Hace justo una semana que se produjeron los últimos y
terribles atentados terroristas de origen yihadista -esta vez sí lo fueron, que
no el 11M- en Barcelona y Cambrils (Tarragona), que arrojan ya la
cifra de 15 muertos -hasta el momento, ya que doce heridos siguen en estado
crítico y cerca de veinte muy graves- y
un total de más de ciento veinte heridos de los que permanecen ingresados más
de cuarenta. Mucho se ha escrito y visto al respecto por lo que omitiré
detalles limitando mi análisis a la reflexión recurrente desde que hace años -demasiados
ya- el mundo occidental sufre los ataques de unos fanáticos que, bajo el
paraguas del Islam, pretenden justificar su adoctrinada locura.
Cada vez que estos bastardos actúan me vuelve a la cabeza lo
que hace bastantes años -agosto de 1985 a abril de 1986-, tuve la oportunidad de
conocer de cerca. Conocí entonces a este pueblo tan "particular" en
una de mis etapas profesionales fuera de España que me llevó a la ciudad de Asyut -medio Egipto, a unos 350 Km. al
Sur de El Cairo-, una ciudad (entonces) de unos 250.000 habitantes (cuya
provincia supera ahora los 4 millones), “partida” de Sur a Norte por el
impresionante río Nilo y que -según leí antes de ir- era cuna del
fundamentalismo islámico del país -nada que ver con el actual, todo hay que
decirlo- y en la que existían dos universidades, la estatal y la islámica -que si
se tiene en cuenta que el Estado es islámico deja claro cómo sería la segunda-,
en la que en los primeros sesenta ya enredaban los Hermanos Musulmanes -todavía
no conocidos mundialmente- y, según supe, escenario en esos años de un
enfrentamiento con el balance de más de dos mil muertos.
Estando allí -para que no faltara de nada- se produjo la
revolución de los reclutas de la policía egipcia -febrero del 86- que nos hizo
pasar -al grupo de técnicos españoles desplazados- días de bastante tensión. Se
tradujo en más de cien muertos -entre policías (tres de ellos en Asyut, precisamente)
y civiles- e incendios de autobuses y hoteles en la zona de Giza, sede de la famosa esfinge y las
tres principales pirámides -Keops,
Kefrén y Mikerinos- que poco antes de la revuelta tuve ocasión de visitar -grandiosos
monumentos pero con suciedad y basura por toneladas-.
Pero, sobre todo, pude vivir la realidad de ese pueblo -supuestamente,
entonces, el más moderado del mundo islámico- condicionado por la religión y
desmotivado para cualquier otra cosa que no fueran sus cinco rezos diarios y su
viaje -al menos una vez en la vida- a La
Meca. Pude comprobar también la poca preparación de sus técnicos y un nivel
de vida en la calle que en muchas zonas de la ciudad estaba en el límite del
hambre y la miseria. Pero sobre todo, lo que más me impresionó fue el poco
valor que la vida humana del pueblo llano representaba para la élite dominante.
Podría contar numerosas anécdotas y escribir un libro con documentos gráficos
incluidos, pero aquí lo dejo. La conclusión que saqué de esa -para mí- larga
estancia, fue la difícil convivencia
con ese pueblo -de hecho no hubo prácticamente relación con los técnicos y
directivos egipcios más allá de la meramente profesional- y que era casi
imposible tratar de imaginar un régimen democrático en un pueblo islámico en el
que parecía que el reloj se les había parado -en muchos aspectos- desde el Siglo
VII y las posteriores Cruzadas. Por eso, cuando el traidor Rodríguez y su colega turco Erdogan
plantearon la frustrada -gracias a Dios- Alianza de Civilizaciones, lo primero que pensé es que ese
ignorante no conocía al socio ni -mucho menos- a ese mundo ni sabía con quienes
estaba tratando. Es absolutamente descabellado tratar de aplicar sistemas
políticos que no siempre funcionan en el mundo occidental -supuestamente, más
civilizado- a un pueblo en el que la religión manda y condiciona de manera
visceral y fanática los principales parámetros de convivencia. Comprobé, de
primera mano, la imposible relación entre musulmanes y coptos- la variante cristiana
egipcia-.
