Hace
ya unos días concedieron las nuevas estrellas Michelín y a Kisko García
(Restaurante el Choco), le mantuvieron la otorgada el pasado año. Así que
¡muchísimas felicidades! porque no todas las ciudades pueden presumir de tener
un restaurante con una Estrella Michelín. La verdad es que tiene que ser, como diría
su Majestad, un “orgullo y satisfacción” que reconozcan de forma tan
prestigiosa un trabajo tan sacrificado como es el de la restauración y, sobre
todo, siendo tan joven.
Precisamente,
si de algo no nos podemos quejar en España es de lo BIEN que se come, desde el norte
hasta el sur. ¡Y “to está güeno”! A modo de ejemplo:
–
Que te vas a Madrid: te comes un buen cocido o callos madrileños y luego te
acuestas.
–
Que te vas a Málaga: te comes unos espetitos con calamar a la plancha en un
chiringuito, a pie de playa, y luego te acuestas.
–
Que te vas a Galicia: te comes un trozo de empanada y un marisquito y luego te
acuestas.
–
Que te vas a Valencia: te comes una paella y luego te acuestas.
–
Que te vas a Segovia: te comes un cochinillo y te acuestas.
–
Que te vienes a Córdoba: empiezas con unas berenjenas con salmorejo y terminas
con unos rabos de toro guisados, que están para morirse de buenos, y luego te
acuestas.
Y
todo regado con un buen vino que también hay donde elegir. Y ¿que por qué te
acuestas?
- Primero porque la mayoría de comidas son sustanciosas e hipercalóricas. Y es que después del café a mí, personalmente, me entra un sopor... (quién me conoce, sabe que no miento porque yo me duermo en lo alto de una pita si hace falta).
- Segundo porque
es una bonita costumbre española que no se debe de perder, es más, debería
de estar protegida a nivel nacional y es que, por supuesto, todo el que
puede se pega la siesta del cosconcito de quince minutos en el sillón
¡porque tampoco hace falta juntar el día con la noche, que hay quien se acuesta
y se pierde!
Ahora
bien, y volviendo al tema, a mí me parece estupendo esto de la Estrella
Michelín pero creo que, en cierta manera, es un poco injusto ya que, como casi
todo en la vida, es muy subjetivo y rara es la localidad española donde no
existe uno o varios sitios, muy agradables y bonitos, para comer donde tienen
al mando de sus fogones auténticos “maestros” desconocidos a nivel nacional.
Por otro lado es normal, ya que nuestra riqueza cultural también se muestra en
la gastronomía ¡y de esto no es que puedan presumir muchos países!, porque es
que hay sitios que a cualquier cosa le llaman comida.
Y
es que en España te puedes encontrar desde una tabernita tradicional hasta el
restaurante más selecto, donde se puede comer muy bien y a un precio razonable:
todo depende de lo que te quieras complicar la vida o de lo habilidoso que sea
el camarero para enhuertarte en las botellas de vino, postres, licores... Pero
bueno, en ese momento, no te importa porque se suele salir de allí muy feliz,
“contenta”, pero feliz.
Aunque
también es verdad que hay quien es un poco sado y le gusta que le peguen la
“guantá”. Ese tipo de personas tiene como un sexto sentido especial (pero a la
inversa). Tú los sueltas en una ciudad que no conoce y no te preocupes, que no
sé como lo hacen, pero terminan en el restaurante más caro e insulso que hay
allí. Y, si fueran solos, ¡pero lo malo es que te arrastran! Lo peor viene a la
salida cuando dicen: “Con la buena pinta que tenía este sitio, me ha
defraudado, esperaba algo mejor y la comida tampoco estaba tan buena”. Y tú,
que sales con HAMBRE y desplumada, lo miras y piensas: “no lo mato ahora mismo
porque, por este tío, no merece la pena que me metan en la cárcel”.
Fijaos
si han cambiado las cosas con la visión que hoy en día se tiene de la
restauración, que si hace treinta años
un niño pedía una cocinita por Reyes, aquello era poco más que un drama
familiar; hoy el padre llora ¡pero de alegría! a ver si hay suerte y resulta
que lo que tiene es un Ferrán Adriá en potencia. Y es que la cocina, ya no es solo cosa de
mujeres.
Pero,
¿sabéis cual es para mí el mejor restaurante del mundo? “La olla de mi madre”,
que no tiene ninguna Estrella Michelín pero que para mí se la merece. Y es que
restaurantes hay muchos pero como la cocina de una madre… ¿Tu no le darías otra
a la tuya?
Vaya hambre que me está entrando. Y por supuesto, como la olla de una madre no hay nada.
ResponderEliminarDonde yo vivo hay muy buenos restaurantes pero ninguno tiene una estrella Michelin y, como dentro de poco voy a Córdoba a ver a la familia, voy a intertar visitar ese restaurante.
ResponderEliminarUn saludo.