Esta temporada he
estrenado abono del Córdoba Club de Fútbol, es lo que tiene tener un hijo que
en su noveno cumpleaños pide de regalo el carnet del equipo de su Ciudad. Y ahí
estoy yo, que no me vuelve loco el fútbol, de espectador en El Arcángel. Y lo
peor de todo, (lo digo ahora que nadie me lee), es que le pillas el gustillo y
te lo pasas hasta bien…
En El Arcángel uno se lo
pasa bien, hay un gran ambiente, la gente anima a su equipo y entre los
aficionados se respira cordialidad, bueno, bien del todo no se respira, porque
como tengas la mala suerte de que alguien cercano fume y el aire lleve el humo
hasta tu localidad…, pero esa es otra historia, porque en mi opinión deberían
prohibir fumar en los estadios de fútbol, por muy al aire libre que estén.
El caso es que como
decía, viendo jugar al Córdoba me lo paso bien, además es divertido los buenos
ratos que estoy pasando con mi hijo, ratos que aprovecho para inculcarle los
valores del deporte y enseñarle lo que considero se debe y no se debe hacer o
decir en un partido de fútbol. Pero todo cambia cuando acaba el partido.
Sí, todo cambia, y lo que
ocurre me ha llamado mucho la atención, pues los que hemos asistido al partido,
los que hemos cantado, animado, aplaudido y gritado al unísono nos
transformamos y empezamos a competir, a competir por salir el primero.
Lógicamente estoy generalizando, pues todos no actúan de igual forma, pero son
(o somos) muchos los que en la salida de los aparcamientos en la cercanía del
estadio no cedemos el paso a otros vehículos, que miran hacia delante como si
no se percataran de que otro que ha estado a su lado animando a su equipo lleva
un rato esperando para salir, o que se molestan porque el policía de turno está
dando mucho tiempo de espera a peatones o vehículos…
No sé, a lo mejor estoy
exagerando, pero esa actitud de la gente no me gusta nada. Yo a partir de
ahora, a la salida de los partidos intentaré ser más paciente y pensaré que el
que tengo al lado ha estado junto a mí animado al Córdoba. Pondré mi granito de
arena, o evitaré coger el coche e iré andando al Arcángel, para no acabar
discutiendo con un compañero de grada, porque la fraternidad ha de continuar
fuera del Arcángel.
Te entiendo perfectamente, Ángel. Ese mismo sentimiento de compartir esos ratos con mi hijo, seguidor incombustible, fue el que me llevó a conseguir el abono del Real Madrid, cuando pudo ser, porque aquí la demanda estuvo cortada durante bastantes años y se me presentó la opción de hacerme socio en 2007, pero tuve que esperar hasta 2012 para conseguir el ansiado abono y, desde entonces, la afición sube, pese a que es más cómodo ver los partidos desde el sillón ball.
ResponderEliminarRespecto al embrollo a la salida, qué te voy a contar, aunque lo evito yendo en Metro porque la combinación es muy cómoda. Pero observo lo que dices, la poca paciencia y los embotellamientos en los que, algunos, puede que consuman más combustible que lo que les costó la entrada. La Castellana, en los tramos próximos de subida se pone imposible y se ven reacciones increíbles.