De nuevo, ante el -hasta hoy- último atentado yihadista serio,
y como era de esperar, no tardaron en aparecer lacitos, velitas -que no
estorban, pero que no sirven para nada-, minutos de silencio -ya llevamos
varias horas "callados"-, sobre todo de políticos y funcionarios -que
para eso están siempre dispuestos y disponibles- y palabras, muchas palabras y
frases "sonoras" apelando a la normalidad, "Venceremos al
terrorismo" -no así, desde luego-, "No tenemos miedo" -¿cómo no
tener miedo ante estas alimañas traicioneras?-, etc., que dentro de pocos días
se olvidarán y volveremos al "Welcome
refugees" y "Tourist go
home" de la izquierda progre, en lugar de actuar de una vez por todas
contra esta plaga que volverá a matar, mientras "tiembla" con la
"energía" de los políticos de la Europa Occidental. Como se leía en
una viñeta de las muchas que han circulado por las redes sociales -otras a las
que se les va la fuerza en eso pero no sirven para movilizar y unir de verdad a
la gente de bien ni para que el Gobierno tome nota-, queremos "menos
flores, homenajes, minutos de silencio y concentraciones y más aplicación de la
ley, justicia inflexible, deportaciones, control y cierre de mezquitas y de fronteras,
ilegalización de terroristas y familias de estos, etc., etc.
Vergonzosa fue la comparecencia del trío infame formado por el cada día más "Molt miserable" heredero del partido del 3%, flanqueado
por el de los "genes
franceses" -de alguna "especie" de sus antiguas colonias
africanas, supongo-, y la defensora de
okupas y reina del escrache que no han tenido el menor escrúpulo a la hora
de aprovechar sus minutos de "gloria" -de un tono marrón y maloliente-
demostrando de nuevo pésima educación al hablar en catalán para todos los
españoles y multitud de medios de comunicación internacionales que no conocemos
-ni puñetera falta que nos hace- ese dialecto con pretensiones, que fuera de
Cataluña no sirve para nada, con la única intención de "vender" su delirante
e inventada nacionalidad, desde su interesado desconocimiento de la realidad y
de la Historia. Vergüenza que llevó al límite el consejero de Interior de la
Generalidad -al parecer un ecuatoriano importado- que en su felonía llegó a
distinguir entre víctimas "catalanas" y víctimas
"españolas". E imperdonable que, TVE -¡qué pena de TV's públicas
ruinosas!-, la televisión pública de TODOS los españoles, y otras cadenas
privadas, les hayan dado esa cuota de pantalla en lugar de poner imágenes de lo
sucedido en Barcelona subtitulando lo que esos tres "payasos" decían.
Y -en mi opinión- creo que don Mariano Rajoy
perdió una gran oportunidad en la
comparecencia de la media noche junto a su "homólogo" catalán cuando,
en lugar de mantener su línea "políticamente correcta" y permitir
estoicamente -con evidentes gestos de desagrado- que el nacionalista siguiera su
"interpretación estelar" en su lengua, tendría que haberlo cortado
"rogándole amablemente" que hablase en Español, ya que estaba
dirigiéndose a toda España y a los citados medios. Estoy seguro de que, de
haber actuado así, Rajoy hubiera ganado no menos de un millón de votos, en un
momento.
¿Se enterarán los gobernantes
europeos de lo que dijo el entonces presidente argelino Bumedian hace más de cincuenta años; "Conquistaremos Europa con
los vientres de nuestras mujeres"? ¿Y de que, en muchas mezquitas -como ha quedado acreditado con el
imam de Ripoll-, si no en todas, se continúa formando a esas juventudes terroristas fanáticas
mediante el adoctrinamiento en la búsqueda de sus setenta huríes, a base de
asesinar "infieles" que, para ellos, son todos los demás?
¿Se enterarán de una vez, señores
políticos de tres al cuarto, de que este sector islamista nos declaró hace décadas
una nueva "guerra santa"?
Porque, señores gobernantes, actuar, apareja responsabilidad pero, no actuar, también y no poner barreras -controles- en las fronteras, obliga a ponerlas -de hormigón o bolardos de hierro- en los paseos marítimos y calles peatonales por las que pasean sus supuestos representados.
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