parte de esa masa electoral -tres millones y medio de
españoles le retiraron la confianza- que lo castigó en las urnas cuatro años
después, dejando los 186 diputados de este partido en 123. Un castigo que propició la aparición en la escena
política dos nuevos partidos, uno descafeinado y sin ideología alguna y otro al
más rancio estilo totalitario y populista del comunismo de principios del siglo
pasado que, de no ser por la ingente labor destructiva del antes citado
Rodríguez -dejó al Partido Socialista para la UVI- completada por su
“avocálico” clon, Pdr Snchz, podría haber llevado a España no sólo al rescate
económico sino, lo que es peor, a una mayor deriva social y moral que hubiera
dejado como “ejemplar” la etapa socialista del periodo 2004/11.
No voy a abundar en lo que no hizo y debió hacer el PP -en
muchos órdenes, educativo, judicial, social, autonómico, etc., etc.-, que a
buen seguro hubiera evitado su debacle, pese a una gestión fiscal opresiva para
el contribuyente sólo disminuida por la ostensible mejora macroeconómica de
España que, junto al miedo a lo que ya habían apuntado estos nuevos partidos -venían
a “regenerar a la casta”, decían- y a la
radicalización del sector dominante entonces del PSOE, provocaron un rebote de relativo
“alivio” que permitió cerrar un año de inestabilidad política con un incierto
“apaño” legislativo para ya veremos cuanto tiempo, porque la situación no está
ni mucho menos clara como para alentar a que se complete la legislatura hasta
2020.
Como dejaba intuir en el título, llevo tiempo intuyendo una
operación mucho más importante detrás de esta política de acoso al PP-por parte
de unos y otros, aunque por diferentes razones-, poco imaginable en un país
serio y con los problemas actuales de España, ahora que empezamos a salir del
marasmo económico y a resituarnos en el panorama internacional, del que también
ese tal Rodríguez nos había casi expulsado. Operación que no es otra -en mi
opinión- que sacar a la actual “derecha” -el PP ahora ‘socialdemócrata’, que es
lo más parecido- de las Instituciones… “como sea”. Por eso viene muy bien personalizar todos los
males en don Mariano Rajoy -reconociendo, insisto, sus incumplimientos e
inacción como causas del descontento con él- , cargar las tintas lo que haga
falta y a ver si no es necesario llegar a ningún extremo para echarlo, que si
hay que llegar, se llega -recordemos lo que pasó en 2004 o antes, en diferentes
circunstancias, en 1936-.
Y, cómo no, la triste prensa española jugando un papel
estelar en la operación. La de izquierda, en su línea -“va de sois”-, y una parte
importante de la supuesta -por ella misma, claro- “independiente” y liberal, en el mascarón de proa del
acorazado mediático. Sorprende o, mejor dicho, preocupa, que tres medios “liberales”
-Libertad Digital, Voz Populi y El Español, con tres de los mejores
comunicadores del mal llamado Cuarto Poder al frente- rivalicen con la prensa y
medios audiovisuales de izquierdas -la inmensa mayoría en nuestro país- en esa
‘guerra sin cuartel’ contra el Presidente del Gobierno y su equipo, que no es
para tirar cohetes, de acuerdo, pero pensemos en el que formaría parte de un
gobierno Sánchez/Iglesias, incluso con incrustaciones “naranjas, prestándose a
un macabro juego que, por el odio de los restantes partidos -izquierda y
nacionalismo, más o menos radical, principalmente- o por un resentimiento personal
-tal vez con cierto fundamento, no lo pongo en duda-, puede llevar a España a un callejón sin salida que, al
final, pagaríamos todos los españoles y, lo que es peor, tendría unas posibles
consecuencias de efectos muy duros, si
no irreversibles, como estamos viendo en Venezuela, fuente de inspiración ideológica,
además de financiera, de uno de esos partidos que vienen a “regenerar” la
política española desde aquel hacinamiento populista del 15M.
Cuestiones tan dispares y aparentemente inconexas como el
comentario escuchado en uno de los programas de más audiencia de la mañana en
boca de un tertuliano: “Marine Le Pen sigue siendo extrema, pero se ha moderado
respecto a lo que era el ‘bestia’ de su padre (sic)” -¿se atrevería a decir lo
mismo respecto a cierto líder y a un activista del FRAP, al parecer, condenado
por atentado contra dos policías nacionales, sin que se rebelasen las huestes
de la izquierda?-; el tratamiento informativo sobre la corrupción -condenable
toda, por supuesto-, exhaustivo en los casos de cargos del PP, y de puntillas,
cuando no ignorados, en los de PSOE, CiU, Podemos o Ciudadanos -equivalentes,
cuando no superiores - en un “todos a una contra la derecha” -y eso que no hay
derecha auténtica- o que el pasado 2 de Mayo se nombre “madrileño” del año a un
socialista, de familia andaluza y residente en el extranjero, o sea, todo menos
madrileño, forman parte, a mi juicio, de esa operación diseñada por algún
“guionista” que, por acción o por omisión, nos lleva al mismo punto final, la
vuelta de la izquierda al poder y una nueva etapa oscura, si no negra, para
España. Me niego a utilizar “nuestro país”, otra de las coletillas de nuestra
peligrosa izquierda radical. Y mientras, en la derecha, seguimos de perfil.
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