El edificio gemía resquebrajándose indefectiblemente
bajo el peso de los años y su historia interminable. Capas superpuestas de orín
sostenían como titanes las vigas realizando el milagro de soportar
el peso de techos y paredes. Los moradores intentaban curar como podían
aquellas cicatrices tapándolas laboriosamente con cartones, pegotes de
cemento o latas. Así se sostenía en pie aquella vetusta construcción, que con
cada nuevo crujido revelaba su eterna agonía. Cierto día, a alguien se le
ocurrió: vamos a limpiar toda la herrumbre y que reluzcan las vigas y paredes
como soles. Desgraciadamente, esa acción ocasionó el derrumbe estrepitoso de la
construcción, que fagocitó a sus ignorantes moradores siendo la herrumbre lo
que verdaderamente mantenía en pie al edificio.
Este cuento nos plantea una cuestión; y se trata de lo que ocurre cuando un Estado se mantiene por y gracias a la corrupción, ya que el resultado es evidente: en ese caso se obtiene más corrupción y el sistema se retroalimenta. La segunda pregunta sobreviene cuando nos planteamos si es posible salir del círculo vicioso de orín, o corrupción. Los moradores de nuestro edificio, que dentro su ignorancia optaron por dar brillo y deshacerse de la herrumbre de las vigas, fueron fagocitados por el monstruo. No cabe duda que soluciones para salir del paso dentro de la corrupción no hacen más que aumentar la agonía. Para solucionar el problema hay que optar por derrumbar el edificio y crear otro distinto donde la corrupción, pues moho y orín siempre intentan abrirse camino, pueda ser contenida eficientemente.
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