Los lunes en Desde el Caballo de las Tendillas es el
día #RED. Y hoy os traemos un interesante blog, en el que podréis encontrar
artículos de diferentes temáticas, todos ellos muy recomendables, como los que
analizan la energía eléctrica en España. Pero el post que publicamos hoy es de
agradecimiento, agradecimiento a nuestras Fuerzas Armadas; algo a lo que nos
sumamos con orgullo…
Hace ya bastante tiempo escribí una entrada titulada “Why
do i like America”. Tampoco es que fuera una entrada de gran
calado o interés, pero bueno, expliqué varias cosas que me encantan de los
Estados Unidos de América. Eso sí, por lo menos me dejé una cosa: La buena
opinión que los americanos tienen de sus propios soldados. Porque también en
ese aspecto me dan envidia, la verdad.
El otro día volví a pensar en ello cuando, viendo un
programa de TV americano, observé como un comerciante de Los Ángeles invitaba a
un jóven tras saber que éste era soldado. “Thank you so much. Please, let me
invite you. Thanks a lot”. Esas fueron más o menos sus palabras. Pensé que
jamás vería algo así en mi país.
Desde aquí quiero agradecer la labor que realizan los
soldados españoles, y lo voy a hacer con las palabras de uno de ellos. Con una
pequeña muestra de su relato:
“No te importa
marchar lejos de tu casa cuando amas tu trabajo y sientes la necesidad de querer
continuar alentando tu profesionalidad. Sientes que la única preocupación que
dejas atrás es la de tu familia, sabes que te quieren demasiado y el lugar
donde vas es muy diferente al lugar donde has tenido la suerte de nacer.
Solemos tener
días de trabajo intenso que es más o menos conducir 10 horas sin parar por
rutas con evidentes signos de que en este país algo no funciona, estar 12 horas
de pie con 15kg encima dando seguridad en un Aeropuerto cada vez más acogedor.
Bastante Sol y calor, bastante polvo, gente de la que desconfiar y a veces un
horario de entrada un poco peculiar.
Nadie dudaría
en decirte que dar una botella de agua y una naranja a una niña que camino de
la escuela se acerca a tu vehículo es un bonito detalle que agradecerá por
mucho tiempo. Pero pensarían lo contrario si realmente se mira con los ojos de
Afganistán, puesto que en este país nunca sabes donde encontrarás el peligro y
te han enseñado que el 100% de tu atención no es suficiente.
Mantener esa
delgada línea roja solo es cuestión de esfuerzo y trabajo para conseguir que la
mayor parte de los Afganos pueda seguir con su forma de vida sin que nadie de
su propio país los oprima hasta dejarlos sin libertad. ¿A quien no le gustaría
que vinieran ayudarle cuando realmente lo necesita?. Justo cuando llegas a la
base no puedes tener mejor bienvenida que una tormenta de arena, pero no pasa
nada, tienes a tus compañeros que se empeñan en hacerte sonreír ante cualquier
situación aunque esta también pueda apagar la llama de tu interior. Ya solo
queda prepararte una cena mediocre y poco lujosa y piensas que en el fondo es
lo mismo porque en ninguno de los dos casos existe la dolorosa necesidad.
Se puede decir
que el día está acabando cuando vuelves a tener fuera de tu mochila todo lo
necesario para sumergirte en un inquietante sueño y como no, otra vez vuelve
aparecer ese momento mágico con un cielo infinito de estrellas en el que la luz
de tu habitación se apaga sola. Lástima que esa noche te tengas que despertar
cada hora y media. Una ráfaga de ametralladora hace que te despiertes,
rápidamente te das cuenta de que algo pasa cerca... hoy duermes un poco peor.
A nuestra casa
de ensueño, solo le faltan algunas pequeñas comodidades, no hay ducha, una pala
y un rollo de papel no se puede considerar baño, pero sirve, la cocina es
modular e itinerante, el microondas es el conducto del aire caliente del
salpicadero y en la TV nunca echan nada, así que la tenemos apagada, lo mejor
es el jardín, es tan grande que se ve parte de la cordillera del Himalaya, pero
eso es otro viaje. De los vecinos no tengo quejas, aunque están todo el día
cabreados porque ya no se les deja tomarse la justicia por su mano.
De ellos
aprendes a ser feliz tan solo con la compañía de la gente que te quiere. Y admiras
que pese a las cicatrices de otros tiempos, producidas por los continuos
periodos de guerra, siguen defendiendo lo poco que les ha quedado, ¡Tú! tan
solo les ayudas a recuperar un pequeño trozo de sus vidas.
No es la vida
militar camino de regalo y deleite, si no que encierra grandes penalidades,
trabajos, riesgos y sacrificios, satisfacción también, pero, como las rosas,
muchas veces surge entre las espinas. No olvidéis que el que sufre vence y ese
resistir y vencer de cada día es la escuela del triunfo.”
Muchas gracias a todos ellos.
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